En una charla con Excélsior, el cineasta platicó de su experiencia en Cannes como presidente del jurado y de cómo se sintió en una burbuja ajena de la realidad. También habló de ser un hombre más espiritual que religioso y de la manera en que la humanidad se encuentra en un retroceso hacia el oscurantismo más grande
CANNES.
Alejandro González Iñárritu rompió una regla del Festival de Cannes, que prohíbe a su jurado dar entrevistas en los días previos a la entrega de la Palma de Oro, y que esta noche entregará en el Teatro Lumière, vestido de gala.
La consideración permitió a Excélsior encontrarse con el cineasta de Birdman y El renacido en la lujosa habitación del mítico hotel Carlton Cannes, donde una botella de champaña y una bandeja de frutas fueron testigos de una conversación que comenzó en su primera vez en el certamen con Amores perros que a la postre conquistó la Semana de la Crítica y concluyó con su distinción como comendador de la Orden de las Artes y las Letras de Francia.
En el trayecto, el ganador del Oscar habló de lo difícil que le fue aceptar el cargo como presidente del jurado del certamen fílmico, de su preocupación por el cambio climático y la interrelación de los seres humanos, y de por qué considera que las mujeres deberían de tomar las riendas de un planeta que se dirige a la catástrofe.
Necesitamos que las mujeres empiecen a gobernar el mundo. La neta. Yo no conozco a nadie que no venga de una mujer, pero bueno.
Mi generación me apena, pensaba que iba a tomar conciencia… Espero que venga una generación un poco más inteligente que la nuestra”, expresó con un “pesimismo” que también encierra toda la esperanza posible.
Lo platicaba con Thierry Frémaux (delegado general del Festival de Cannes) porque me parece que estamos en el festival del fin del mundo. Así como en el Titanic estaban tocando los violines mientras se está hundiendo, aquí estamos viendo películas.”
¿Qué recuerdo tienes de tu primera vez en Cannes hace 19 años?
El otro día, cuando llegamos, empecé a caminar y me encontré con el teatro Miramar, que fue donde presenté Amores perros. Y me dio mucho gusto verlo. De hecho fui a tomar una copa junto con Pawel (Pawlikowski) al departamento que Jane Campion rentó frente al cine y le dije: ‘aquí presenté la primera película’. Me dio mucha nostalgia.
¿Qué sentimiento te despierta saber que en 2020 se cumplirán 20 años de Amores perros?
Una cosa que me impacta mucho es que cuando yo estaba aquí, Bernardo Bertolucci era el presidente de la Semana de la Crítica y estaba presentando 1900, una película que había estrenado 20 años atrás y mi reflexión era: ‘¿qué se sentirá venir y ver una película que hace 20 años hiciste?’ Era un pensamiento casi imposible para mí y ahora se van a cumplir 20 años de Amores perros. Son cosas, ciclos que se cierran muy raros, pero bien.
¿Cómo has vivido ser presidente del jurado?
Es una posición privilegiada. Lo más importante ha sido que el jurado, que es con el que convives todo el día, prácticamente está compuesto por directores, menos Elle Fanning, a quien conozco desde que tenía siete años, entonces es como una amiga sobrina.
Es muy placentero el tener que ver películas y luego discutirlas con ellos, aunque más que discutirlas, compartir, los invité a no juzgar. A dejar lo que no nos gusta a un lado y más bien hablar de lo que nos gusta y nos apasiona.
¿Pero divertido, no?
Sí, y agotador, porque sí es mucha información, muchos compromisos, pero al mismo tiempo es un privilegio, es como el mejor trabajo del mundo durante una semana o un poco más.
¿Alguna vez lo imaginaste?
No, no, no. La verdad ahí sí no. Nunca me hubiera podido imaginar que yo iba a poder llegar a ser invitado como presidente. Y es algo que de hecho sí me costó trabajo aceptar porque siempre me cuesta trabajo juzgar el trabajo de los demás. Creo que es una labor imposible. Por eso cuando presenté el día de la inauguración dije que era un trabajo medio infantil porque el único juez es el tiempo.
A pesar de que en esta ocasión no tienes película en competencia, ha sido un año fantástico para ti, al que hay que sumar la distinción del gobierno francés.
