A 80 años del arribo del Sinaia, este texto resalta la labor de los desterrados que aportaron su talento cinematográfico
CIUDAD DE MÉXICO.
La relevancia y grandeza del cine mexicano del siglo XX lleva el nombre y apellido de artistas españoles llegados con el exilio como los cineastas Luis Buñuel, Luis Alcoriza y Carlos Velo.
No se podría entender el cine mexicano sin Buñuel, Alcoriza o Velo como parte de los mejores directores”, señaló ayer el investigador mexicano Jorge Chaumel.
La importancia de los artistas españoles llegados con el exilio está también en la música de Antonio Díaz Conde, presente en las películas de Emilio Fernández o en los guiones de Jaime Salvador de las cintas de Cantinflas, apuntó. “En 1944, los refugiados conformaban equipos profesionales de cine que colaboraban en multitud de películas”, aseguró.
Buñuel llegó a México en 1946, tras haber huido de España por la victoria de Franco, y de EU, donde fue acusado de comunista en pleno macartismo. En México desarrolló una de las etapas más reconocidas de su carrera como director, con títulos tan conocidos como Los olvidados (1950), Viridiana (1961) o El ángel exterminador (1962).
Por su concepción de la vida, de la religión, de la muerte y de la cultura, México resultó un país muy afín a sus sentimientos. Además de Buñuel, Alcoriza y Velo, en el cine mexicano se destaca la participación de exiliados como los actores Ángel Garasa o Augusto Benedico.
Los escritores exiliados “vieron en los guiones un modo de subsistir”, dice la investigadora Maricruz Castro-Ricalde, entre ellos Max Aub, Álvaro Custodio o Manuel Altolaguirre.
Los republicanos españoles tuvieron que superar diversos obstáculos “por la resistencia ideológica de cierta parte de la sociedad mexicana a su adaptación”, indicó Chaumel. Como extranjeros, los cineastas españoles enfrentaron la política proteccionista de los sindicatos y el control de parte del oficialismo de las estructuras administrativas.
Durante su estancia en el país, los exiliados tuvieron vetada la intervención en asuntos mexicanos. El gobierno de acogida ofreció su asilo a condición de que no hicieran política activa”, describió Chaumel.
En consecuencia, la mayor parte de su obra se centró en hacer melodramas rancheros o adaptaciones literarias e históricas, situación que cambió con Buñuel. “Sus críticas sociales a la actualidad mexicana, junto a los cambios estéticos y argumentales de las corrientes cinematográficas francesas e italianas, influyeron tanto en los refugiados como en otros intelectuales mexicanos”.
El cine mexicano vivió una edad de oro entre mediados de los 30 y finales de los 50 que se vio favorecida, entre otros factores, por la Segunda Guerra Mundial. “EU se mantuvo líder de la producción cinematográfica mundial, pero al invertir cantidades desorbitantes en materia armamentística, redujo el gasto en cine”, confirmó el investigador.
El conflicto bélico no afectó directamente a México, por lo que invirtió “en la explotación de su industria cultural y la exportación de gran cantidad de películas”, detalló Chaumel.
Al inicio de la guerra, Argentina y México desarrollaban un cine prometedor y entonces EU decidió apoyar al cine mexicano como país aliado y su ayuda se condensó en el envío de técnicos, cooperación para la construcción de estudios o mediante la formación, confirmó Castro-Ricalde. La producción mexicana acabó despuntando.