• No hay mal que dure cien años
Después de transcurridos siete
meses de su administración, y sumamente preocupado por acabar de tajo con lo
que siempre ha dado en llamar “el viejo régimen conservador y corrupto”, el
presidente Andrés Manuel López Obrador, como timonel, y sorteando esas grandes
marejadas, ha echado por la borda intereses muy importantes de cientos de
miles de mexicanos, e incluso, ha soslayado compromisos sociales, y de paso les
ha pegado duros golpes a miles y miles de familias donde más duele: el
estómago.
En efecto. Así es que por mi
parte, y de manera muy personal --buscando parafrasear a todos aquellos
que se dieron a la tarea de elaborar dichos y refranes--, antes de explicarme
con mayor claridad sobre el tema de hoy, iniciaré con el primer refrán
diciéndoles que precisamente: “aquí fue donde la puerca torció el rabo”.
Así es. Porque a pesar de que
ya ha transcurrido el tiempo suficiente para que los mexicanos podamos
visualizar, al menos, una esperanza de luz al otro lado del túnel, o
digamos algún punto de estabilidad que traiga un poco de consuelo, progreso y
paz, más bien pareciera que el barco que hoy conduce López Obrador,
navega en medio de turbulencias, toda vez que la gran expectación sobre sus primeros
anuncios de políticas públicas, no han arrojado credibilidad y tampoco sus
ocurrentes expresiones han estado exentas de dudas, polémica, y debate; y
allí es donde la gran mayoría de los mexicanos observan que la piola está tan
enredada que ven difícil, muy difícil poder encontrar la punta de la madeja. Es
entonces cuando a su mente llega la palabra Chimoltrúfica de: “cuando digo una
cosa digo otra”.
Y con este arranque en la
entrega de hoy, pretendo hacer alusión a algo sumamente importante, como lo es
el despido masivo de trabajadores que ha realizado y está haciendo el gobierno
federal. Y agregar en mi escrito que lo peor de todo, es que lo está
haciendo al margen de la ley. Y por supuesto con artimañas. Es decir, sin
indemnizar a ningún trabajador y mucho menos darle oportunidad a que defienda
el derecho que le asiste. A pesar de que existen las leyes.
En pocas palabras se asegura
que la totalidad de empleados que se irán a la calle, oscila entre 200 mil y
250 mil personas, sin importar que tengan uno o 30 años de servicios
ininterrumpidos: “están despedidos y háganle como quieran”, es supuestamente la
explicación que les dan, a sabiendas de que los jefes tienen el sartén por el
mango y con ello, la ley a su favor. Aun cuando con ello se estén pasando por
el arco del triunfo el tan cacaraqueado estado derecho.
Para cumplir con este programa
de despido masivo, se antepuso –supuestamente- que son parte de las medidas de
austeridad adoptadas por el gobierno, y en base a ello los primeros despidos los
hizo la Secretaria de Hacienda; después habrán de correr la misma suerte
empleados de las oficinas de representación en el extranjero, del programa
Paisano en Estados Unidos. Incluyendo no solo a dependencias, sino a órganos
administrativos desconcentrados, descentralizados, e instituciones públicas del
sector financiero, Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Secretaría de
Gobernación federal, Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los
Trabajadores del Estado (ISSSTE), así como a Pemex, CFE, CONAFOR y demás
entidades públicas.
He de aclarar que en su
momento, Irma Eréndira Sandoval, quien es titular de la Secretaria de la
Función Pública (SFP), dijo que estas nuevas medidas se hacen con “respeto a
los derechos de los funcionarios públicos”. Sin embargo, esta funcionaria cae
en el dicho aquel que: “del plato a la boca se cae la sopa”, toda vez que en
base a la información preliminar, a ninguno de los despedidos se les ha
respetado sus derechos laborales.
Es más, se afirma que han sido
áreas completas de la administración pública federal en las que desde el
gobierno se está exigiendo las renuncias del personal de confianza, sin
excepción alguna, toda vez que se realizan desde niveles operativos (los de
menor jerarquía), y hasta servidores públicos, sin importar que tengan
más de30 años de antigüedad.
Sin embargo, en estos tiempos
de gran movimiento de esos millares de migrantes que prácticamente están
invadiendo nuestro país, a las claras se observa que Andrés Manuel López
Obrador pretende hacer caravana con sombrero ajeno y de paso quedar bien con el
país vecino del norte al confirmar que existe la posibilidad de dar trabajo a
los migrantes; y con ello caer en el dicho aquel de: “candil de la calle
y oscuridad de la casa”. En tanto esos miles y miles de mexicanos que hoy están
sin trabajo, solo les queda decir: no cabe duda que “más pronto cae un hablador
que un cojo”.
Por otro lado, las familias de
estos desempleados, que probablemente emitieron su voto por el cambio hacia esa
cuarta transformación, y quienes hoy están sufriendo las terribles
consecuencias al resentir los duros golpes donde más duelen como lo es en el
estómago, indudablemente que mientras se atragantan con los tragos amargos de
la ingratitud, solo les queda decir aquel otro dicho de: “cría cuervos, y te
sacaran los ojos”, y por supuesto no dejar de pensar en este otro: “hecha
la ley, hecha la trampa”.
Luego entonces, para todos
ellos parientes, esposas-esposos, hermanos-hermanas, abuelos-abuelas,
hijos-hijas, tíos-tías, sobrinos-sobrinas, yernos- nueras. cuñadas-cuñados,
padrinos-madrinas, ahijadas-ahijados que forman parte de esa lista de
despedidos. Solo les queda lamentar, también, aquella vieja sentencia de: “el
hombre pone, Dios dispone, llega el Diablo y todo descompone”.
E indudablemente que hoy por
hoy, todos esos parientes que están resintiendo los embates de una
administración cuya embarcación navega en medio de la tormenta, y sin visos que
les dé la certeza de que algún día han de llegar a puerto seguro, --con gran
dolor y mucha pena--, en estos momentos se han de atener a aquel sabio refrán
de que “Nadie sabe el bien que tiene, hasta que lo ve perdido”.
En síntesis, todo analista que
observa lo que está ocurriendo, sin duda que ya alcanza a advertir que las consecuencias
pueden ser terribles, pues antes de que concluya el sexenio, habremos de darnos
cuenta que las filas de la delincuencia se habrán de fortalecer, toda vez que
los golpes al estómago de las familias son los más insoportables.
Sin embargo, los mexicanos
en general, han de seguir depositando su confianza en un mejor devenir
para nuestro país y sus familias. E indudablemente que, al seguir
luchando –como lo han hecho hasta hoy, por encontrar esa ansiada luz de
esperanza, habrán de decir finalmente que “No hay mal que dure cien
años”.
Cuestión de tiempo.