El investigador mexicano exploró “la historia y el alma” de la música prehispánica, impregnada de una fuerte carga erótica y calificada por los conquistadores españoles como una expresión profana
MÉXICO.
La música prehispánica estaba impregnada de una fuerte carga erótica, pero los españoles la calificaron de profana y diabólica, sin comprender su relación con los ciclos reproductivos de la vida y los rituales de petición de lluvia o asociados a la cosecha del maíz, por lo que decidieron extinguirla, dice a Excélsior el musicólogo Elías Morado, quien publica Toxochicaquiliz. Nuestra escucha florida: vocabulario musical en lengua náhuatl, la más reciente exploración sobre la historia y el alma de la música prehispánica, nueva aproximación a la forma como pudo sonar la música producida en lengua náhuatl.
Y de paso, compila un diccionario con tres mil vocablos musicales a partir del Vocabulario en lengua castellana y mexicana, y mexicana y castellana, de Alonso de Molina (1571); y del Diccionario del idioma náhuatl para estudiantes, de Federico Nagel (2009), y recupera los distintos nombres que se les da a los instrumentos en dicha lengua.
Este libro nació a partir del estudio de la lengua náhuatl en la UNAM y de mi campo de formación profesional: la musicología, que me llevó a estudiar los repertorios coloniales tempranos, muchos de los cuales están escritos en náhuatl”, detalla.
A partir de estas investigaciones, de orden musicológico, empecé a ver la necesidad de estudiar a fondo la lengua náhuatl; cuando estudiamos las expresiones del siglo XVI, y las subsecuentes, asumimos que son músicas sincréticas que integran las raíces ibérica y prehispánica. Sin embargo, hay un gran vacío en cuanto a nuestro conocimiento de las músicas indígenas”, afirma.
Y cuando hablamos de música sincrética, abordamos una propuesta un tanto superficial, porque tenemos mucho conocimiento sobre la música europea, pero casi nada respecto de las músicas del periodo prehispánico. Así que al dar por hecho que son músicas sincréticas, mestizas o híbridas… se hace una afirmación un tanto endeble”.
¿Cuál es la crítica central del libro?, se le cuestiona al musicólogo. “Es una crítica a esas interpretaciones que han preferido dar por cerradas algunas rutas de investigación antes que cuestionar sus fundamentos, por lo que muchas veces caminan en círculos. Considero que tenemos muchas visiones acerca de la historia de la música, pero muy pocos ejercicios de audición, así que deberíamos tener puntos de audición y no puntos de vista”.
¿Eso qué implica? “Que ante los fenómenos de la historia y la cultura no podemos tomar una postura como si fuéramos naturalistas que estudian de lejos un conjunto de rocas, insectos o plantas. En materia humana tenemos que involucrarnos con ejercicios de audición frente a una cultura fuertemente visual. Pero nos hemos olvidado de que la música es una experiencia sonora y que el 99 por ciento de las expresiones del mundo son para escucharse, no para verse”.
¿Qué descubrió en esta indagación? “Que cuando te planteas estudiar la música prehispánica desde lo profundo, hallas una relación entre música y erotismo. Es lo primero. Y al estudiar la música náhuatl descubrimos que las músicas rituales, de petición de lluvia y asociadas a la cosecha forman parte de ciclos reproductivos de la vida.
Así que a menudo olvidamos que el mundo prehispánico estaba lleno de diosas eróticas, encargadas de asegurar la fertilidad de la tierra y la vida. Y una parte de esas músicas dirigidas al Sol, la Tierra o a la lluvia… son músicas eróticas”, explica.
Esa indagación, apunta, “es muy importante, porque fuimos colonizados por una cultura que llegó a tener comportamientos fundamentalistas con respecto a su propia religión y entonces las antiguas diosas eróticas fueron sustituidas por representaciones de índole puritana”.
Entonces, tenemos la transformación de Xochiquetzal en María y esa parte del fenómeno tuvo consecuencias en la música. Sobre todo, si pensamos en la cantidad de repertorio erótico, amoroso, sexual que pudo haber en ese tiempo. Pero de eso no conocemos nada, pues al final acabamos permeados por esta cultura puritana de condenación del cuerpo, de la experiencia sexual y de la vida erótica. La primera parte del libro tiene una crítica muy fuerte a esto”.
La otra parte del volumen se refiere a los vocablos. Sin embargo, Elías Morado destaca que, si bien las fuentes bibliográficas aportan crónicas y conceptos que hoy se considera las primeras piezas de antropología del llamado Nuevo Mundo, se nos olvida que esos autores tenían una intención muy diferente a la de preservar el conocimiento de la música prehispánica.
Su intención era erradicar no solamente aspectos de la cultura, sino concretamente expurgar la música que los indígenas cantaban y usaban en sus ritos de aquella época.
¿Y por qué les interesaba tanto?, se pregunta. “Porque ellos pensaban que en la música era donde se escondía el diablo. Y si el diablo se esconde ahí, se tienen que erradicar estas músicas y castigar a quien siga cantando estos repertorios. Entonces retomo sus mismos libros que usaron para erradicar estas músicas, hoy los vamos a usar para intentar revivirlas o conocerlas desde otro punto de vista”.
¿Cómo ayuda el vocabulario musical que aporta el libro?, se le inquiere. “Es como tener una tabla de elementos químicos que te permite combinarlos con plena libertad y experimentar para ver qué surge. Es un conjunto de vocablos, más de tres mil, organizados en más de 30 tablas temáticas que nos permiten jugar libremente con los conceptos y empezar a hacer asociaciones, inventar metáforas y jugar con los conceptos”.
La idea es crear imágenes nuevas y empezar a explorar sobre un terreno hasta cierto punto novedoso, porque cuando acabé el libro y empecé a conversar con especialistas, los hablantes de la lengua náhuatl, se sorprendieron de que hubiera tantos vocablos y que fueran útiles para referir la música de modo directo o indirecto”.