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Hoy es domingo, 24 de noviembre de 2024

En la novela 'Nudo de alacranes' se sigue el rastro del autor de Lady Chatterley

• La novela, de Eloy Urroz, narrada en primera persona, es el monólogo de “un tipo lúcido e inteligente, pero al mismo tiempo loco; uno de los personajes más complejos a los que he dado vida”, comenta en entrevista el narrador

En la novela 'Nudo de alacranes' se sigue el rastro del autor de Lady Chatterley

CIUDAD DE MÉXICO.

La visión de un asesino. Fernando Alday confiesa que mató a su amada Irene Dávila, una prostituta de quien se enamoró cuando era joven y por quien, 25 años después, al reencontrarla, abandonó a su mujer, hijos y país. “Por qué la asesiné”, se pregunta y se responde y reflexiona.

La novela Nudo de alacranes, de Eloy Urroz, narrada en primera persona, es el monólogo de “un tipo lúcido e inteligente, pero al mismo tiempo loco; uno de los personajes más complejos a los que he dado vida”, comenta en entrevista el narrador nacido en Nueva York en 1967 y naturalizado mexicano.

 

El también poeta y ensayista teje en su nueva obra de ficción la vida del escritor británico D. H. Lawrence (1885-1930), de quien es especialista, y hace que su protagonista siga los pasos del autor de El amante de Lady Chatterley por EU, México y Oaxaca, donde intentó crear una colonia de artistas afines, “amigos que quisieran dejarlo todo”. Fernando intenta hacer lo mismo cien años después y también fracasa.

 

“Siempre he sido un apasionado de la obra de Lawrence. Su vida es profundamente novelística. Fue un gran viajero, un gran explorador; siempre buscando el lugar ideal donde poder echar raíces, donde construir un hogar, que no se pareciera a su odiada Inglaterra.

Quería crear algo nuevo, una comuna de artistas, y pensó que lo podía hacer en México, en Oaxaca, en 1924, pero no fue así. También creyó que lo iba a realizar en Nuevo México, pero tampoco. Su vida fue muy intensa. Vivió en todas partes y escribió de todo: novelas, cuentos, poemas, obras de teatro, ensayos, libros de viaje, pinturas, traducciones y crítica literaria. Creo que es muy vigente”, explica.

El autor del ensayo Las formas de la inteligencia amorosa: D. H. Lawrence y James Joyce admite que vació en Alday muchas de sus pasiones y sus dudas, “una especie de guiño para darle más intensidad a la trama”.

 

Señala que su personaje “es un loco, apasionado, enamorado de Lawrence, como yo, que quiere repetir la aventura de construir una comuna en Oaxaca. Conforme va contando la vida del británico, va contando la suya, y confiesa que asesinó a su amada, que cometió un uxoricidio (el acto de matar a la novia, a la cónyuge)”.

Urroz detalla que hay tres novelas detrás de esta historia, que son tres confesiones de crímenes: La sonata a Kreutzer (1889) del ruso León Tolstói, El túnel (1948) del argentino Ernesto Sabato y Divorcio en Buda (1935) del húngaro Sándor Márai.

 

“Quise hacer mi propio uxoricidio. En la novela se destruyen todo tipo de instituciones: el matrimonio, la familia, el trabajo, la religión. El amor era el tema principal de Lawrence, también el mío: las relaciones humanas, de dónde surgen, cómo acaban, el sexo. Sus novelas fueron prohibidas en su época por transgresoras. Es lo que me gusta de Lawrence, lo transgresor. Nudo de alacranes es profundamente transgresora”, indica.

 

El autor de Las leyes que el amor elige (1993) y Demencia (2016) destaca que para la elaboración de esta obra hizo varias visitas a Oaxaca. “Es mi estado favorito. Tiene algo muy especial, a pesar de que es el más pobre. No sé qué sea: la gente, la comida, el clima. No me canso de ir allá. Ninguna de mis novelas se desarrolla en Oaxaca y ahora ésta transcurre entre esta urbe y Estados Unidos”.

 

POLÍTICAMENTE INCORRECTA

 

El doctor en Letras Hispánicas por la Universidad de California admite que Nudo de alacranes es una novela políticamente incorrecta, pero que la pensó así a propósito.

 

“Un amigo escritor me dijo que a las mujeres no les iba a gustar la historia, por los tiempos violentos que se viven en contra de ellas. ¡Y mejor! Eso quiero, provocar el debate, la discusión. Es profundamente machista y misógina, tal vez así se leerá. Yo soy feminista, pero la novela no lo es”, acepta.

Sin embargo, indica, otro amigo hizo la lectura contraria. “Considera que es muy feminista, porque Irene Dávila hace lo que quiere, decide sobre su vida, sobre su cuerpo y su libertad. Yo defiendo a Irene, pero al final hay un crimen”, apunta.

Evoca que Lawrence fue rechazado en su época por cierto sector de la población, que lo definía como un pornógrafo que había desperdiciado su talento. “En otras épocas se puso de moda y luego, en los 60, las feministas volvieron a criticarlo. Pero cada quien ve lo que quiere ver. Al igual que él, deseo escribir novelas contestatarias que provoquen al lector, que cuestionen su moralidad y valores”.

El profesor de literatura latinoamericana en The Citadel College, en South Carolina, dice que el reto que exige al receptor es que entienda las motivaciones y los problemas sicológicos que empujan al protagonista a cometer el crimen. “No fue fácil crear a un asesino confeso. Existe hoy una sensibilidad especial en la gente y uno se pregunta cómo contar este tipo de sucesos para realmente sorprender y ser digno de atención. Creo que lo solucioné de la manera más sencilla”, piensa.

El autor de los poemarios Ver de viento (1988) y Yo soy ella (Las impurezas del blanco) (1998) añade que esta es la primera de sus novelas en la que se comete un crimen. “Mis historias son sobre las relaciones humanas, la familia, el amor. Pero ahora quise hacer que todo esto estallara y buscar algo nuevo”.

Destaca que, tras seguir a Lawrence en “su peregrinaje y locura”, no le quedó ninguna historia en el tintero y que apenas busca el siguiente objetivo literario