• México. Estado de indefensión
Es del todo indiscutible la
expresión del presidente Andrés Manuel López Obrador cuando dice: “lleva
tiempo limpiar la mugre”. No es para menos. Los otros, --también podría decirlo
AMLO-- se llevaron 75 años y apenas medio sacudieron el polvo. Por aquí y por
allá dejaron regado montones enormes de escombros y basura, que hoy
–vale decirlo-- se han incrementado. Y lo peor es que el estiércol, las boñigas
y el excremento lo han desparramado. De tal manera que la situación ha
empeorado; y la hediondez, sobre todo de esa putrefacción de los muertos, ya se
ha tornado insoportable.
Dicho de otra manera --también
coloquial--, el gobierno federal actual, desde sus inicios se puso a mover los
panales y torear a todos los vitachis, y en lugar de echarles flits, les
proporciona alimento y les da agua para beber y así tenerlos contentos, para
que de esta manera solo ataquen a los indefensos, es decir al pueblo, a los de
abajo, y no toque a los de arriba. Y todo se basa en ese recalcitrante amor y
paz que el presidente pregona, aunado a la férrea defensa de los derechos
humanos de los delincuentes.
La gran prueba de lo anterior
lo representa en estos momentos una entidad sin tortillas: Guanajuato. Y con eso,
los delincuentes han rebasado límites. Han llegado al clímax. Porque con eso
han tocado las fibras más sensibles del pueblo. Y usted señor presidente sabe
perfectamente que la tortilla, es el sustento, es la base en el alimento
diario del mexicano. Sin tortilla ningún mexicano –al menos los de abajo--
puede subsistir. Es decir a las familias le han pegado donde más le duele: el
estómago.
Entonces, sin antes dejar de
preguntar: ¿Qué sigue? También habré de cuestionar: ¿Qué va a hacer ahora señor
presidente…? ¿Qué va a declarar ahora señor presidente…? ¿Qué aquí no pasa
nada…? ¿Qué vamos progresando…?
Por esto el hartazgo ha
llegado a la sociedad mexicana hasta provocarle el vómito. Y porque tal
como lo he reiterado hasta el cansancio, la delincuencia, esa que hoy por hoy
ha adquirido el derecho a picaporte en los juzgados, no son precisamente unas
hermanitas de la caridad a las que se le debe profesar abrazos y besos. Y con
su actitud y con esas declaraciones matutinas de gran cariño hacia ellos, usted
señor presidente les ha dado la mano, y con eso, los delincuentes le han
tomado el pie.
Por eso la impaciencia, por
eso el dolor, por eso el sufrimiento y el hartazgo, de toda la sociedad
mexicana. Porque, la ligereza, la irresponsabilidad y el importamadrismo, se
siguen contoneando por los pasillos de los juzgados y adueñándose de las
oficinas de los jueces permitiendo la libertad de los criminales y con ello
dando paso a su descarada reincidencia. Mientras, --lo he dicho también--, los
juzgados se siguen convirtiendo en los nidos de la justificación, de la
simulación, de la impunidad. Y de seguir las cosas así, la violencia
seguirá creciendo y la justicia por mano propia, será la solución.
Y todo esto que está pasando,
señor presidente, son signos de malignidad, de inmoralidad, de depravación, de
perversidad, de impunidad. Es decir las mismas prácticas nocivas del pasado.
Aquellas que usted se comprometió a atacar y en su caso, acabar y porque todo
se deriva precisamente de la corrupción.
Hay que hacer memoria: en una
de sus conferencias matutinas, usted hizo el compromiso de exhibir a todos
aquellos jueces “a modo y al servicio de la delincuencia” que, “bajo el
anonimato” liberan a presuntos delincuentes, los cuales “Salen libres
burlándose de la autoridad”. Literal lo dijo usted.
Pero nadie hasta el momento ha
visto hechos, o acciones concretas al respecto. Luego entonces, por el
contrario nos sentimos obligados a aplicar el beneficio de la duda y decir que
la frivolidad, la indiferencia y el cohecho, seguramente han de seguir
permeando entre los hombres de la toga y el birrete, en tanto el pueblo
–receptor al fin-- sigue y seguirá sufriendo las consecuencias de esa falta de
acciones.
Por otro lado, señor
presidente, en estos momentos, cuando la violencia está provocando
terribles nauseas sociales, al grado que está obligando al pueblo a defecar
miedo y vomitar coraje, rebasando ya los límites de la razón para
obligarlo a hacerse justicia por su propia mano, creo que debe moverle a usted
la conciencia y tórnalo más sensible para actuar con mano dura. Porque de
seguir así las cosas, la sociedad resbala estrepitosamente hacia la profundidad
de ese abismo que no deseamos. Es decir hacia un estado de anarquía,
donde forzosamente y a falta de atención y estrategia oficial, tendrá que
predominar nada aceptable en la sociedad moderna, como lo es la Ley del Talión.
¿Por qué? Porque
lamentablemente esa falta de acciones gubernamentales están abriendo las
puertas a la ineficacia, a la extralimitación y a la brutalidad social. Y dando
paso al desorden, a la violencia y al caos. Mientras por otro lado esa misma
falta de acciones está cerrando las puertas al entendimiento, a la comprensión
y a la sensibilidad, para finalmente convertirnos en lo que no deseamos en
pleno siglo XXI: en trogloditas. Y lo también preocupante es que todo en su
conjunto está empantanando a la Justicia, tornándola muda, sorda, lenta e
ineficaz.
Pero lamentablemente mientras
usted y su cuarta transformación siga en su enconada lucha contra los
conservadores, mientras siga solo pregonando el amor y la paz, y mientras siga
advirtiendo: “nada que atente contra los derechos humanos”, dejando por un lado
el hambre y el dolor del pueblo, seguramente ese conglomerado que un día
confió ciegamente en un cambio, seguirá transitando por las oscuras brechas de
la sinrazón y el desorden, hasta que finalmente, tal como si fuera una olla de
presión, tendrá que explotar.
Porque esa pasividad, esa
inercia, y esa inactividad que hoy se advierte desde las esferas de
gobierno, es lo que está conduciendo a la sociedad por esos obscuros senderos
del terror y el miedo. Y justamente esa indolencia, esa indiferencia, esa
inacción y esa insensibilidad gubernamental, es lo que seguirá conculcando a la
sociedad a cobrar el ojo por el ojo, y el diente por el diente.
Simplemente porque no le queda
otro camino.
Cuestión de tiempo.