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Hoy es martes, 26 de noviembre de 2024

Este Walmart unía a 2 culturas, hasta que llegó un asesino

Un analista dijo que la mayoría de las grandes tiendas de su tipo reúnen en promedio a 14 mil clientes por semana; el Walmart de El Paso recibía a 65 mil

Este Walmart unía a 2 culturas, hasta que llegó un asesino

EL PASO, texas. 

Dos naciones se unen física y culturalmente en El Paso, Texas. Un Walmart con mucho ajetreo, ubicado en el lado este de la ciudad, a unos minutos de la frontera con México, era un ejemplo de esos lazos.

La tienda era una versión del Estados Unidos típico en la frontera: una gran cantidad de familias mexicoestadounidenses de El Paso se congregaban en la megatienda casi a diario para comprar abarrotes baratos y, hacia el final del verano, útiles escolares.

Casi con la misma frecuencia, familias mexicanas cruzaban el puente internacional en auto para comprar televisores más baratos, cajas de pañales y ropa en descuento. Era una de las diez tiendas más concurridas de la empresa en Estados Unidos: un analista dijo que la mayoría de las grandes tiendas de su tipo reúnen en promedio a 14 mil clientes por semana; el Walmart de El Paso recibía a 65 mil.

En sus anaqueles se almacenaban las camisetas de la selección de futbol mexicana, latas de chiles y salsa y banderas mexicanas, exhibidas debajo de las de Estados Unidos y Texas. El personal de la farmacia era completamente bilingüe. “Realmente se siente como una tienda de las Naciones Unidas”, dijo Burt P. Flickinger III, un consultor en ventas minoristas que ha visitado y estudiado el Walmart de El Paso.

 

Walmart de El Paso de noche

 

Esta es la frontera tal como se vive día a día, lejos del candente debate nacional en torno a la inmigración: los niños cruzan de ida y vuelta para ir a la escuela; otros vienen por trabajo o de compras.

Fue en este Walmart, una soleada mañana de sábado, donde un atacante blanco, molesto por lo que llamó “la invasión hispana de Texas”, decidió llevar a cabo un horrible acto de violencia.

En el pasado, personas perturbadas han atacado a judíos estadounidenses, a personas negras estadounidenses, a musulmanes estadounidenses, a gays estadounidenses y a periodistas estadounidenses. En esta ocasión el atacante de El Paso, identificado por autoridades como Patrick Crusius, de 21 años, eligió como blanco a compradores y trabajadores mexicanos y mexicano-estadounidenses. El sábado 3 de agosto mató a veinte personas e hirió a otras veintisiete.

Aunque ha habido muchas víctimas de origen hispano en varios de los tiroteos masivos que han impactado a Estados Unidos en años recientes —entre ellos, el ataque al club nocturno Pulse en Orlando, Florida, en 2016—, la masacre en El Paso fue el atentado más mortífero dirigido contra latinos en la historia reciente del país.

 

El manifiesto que, según un funcionario federal, Crusius escribió y publicó en línea minutos antes de la masacre dejó en claro sus creencias antiinmigrantes. Escribió que la migración “solo puede ser perjudicial para el futuro de Estados Unidos” y se lamentó de un futuro en el que los hispanos tomaran el control de los gobiernos locales y estatales “cambiando las políticas para adaptarlas mejor a sus necesidades”.

La aparente motivación antihispana detrás del ataque sorprendió a residentes y funcionarios de El Paso, al tratarse de un estallido súbito de violencia a partir del complicado debate en torno a la cultura y la inmigración estadounidenses, que sucedió en una ciudad que ha sido un punto focal de migración y un lugar —como muchas otras ciudades fronterizas— donde la idea de la inmigración e identidad nacional rara vez se ha sentido como un factor de división.

“Lo que me impactó más no es que fuera un tiroteo masivo, sino el motivo, el hecho de que específicamente se dirigió a mexicoestadounidenses e hispanos”, dijo Gilda Baeza Ortega, bibliotecaria de 67 años de la Universidad Western New Mexico que estaba en El Paso para visitar a sus padres. “Él vino aquí por nosotros”.

En todo el país, muchos latinos describieron la masacre del sábado como un momento similar al 11 de Septiembre. El anuncio que el FBI hizo el domingo 4 de agosto de que la investigación del tiroteo es por terrorismo interno, solo contribuyó a reforzar esa sensación, especialmente en una ciudad que es 80 por ciento hispana.

 

“Este hombre anglo vino aquí a matar hispanos”, dijo el alguacil de El Paso, Richard Wiles. “Estoy indignado y ustedes deberían estar indignados también. La nación entera debería estar indignada. En este día y época, con todos los asuntos serios que encaramos, aún confrontamos a personas que se matan unas a otras por la única razón del color de su piel”.

