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Hoy es domingo, 24 de noviembre de 2024

Karla Zárate: “Todos traemos el bien y el mal de nacimiento”

• La escritora habla de su segunda novela, Llegada la hora, publicada por Dharma Books, cuyo protagonista es el cocinero de una cárcel para condenados a muerte

Karla Zárate: “Todos traemos el bien y el mal de nacimiento”

 

En Llegada la hora, John Guadalupe Ontuno, jefe de cocina de la prisión texana de Polunsky, confiesa un crimen. Un asesinato, para ser precisos. "Acabo de chingarme al alcaide de la prisión", cuenta impávido y con cierto descaro. Su declaración detona una trama con vocación de thriller, pero contada desde la sensibilidad de un cocinero chicano encargado de preparar el último alimento que se llevarán a la boca los condenados a muerte.

 

Publicada por Dharma Books, la novela de Karla Zárate puede leerse como un bildungsroman, una historia de crecimiento narrada en primera persona por un hombre que encarna la dualidad. Para comprobarlo basta reparar en la sincrética sonoridad de su nombre —John Guadalupe—, que concentra “lo guadalupano, lo hispano, lo católico... lo que identifica al mexicano, seas o no creyente, y un nombre como John, tan común en Norteamérica”, cuenta en entrevista Zárate, de impecable cabellera rubia y chamarra de cuero negra.

 

El protagonista crece en Eden, un pueblo diminuto en el centro de Texas, donde se codea con las pandillas, se hace de amigos que lo atan al vandalismo y a las drogas blandas, experimenta sus primeras fantasías sexuales y logra, quizá estimulado por su anhelo de superación, sobresalir en la escuela como alumno ejemplar.

 

La idea del personaje, afirma la autora, “viene de dos términos del psicoanálisis freudiano: la pulsión de vida y de la pulsión de muerte”. El recurso no es gratuito, obedece a su formación en esa praxis de la psicología. También doctora en Literatura Moderna, Zárate considera que “el gran conflicto del ser humano viene de Edipo”. Por eso le confirió a su protagonista un padre castigador, con quien mantiene una rivalidad que sólo se desahoga con la sangre a través de lo que la autora llama un “desplazamiento de la venganza”.

 

En el libro subyace una lucha histórica: la disputa entre el bien y el mal. Zárate evita la incomodidad de responder si John Guadalupe se decanta por la virtud o la vileza. “No me gusta categorizar. Yo he hecho cosas malísimas y buenísimas. Quise salirme de este arquetipo que a veces ocurre mucho en el cine, porque me interesaba hablar de la condición humana, de la escisión que todos traemos desde el momento en que nacemos”.

 

Ese impulso dicotómico se materializó en una experiencia determinante durante el proceso de escritura de Llegada la hora. A punto de viajar a Texas, un conocido le propuso visitar el Reclusorio Norte. Gracias a las simpatías del sistema penal mexicano, Karla se encontró sentada a la mesa dentro de una celda privilegiada, a punto de comer los camarones con arroz que le había cocinado “un criminal de esos tremendos”. 

 

“Me cayeron perfecto; son simpatiquísimos. Yo no podía creer que eso me estaba pasando, era como estar comiendo en un restaurante de lujo en la Ciudad de México. Ahí entra esta ética que luego se nos tambalea a todos”, reflexiona, todavía con cierta incredulidad en la voz.

 

Sobre la fascinación que nos causan las historias de asesinos, Karla opta por una explicación que parece dictada por Freud. “Todos somos muy perversos. A los seres humanos nos encantan estos temas porque a veces no nos atrevemos a hablarlos o a tomar una postura. Nos encantan estas cosas que nos mueven las entrañas, pensar en qué pasaría si yo fuera el verdugo o el condenado. A mí me interesa perturbar al lector, que sienta lo que yo estoy sintiendo”.

 

Hacia el final de la novela, el lector percibe un cambio de velocidad: los capítulos se van acortando y las frases se encogen. Es una táctica deliberada, pues Zárate quiso “darle agilidad para llegar al final. Una obsesión mía es el tiempo y eso es lo que busco suscitar: que a todos nos llega la hora”.