• ¿Debilidad?
El indiscutible hecho de que a
temprana hora, México haya abierto las puertas de los noticieros de todo el
mundo, incluido el tsunami en las redes sociales, ha sido –sin duda-- uno
de los grandes objetivos logrados por Andrés Manuel López Obrador.
Ahora bien, el otro hecho,
respecto a que si con esa actuación, el presidente mostró o no debilidad al
haber ordenado la liberación de Ovidio Guzmán, eso, ya le corresponde juzgarlo
a los mexicanos.
Pero que quede claro: deben
hacerlo sin apasionamiento, dejando por un lado principios y cuestiones
religiosas. Y por sobre todo, sin ideologías ni colores partidistas.
Lo cierto de todo es que, con
esa determinación, obviamente que a México se le colocó en la picota del comentario,
del análisis; de la falta de inteligencia; del presunto error y del fracaso.
Incluso del señalamiento con el índice. Y si se quiere se le sentó en el
banquillo de los acusados.
Y en esos momentos, por sobre
todas las cosas habría de trascender el cuestionamiento en relación al presunto
fracaso de la fuerza pública mexicana.
Con esta entrega de hoy, hago
referencia a los hechos ocurridos recientemente en la capital de Sinaloa. Cuyo
operativo reveló escasez de estrategia, falta de preparación y desorganización.
Y con ello, (porque de cualquier manera y a pesar de todo, ese jueves negro
hubo muertos), se evidenció que no hay avance en lo que se refiere a la
política pacifista que tiene en mente el presidente.
En síntesis, lo que haya sido:
falta de cálculo, subordinación y retirada a tiempo, error o fracaso, lo cierto
de todo es que los hechos ocurridos nos dejaron –a propios y extraños--
demasiadas lecturas.
Porque, no debemos olvidar que
dentro de esas lecturas también está la promesa presidencial de que nunca va a
negociar con los criminales.
Pero, tampoco olvidemos que
Andrés Manuel López Obrador luce un colmillo demasiado retorcido y tiene más
salidas que un cerco viejo. Y para corroborar esto, habríamos de leer lo que
dijo:
“Acerca de que si se demostró
debilidad del Estado [con la liberación de Ovidio Guzmán], eso es más que nada
una conjetura de los expertos, sobre todo de nuestros adversarios. Los
conservadores no van a estar contentos con nada y van a estar siempre
cuestionándonos. No tenemos duda de que fue la mejor decisión”.
Hizo saber que el poder no es
prepotencia; que no es violencia, sino que es humildad, y que sólo tiene
sentido cuando se pone al servicio de los demás: “Yo encabezo un gobierno
civilista, no es una dictadura militar ni un gobierno civil con afanes
autoritarios”, dijo y agregó: “Cuesta trabajo que esto se entienda pero los
hechos, además ya se probó [la violencia y el uso de la fuerza] y resultó un
rotundo fracaso”. Y por sobre todo: “esa política autoritaria de la razón de
Estado causó miles de muertos, más de un millón de víctimas. Nosotros no vamos
a seguir con eso. No queremos la guerra”.
Y con ese mismo colmillo
retorcido descartó que con la liberación de Ovidio Guzmán, presunto líder del
Cártel de Sinaloa, se fortalezca el crimen organizado, y para ello hizo esta
interrogante: “¿Cómo se va a fortalecer una organización que usa la
violencia?”. Y concluyó así: “no tiene autoridad moral”.
Más aun, debemos recordar que
cuando Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia ya llevaba consigo su
lema: “abrazos, no balazos” y en ello precisamente justificó el fin del
operativo en Culiacán, alegando que así se protegería a la población y de paso
se estaría evitando una masacre. Argumentando (con aquel mismo colmillo) que
“no se puede apagar el fuego con el fuego”, y marcando de nuevo su distancia de
las políticas belicistas de sus antecesores Felipe Calderón y Enrique Peña
Nieto, centradas en la detención de los cabecillas, cuyo único efecto fue
provocar más violencia.
Sin embargo, si nos basamos en
la opinión de expertos, todo en su conjunto ha arrojado escasos
resultados debido a improvisaciones, a precipitaciones, a falta de planeación y
estrategias tal y como ha ocurrido en otros operativos donde han muerto elementos
de los cuerpos de seguridad nacional.
Y desgracia mente
las cifras siguen siendo demoledoras toda vez que siete de cada diez
mexicanos se sienten inseguros en un país con un centenar de asesinatos al día
en lo que va de año. Y los hechos acaecidos en Culiacán, lamentablemente sólo
refuerzan la visión de un Estado fallido para frenar al narcotráfico.
Por cierto, al cuestionársele
al mandatario nacional respecto a si le parece “una exageración” que se diga
que ha fracasado su estrategia, de nuevo tuvo una airosa salida:
“Eso es lo que quisieran los
conservadores, andan desquiciados, de que fracasemos. Tengo otros datos”,
ironizó durante una rueda de prensa realizada desde Oaxaca. Agregando:
“La debilidad del Estado es una conjetura de los expertos, sobre todo de
nuestros adversarios, los conservadores, no van a estar contentos con nada y
van siempre a cuestionarnos, nosotros no tenemos duda de que fue la mejor
decisión”. Y añadió que encabeza un gobierno civilista, no una dictadura
militar, lo cual cuesta mucho que se entienda.
Sin embargo: ¿Por qué el
fracaso? Porque no era el momento para realizar ese opérativo. No era el día ni
la hora. Así de simple. Menos aun cuando sabían que no eran los elementos
policiacos suficientes para enfrentar a la delincuencia organizada. Es decir
fue una estrategia pobre. Y el error lo cometieron los altos mandos. Además
porque hubo precipitación en el operativo; como también hubo falta de
planeación y falta de previsión.
Pero lo altamente positivo fue
que el milagro ocurrió, al no ser masacrados los elementos de la fuerza
pública, quienes fueron metidos en la boca del lobo.
Y qué bueno. Porque de otra
manera los comentarios positivos que dice le han llegado a Andrés Manuel López
Obrador, no serían tales. Y contrariamente daría traspiés por otros
derroteros.
Cuestión de tiempo.