“Los desaparecidos y los muertos tienen mucho que decir”, dice en entrevista el músico y escritor argenmex
MÉXICO.
Después de 12 años de su debut literario, Federico Bonasso (1967) regresa con Diario negro de Buenos Aires, su segunda novela, un relato oscuro escrito a partir de experiencias autobiográficas alrededor del exilio y el regreso a su ciudad natal.
Escritor desde siempre, pero sin ánimo de publicar, Bonasso es un hijo del exilio argentino en México, músico chilango con El Juguete Rabioso y ahora con su nuevo ensamble, La Subversión. En 2007 autopublicó, sin demasiada difusión, Regreso a México, novela de juventud, a su juicio, “solar”. Este año vuelve a librerías con una historia de rostro más sombrío.
El protagonista de Diario negro es un joven que, después de vivir 20 años en México, se enfrenta a su pasado en la búsqueda de redescubrir la ciudad de la tuvo que salir exiliado durante la dictadura, periodo que le costó a Argentina al menos 30 mil desaparecidos.
Una inmensa mano me sacó del país”, dice el narrador. Al volver, el protagonista encuentra que todo le es ajeno: el habla porteña se le niega, su desencuentro con la ciudad y sus personajes es doloroso y transita por calles y parques como un anónimo absoluto e hipersensible.
El Buenos Aires al que regresa el protagonista coincide geográficamente con la ciudad donde él nació, pero ya no coincide en el sentimiento. “No se extrañan los sitios, sino los tiempos”, escribió Borges, autor presente en el libro, más que como escritor, como filósofo.
Negar que hay muchos elementos autobiográficos es una tontería, pero tengo la legítima ilusión de que sea un libro de literatura, no un libro testimonial. De hecho, hay muchas cosas que no están resueltas o son vagas, porque el libro pretende generar ese clima y esa
atmósfera. Soy un escritor que apela a las sensaciones, no a los datos, como: ¿qué es regresar o qué sensación te dejan las calles lluviosas de Buenos Aires?”.
La novela parte de experiencias vitales para el autor. Sus padres sacaron a Federico y a su hermana de Argentina en la dictadura de Videla, después de vivir más de un año en la clandestinidad debido a la actividad guerrillera de su padre con Montoneros. “Parte de ese clima ominoso de la clandestinidad y lo que significó entrenarse para cambiar de nombre, está en el libro”, explica Bonasso.
Después de años en México y tras la desintegración de Juguete Rabioso, regresó a Buenos Aires en 1999, con 30 años. En el libro, el retorno es anhelado por el narrador; sin embargo, redescubre una ciudad negra y violenta. Siente pertenencia, su familia y amigos están ahí, pero su adaptación fracasa.
Se topa con que sus mejores interlocutores en ese Buenos Aires no son los vivos sino los muertos”, señala.
En el cementerio de Chacarita halla refugio. Ahí el personaje se tiende a escuchar el susurro de los muertos. Ellos lo cobijan, lo protegen del dolor; no así los vivos, para quienes representa una molestia. “Nadie va a venir a rescatarte de tu propia susceptibilidad”, le dice su tío.
El narrador camina la noche porteña de Belgrano, San Telmo o Palermo, cuando “tribus eufóricas se reparten la calle”, acompañado de personajes entrañables y violentos: su primo que lo asila, sus condóminos que le organizan un juicio sumario; Celeste, su compañera y pasado amor, que trata de comprenderlo, “la única que le tira un lazo humano” a su regreso.
La exploración del narrador termina en una especie de secta del “descoloramiento”. Ahí las emociones están prohibidas, no tienen cabida. Este excéntrico club es, según el narrador, “una exageración del sicoanálisis, una burla a esa conducta porteña de sobresicoanalizarlo todo, que promueve un clímax de la emoción, pero cuando éste llega propone abortarla, para protegerse del dolor y entrar en un ciclo de espera, como metáfora de renunciar a vivir la vida con dolores y volverse un ser sin color”.
Este es un diario de remembranzas, es el cuaderno de “un tipo que regresa con el mapa del tesoro en la mano, pero ya muy tarde”, un rompecabezas imposible, una declaración de amor y odio que busca sueños en las pesadillas de una ciudad furiosa, perdida.
Dentro de Diario negro habitan otros autores: Turguénev, Borges o Bradbury, y un libro figurativo que guía los pasos del narrador. Biología de la decepción de Arráenz es un “Necronomicón porteño” y a la vez un tratado médico-literario sobre la muerte. No es gratuito que ese texto, sobre la frontera entre vida y muerte, se inserte en la narración, pues se convierte en la alegoría del desencanto que siente el personaje con Argentina y el mundo. “Los desaparecidos y los muertos tienen mucho que decir”, detalla Bonasso.
La novela, escrita en un hibridaje de argenmex, no busca ser un testimonio, sino una investigación ficcional. Bonasso plantea una pregunta desde su identidad artística y busca responderla en este libro: “¿Podemos recuperar lo que nos fue arrebatado? No sólo lo que perdimos por ser migrantes, sino la parte fundamental de nuestra vida que nos quitaron, nuestra infancia”.
Con este libro, Bonasso reafirma su deseo de investigar sus propios demonios. “No hay tópicos de moda para mí, más que los de mi propio corazón… No voy transar con mi literatura”, y señala que seguirá por el rumbo de exorcizar sus miedos con Buenos Aires más que como espacio, como símbolo de lo perdido, la memoria y lo arrebatado.