• El historiador Carlos Herrejón publica una acuciosa investigación que revela otras facetas del prócer mexicano
CIUDAD DE MÉXICO.-José María
Morelos y Pavón fue un gran jinete y, como cualquier arriero, montaba
hábilmente a caballo, sabía cinchar un burro y alguna vez se rompió la nariz
mientras perseguía a un toro. Fue un buen terracalenteño que sabía vadear ríos
y, como agricultor, conocía los secretos de las nubes y de los surcos.
Se dedicó al comercio con el
consentimiento de la Iglesia, para obtener recursos, y siendo párroco se
enamoró de una de sus feligresas, Brígida Almonte —o Montes—, vecina de
Carácuaro y con quien procreó a Juan Nepomuceno (nacido en 1803) y a una niña
llamada Guadalupe (nacida en 1809), y luego tuvo un tercer hijo, José,
procreado con otra mujer.
Fue un hombre creyente y
heroico que quería restablecer el Imperio Mexicano, un luchador de la libertad
y la independencia, como lo plasmó en sus Sentimientos a la Nación de 1813, el
Generalísimo que alimentó uno de los capítulos más heroicos de la historia
nacional.
Así lo describe el historiador
mexicano Carlos Herrejón en Morelos. Revelaciones y enigmas, la biografía más
completa que existe sobre el prócer mexicano y en donde también se enlistan los
documentos apócrifos que se le han atribuido.
Un ejemplo de mitificación lo
vemos cuando se le representa como a ese párroco de Tierra Caliente que montaba
a caballo, explica, pues a lo largo de sus campañas casi siempre atravesó
barrancas y montañas usando mulas como cabalgadura, porque eran las que se
podían sostener mejor entre las piedras y no se resbalan.
Así que presentar a Morelos
montado en un caballo no es del todo acertado, aunque también lo hacía, pero no
fue la cabalgadura ordinaria de Morelos tanto como cura como insurgente. Pero
representar al prócer sobre una mula… es menos heroico”, apunta.
Aunque el más álgido yace en
un texto de retractación que supuestamente José María Morelos escribió para ser
perdonado. “Aquella retractación que se difundió y publicó no salió de la pluma
de Morelos. El problema es que fue objeto de un chantaje espiritual y
religioso, y de labios para fuera sí hizo alguna retractación, para que le
levantaran las excomuniones, pero aquel documento es falso”.
El volumen, coeditado con El
Colegio de Michoacán, también señala otros documentos apócrifos, como la carta
del Gran Jubileo y el falso pergamino del líder insurgente donde se da cuenta
de sus exequias y de los objetos que llevaba consigo.
A finales del siglo XIX y
principios del XX, cuando la historia nacional y nacionalista de México entraba
en fase estelar, aparecieron documentos apócrifos en torno a las grandes
figuras de la gesta insurgente”, afirma Carlos Herrejón.
La pregunta pertinente es cómo
lograron engarzarse a la historia oficial, cuáles eran los móviles de la
falsificación y quiénes estaban interesados en ello. En este volumen, el
historiador aporta algunas hipótesis al respecto.
LIDERAZGOS
El héroe nació el 30 de
septiembre de 1765 en Valladolid, hoy Morelia. Su padre fue un carpintero, José
Manuel Morelos Robles, quien se ausentaba a menudo de casa; y su madre, Juana
María Guadalupe Pérez Pavón y Estrada. Tuvo siete hermanos, pero solo dos llegaron
a la edad adulta, Juan de Dios Nicolás (1763) y María Antonia (1771), relata
Herrejón.
Ante la adversidad económica,
se trasladó a San Rafael Tahuejo, un rancho o hacienda que en la comunidad de
Parácuaro, cerca de Apatzingán, con un tío suyo en segundo grado, Felipe
Morelos Ortuño. Se convirtió en arriero y ahí vivió hasta los 24 años,
aprendiendo labores de campo. De manera autodidacta se inició en el latín y
hacia 1790 se inscribió en las clases de gramática del Colegio de San Nicolás,
cuyo rector era entonces don Miguel Hidalgo y Costilla.
Su llegada al movimiento
independentista fue veloz. En una carta que le remitió al obispo Ignacio del
Campillo se advierte su sentir por el movimiento insurgente: “Ilustrísimo
señor: la justicia de nuestra causa es per se nota (notoria por sí misma)”, y
se refiere a las críticas que le dedicó en sus manifiestos: “en ellos no ha
hecho más que denigrar nuestra conducta, ocultar nuestros derechos y elogiar a
los europeos, lo cual es gran deshonor a la nación y a sus armas”.
En otro de sus capítulos,
Herrejón deja constancia de Francisco Hernández, un líder insurgente del que se
ha hablado muy poco, que tuvo amplia influencia en Iguala (Guerrero) y quien se
pronunció a favor de la causa antes que Morelos, aunque más tarde se adheriría
al liderazgo del Siervo de la Nación.
También abunda en las exitosas
campañas en las que participó al sur del país, así como en sus herederos.
“Morelos tuvo dos hijos en Tierra Caliente y de la misma mujer (Almonte). Uno
fue Juan Nepomuceno, alguien muy inteligente y bien formado, que escribió un
tratado de geografía, amigo de Vicente Guerrero y del grupo de los liberales,
que acompañó a su padre en las campañas, pese a que después colaboró en el
periodo de Maximiliano, como muchos otros liberales”.
Le siguió Guadalupe, quien no
figuró en la gesta; y un tercer hijo, José, que tuvo con una sirvienta
oaxaqueña, Francisca, aunque se sabe que sólo “fue un desahogo carnal de
Morelos, del cual él mismo no estuvo contento”.
Dice Herrejón: “Trato de
desenredar la maraña de documentos falsos que se tejieron alrededor de este
hijo, pero lo que en realidad se trató de hacer en esa documentación falsa fue
liberar a la familia Carranco del estigma que cargaron mucho tiempo de ser
descendientes de Matías Carranco. Ya en el delirio de algunos autores, se le
colgaron muchos hijos más a Hidalgo y a Morelos, pero Hidalgo sólo tuvo dos
hijas y todos los demás que se les atribuyen son falsos”.