• El autor español publica La vida a ratos, un “experimento literario”, que sirve para observarse a sí mismo con ironía
CIUDAD DE MÉXICO.
Juan José Millás (1946) decidió escribir un diario para observarse a
sí mismo con detenimiento y, sobre todo, con ironía. “Un diario disfrazado de
novela”, cuyo protagonista es él mismo, que invita a sus lectores a conocerlo
mejor, viendo el revés de las situaciones, de las cosas, de los sentimientos.
Así nació La vida a ratos (Alfaguara),
el “experimento literario” más reciente del narrador español, en el que asigna
al lector el papel de “mirón” y le propone asomarse por el ojo de la cerradura.
“Aquí está el otro lado de Millás, el otro lado de la vida, el visible y el
invisible, porque lo misterioso está en lo normal, en lo cotidiano”, afirma en
entrevista.
El cuentista aclara que nunca le interesó
llevar un diario, por eso quiso confeccionar uno, pero “que tuviera una
intención novelesca”, el cual comenzó a redactar a los 67 años de edad, durante
tres años, y quedó dividido en 194 semanas.
“Los diarios, en general, son muy dispersos y
se toman demasiado en serio. Yo quería hacer uno que lanzara una mirada irónica
sobre este género, por un lado. Y, por otro, un diario que pareciera una
novela. Que no se supiera bien si era un diario disfrazado de novela o
viceversa”, agrega quien presentará este título durante la Feria del Libro de
Aguascalientes, el próximo viernes, a las 18:00 horas.
Cuenta que la mirada sobre su vida es
irónica, paradójica. “Es decir, el diarista no se toma muy en serio, ironiza
sobre su propia existencia. La ironía comienza poniendo como protagonista a
Juan José Millás, pues es a quien conozco mejor y al que puedo seguir por su
vida íntima”.
El también periodista detalla que estructuró
esta novela colocando al personaje principal en los lugares que él recorre
habitualmente: las visitas a la sicoanalista y al dentista, el taller de
escritura, sus pasos por Madrid, la familia, los amigos, su casa, el Metro, sus
lecturas y sus viajes. “Todo esto forma parte de distintos hilos narrativos que
se podrían leer de forma independiente; pero las líneas se van contaminando
unas a otras y se van trenzando en una sola”.
El autor de una obra que se ha traducido a 23
idiomas dice que no tuvo dificultad al desdoblarse en su protagonista. “Fue un
ejercicio muy gozoso, sobre todo comparado con la confección de una novela, que
es estresante y te pone trampas continuamente, las que tienes que superar, y a veces
te quedas estancado. Aquí sabía que el material no venía de afuera. El
sentimiento fue de gozo continuo durante los años que estuve trabajando. Tuve
la sensación de que no me costaba, sino que me divertía”, confiesa.
Sobre lo que comparten él y su personaje,
señala que es como el plano de la Ciudad de México, que no es la urbe, pero
sirve para saber cómo es ésta. “Este libro ofrece el plano de Millás; no es él,
pero es su representación fiel. Se puede conocer al autor leyéndolo, pero no
hay que confundir el mapa con el territorio, porque las leyes del territorio y
las de la vida son distintas. En el plano hay que mentir un poco para que la
gente se oriente en la ciudad; así aquí, a veces ha habido que novelar para que
los lectores se orienten mejor sobre el autor”.
Millás agrega que, al conocerlo mejor, es
posible que los lectores se descubran también a sí mismos. “Los seres humanos
no somos tan distintos, nos parecemos mucho, por eso nos gusta asomarnos a las
ventanas de las casas, porque están haciendo lo mismo que nosotros. Verlos a
ellos es vernos a nosotros mismos”.
Millás destaca que La vida a ratos nació
como un intento de hacer un reportaje sobre la vejez. “El problema es que ésta
es muy difícil de observar. Es como ver crecer la yerba, si la observas sientes
que no crece, pero si la dejas un rato y vuelves ves que ha crecido. No te
levantas un día y notas que estás viejo, sino que la vejez va llegando poco a
poco y te vas adaptando, no se percibe”.
El autor de novelas como El orden alfabético y Lo que sé de los hombrecillos indica que la vejez “es una etapa de
la vida que se parece mucho a la adolescencia, hay mucho misterio y confusión.
No soy capaz de decir en pocas líneas qué es la vejez, está narrado a lo largo
de la novela. Empezó con la idea de observar cómo se hace uno mayor, pero luego
se convirtió en un diario de la existencia”.
Tras esta mirada a su vida, sus hábitos y sus
ideas, asegura que nunca se le ha ocurrido definirse. “Soy una persona que
escribe, que dedica muchas horas a escribir, que tiene una vida muy solitaria,
y pocos amigos en el ámbito literario. Escribo por las mañanas y leo por las
tardes. No tengo nada qué criticar”, dice.
Aclara que este título no hace
una crítica velada al funcionamiento del mundo editorial. “Con mucho gusto
presento mis obras y acudo a las ferias del libro. Es mi forma de ayudar al
editor a promover un libro, pues va en el mismo barco que yo. No me gusta la
figura del escritor quejica, que se
queja de los viajes que debe hacer para promover su obra. Es indecente quejarse
de eso. Da más satisfacciones que cansancio”.
Apunta que con este volumen ratifica su
intento de dar “un salto mortal” en cada libro que escribe. “Es un experimento
literario, porque no he recurrido a las convenciones del género; está dividido
en semanas, no en días, y cada una es una unidad narrativa. La novedad es la
intención novelesca y la carga irónica”.
Algo que permea la trama son sus enseñanzas
como tallerista. “Les digo a mis lectores que desconfíen de los talleres que
prometen enseñar cómo se construye un personaje o se hace una descripción. Lo
difícil es saber desde dónde debes mirar para que la realidad te descubra sus
secretos, lo difícil de aprender a escribir es construir una mirada”.
Millás desliza también su asombro de que le
haya tocado vivir esta época, que se ha convertido en un paradigma. “El mundo
ha cambiado 360 grados con la irrupción del formato digital, el mundo viejo no
acaba de morir y el nuevo no acaba de nacer, el 80 por ciento de los trabajos
de 2030 aún no existen. Este paradigma no se parece a ningún otro en magnitud.
Es un cambio exponencial, no lineal. Sobre esto quiero escribir mi nueva
novela”, concluye.