Antes de que el ataque trastocara la normalidad en El Paso, el Walmart y el centro comercial a su alrededor atraían a muchas personas del otro lado de la frontera y a muchos residentes de El Paso que buscaban qué hacer la tarde del fin de semana. Gente de ambos lados de la frontera iba camino a un cine no muy lejos del Walmart, a comprar ropa de descuento en una tienda Ross Dress for Less cercana o se dirigían a la hora feliz del restaurante Hooters.

Hace mucho que Texas es un estado en el que los hispanos han formado y definido la identidad. Pero en años recientes, los texanos viejos y blancos han chocado repetidamente con los nuevos texanos hispanos.

Una parte de la tensión tiene que ver con quién cuenta la historia. Activistas y académicos han empezado a enfocarse en el legado de las campañas de terror racista contra los latinos en esta parte del oeste estadounidense, entre ellas las que resultaron hace un siglo en el linchamiento de mexicanos por turbas de anglos. Y los historiadores se remontan más atrás en el debate sobre si hay una “invasión de Texas” y observan que en realidad esta la llevaron a cabo los blancos dueños de esclavos que migraron a la región en el siglo XIX, cuando todavía era parte de México; cuando fue su secesión en 1836, esos pobladores blancos consagraron la supremacía blanca en la primera constitución de Texas.

Los choques más recientes no solo han resultado en batallas en las cortes que se prolongan durante años, sino también en confrontaciones físicas entre legisladores blancos e hispanos en el pleno del Congreso de Texas. Los funcionarios republicanos blancos en Texas han expresado públicamente su alarma ante lo que describen como una “invasión” de migrantes que propagan enfermedades en la frontera sur del estado.

Ahora los residentes de El Paso han presenciado cómo las partes de más odio del debate han traído la violencia hasta sus puertas. 

Adriana Ruiz estaba entre quienes acudieron al Walmart después del atentado para dejar flores; compró el ramo en otro Walmart de El Paso después de ir a la iglesia.

“Yo solo…”, dijo y su voz se extravió. “Ahora tengo el corazón roto”.

Ruiz, de 50 años, dijo que le dolía la hostilidad del debate nacional estadounidense acerca de El Paso. Con el aumento de migrantes centroamericanos en los últimos meses, la ciudad se ha vuelto una suerte de zona cero de la discusión. Para ella el crimen de odio del sábado contrasta con el espíritu de la ciudad donde ella nació y creció: recordó que ella también solía cruzar para ir de compras a Ciudad Juárez los sábados con su madre, su abuela y sus tías.

“No importa de quién se trate”, dijo ella. “Hacemos que se sientan como en casa”.

Ruiz dijo que el tiroteo mostraba que el ambiente tóxico fuera de El Paso estaba llegando a la ciudad; una toxicidad que veía en la retórica sobre la vida en la ciudad, especialmente en el discurso del presidente Donald Trump, pero que no reflejaba lo que ella conoce.

“Eso es algo que vino desde arriba”, dijo Ruiz, en referencia a que políticos como Trump que con frecuencia pintan a la frontera como un sitio de crisis amenazado por invasores externos.

“Es idiota”, dijo, y reconoció que el enojo le impedía encontrar las palabras adecuadas. “Quisiera decir palabras más duras, pero no es correcto”.

El Walmart donde ocurrió el tiroteo se ubica en el lado este de El Paso, por la Interestatal 10, cerca de hoteles, restaurantes de cadena y un centro comercial. Fuera de los productos que están dirigidos a los compradores mexicanos, es igual a otros Walmarts en todo el país. La tienda no vende armas, pero sí municiones, dijo Randy Hargrove, vocero de Walmart.

El domingo la tienda seguía acordonada por la policía, que continuaba recolectando evidencia de la masacre. El estacionamiento seguía lleno, con los mismos autos que habían estado ahí desde antes de que empezara el tiroteo el día previo.

Una fila constante de autos pasaba por ahí, algunos con cámaras pegadas a las ventanas. Un hombre se acercó caminando, se detuvo en silencio por un momento, se persignó y se marchó.

Se improvisó un pequeño monumento conmemorativo cerca de una barrera de aluminio detrás de la tienda. Había algunos afiches —“El Paso es una familia”, decía uno— así como un osito de peluche, velas de oración y una imagen de la Virgen de Guadalupe.

Jessica Windham, de 35 años, dijo que lo visitó para que su hija de 2 años pudiera dejar flores mientras sus otros dos hijos miraban.

“Quise traer a los chicos para que comprendieran que estas son cosas que tenemos que hacer, porque estamos en un mundo en el que ellos no están seguros”, dijo Windham.

Simon Romero reportó desde El Paso; Manny Fernandez, desde Houston, y Michael Corkery, desde Gloucester, Massachusetts. Colaboraron con el reportaje Rick Rojas, Arturo Rubio y Erin Coulehan, desde El Paso; David Montgomery, desde Austin, Texas, y Katie Benner, desde Montrose, Colorado.