El trabajo del escritor argentino es, en su mayoría, de corte fantástico y filosófico; el escritor contaba con una gran biblioteca, heredada de su padre y de su abuela inglesa
Ayer Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Argentina, 1899-Ginebra, Suiza, 1986) cumpliría 120 años, y a más de un siglo de su nacimiento, su legado seguirá vigente.
Poeta, ensayista, narrador y traductor, Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo nació en una familia de próceres que contribuyeron a la independencia de su país. Fue su padre, Jorge Borges Haslam, quien rompió la tradición al convertirse en profesor de psicología e inglés.
Creció junto con sus padres y su hermana y compañera de juegos, Norah, en una casa ajardinada del barrio de Palermo, donde aprendió a leer inglés con su abuela Fanny Haslam. Con apenas seis años de edad confesó su vocación de escritor, e inspirado en un pasaje de Don Quijote de la Mancha, redactó su primera fábula, La visera fatal, y a los 10 hizo su primera publicación, la traducción al castellano de El príncipe feliz, de Óscar Wilde.
Al inicio de la Primera Guerra Mundial, Borges viajó con su familia a Suiza, donde estudió; luego lo hizo en Inglaterra y vivió en España de 1919 a 1921, año en el que regresó a su país natal. En esa etapa escribió y colaboró en revistas literarias francesas y españolas, en las que publicó, principalmente, ensayos y manifiestos.
Ya en Argentina fundó, junto con Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1874-1952), las revistas Prisma y Prosa, y en 1923 dio a conocer su primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires. Doce años más tarde publicó Historia universal de la infamia, en el formato que le dio fama, el relato breve.
Quien no creía en el valor de lo que escribía, sino en el placer de escribir –como aseveró alguna vez– vio crecer su prestigio en la década de los 30, época en la que colaboró con Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires, 1914-1999) en libros como Antología de la literatura fantástica, y se dedicó a la crítica literaria y la traducción de autores como Virginia Woolf, Henri Michaux o William Faulkner.
Borges fue también bibliotecario, conferencista e incursionó en la enseñanza como profesor de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires; fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, miembro de la Academia Argentina de las Letras y director de la Biblioteca Nacional de Argentina, de 1955 hasta 1974.
Compartió con el autor irlandés Samuel Beckett el "Premio Formentor", en 1961, y 18 años después obtuvo el "Premio Cervantes" por la importancia de su obra. Durante más de un cuarto de siglo fue candidato a recibir el Nobel de Literatura, pero no lo obtuvo, a lo que señaló en su momento: “Negarme el Nobel se ha convertido como en una tradición escandinava”.
El escritor contaba con una gran biblioteca, heredada de su padre y de su abuela inglesa, con ejemplares no sólo de literatura, sino filosofía, religión, astrología, matemáticas y ciencias. Según María Kodama, su compañera hasta sus últimos días, Borges tenía una gran curiosidad y se enorgullecía, no de las páginas escritas, sino de las leídas.
La obra de Jorge Luis Borges “es, en su mayoría, de corte fantástico y filosófico; el juego con el lenguaje y las referencias literarias son constantes, y no deja de ofrecer textos complejos y extraordinarios. Es una obra que ha despertado el interés de filólogos, semióticos, filósofos y hasta matemáticos”, señaló el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) en un comunicado.
Entre sus obras se encuentran títulos de poesía como El otro, el mismo (1964), Elogio de la sombra (1969), El oro de los tigres (1972), La rosa profunda (1975), La moneda de hierro (1976) y Los conjurados (1985), entre otros.
En cuento sobresalen títulos como Historia universal de la infamia (1935), Ficciones (1944), El Aleph (1949), El informe de Brodie (1970), El libro de arena (1975) y La memoria de Shakespeare (1983). También escribió ensayos, como Historia de la eternidad (1936).