La verdad es que me emocionó mucho porque evidentemente es un regalo arriba de otro regalo. Algo que no me esperaba. El de oficial me lo habían dado hace como siete años y me mandaron el reconocimiento porque no pude atenderlo y ahora ya soy comendador. Es como el más alto rango. Es muy bonito reconocimiento que me llena de orgullo y al mismo tiempo un poco de… no sé, como decir: ¿qué he hecho para merecer esto?
¿Cómo haces para asimilar el éxito?
Siempre repito esa frase que me dijo mi papá 20 mil veces, creo que la tengo atorada en el sistema que es: del éxito tómate un buche, haz una gárgara y escúpelo. Para que no te envenenes.
Cuando te crees el éxito te envenenas. Está padre celebrarlo porque no puedes ser alguien que se pelea contra eso, que también proviene de una falsa humildad. Pero eso de hacer un buche y escupirlo es una forma de ponerlo en perspectiva.
Pero también es importante saber aceptar los regalos de la vida, aprender a recibir.
Es mucho más difícil aceptar el éxito que el fracaso. He tenido momentos muy duros en mi vida, quizá de los más duros y con ellos soy quizá demasiado bueno recibiéndolos, y entonces muchas veces, cuando entras en este ciclo, hay mucha gente que siente hasta culpa de cosas buenas que te pasan.
Creo que es algo que nos han inculcado.
Exacto, podría desarrollar un ‘es que soy culpígeno’, por una cultura católica. Es decir, hay miedo y eso es algo que he aprendido de no pelearse con la fortuna, porque a veces nos metemos en nosotros mismos y nos convertimos en nuestros peores enemigos.
Pareciera que es algo que está cambiando.
Creo que eso algo que también se está rompiendo mucho en México. Lo veo mucho de los chavos que han perdido muchísimo ese vértigo, ese miedo, ese complejo de inferioridad que a veces mi generación tuvo.
Entonces, sí tienes esperanza.
La esperanza es difícil de encontrarla si no encontramos la forma de estar en conciencia. A veces siento esa vacuidad, porque lo que está sucediendo afuera es tan terrible. Y estos siete días he estado en una burbuja de una realidad que es Cannes. Te pone en una posición, en una realidad que no existe. Pero nada más abres la ventana y la inconsciencia de lo que está sucediendo afuera, estamos perdiendo mucho tiempo en cosas banales, y no en las cosas que están sucediendo.
¿A qué te refieres?
Cosas que van a depender de la nueva generación, especialmente lo del cambio climático, en perspectiva para mí, es el problema más grande que ha ocurrido en la historia de la historia de la especie humana.
Podría ser el inicio del fin.
Hay una cosa que me parece importante: olvidamos que fuimos de los griegos y en mil años estábamos en la Edad Media. O sea, tenemos una falsa impresión de que estamos evolucionando y progresando. Decimos “es que el social medial, la tecnología, etcétera” y tenemos esa falsa impresión de que estamos evolucionando y no nos damos cuenta que estamos avanzando hacia la Edad Media, el oscurantismo más grande, los prejuicios más cabrones, la ignorancia más profunda. ¿Cómo fuimos de los griegos a eso en tan sólo mil años? Lo que yo pienso es que estamos yendo hacia atrás a una velocidad brutal y que cada tuit y cada una de estas cosas son ladrillos ideológicos en cada uno de nosotros. Yo lo veo muy claro, aunque hay una impresión distinta y eso es bien aterrador.
¿Crees en Dios? ¿Eres un hombre de fe?
Mmm, sí creo. Sí creo que hay una conciencia y una fuente de vitalidad o de conciencia de ser, que somos una parte ‘de’. Sí siento que hay un ser superior, que pertenecemos a algo que es una orquesta brutal y que somos parte de eso.
Me considero una persona espiritual, no religiosa, pero sí una persona espiritual en ese aspecto, sí siento que hay otro tipo de experiencia, no nada más creo que somos un pedazo de carbón con huesos y sangre. Cuando te mueres te haces diamante literalmente, porque somos polvo, somos carbón, no me gustaría perder la esperanza, pero sí siento que hay una gran oportunidad. Tiempos como éste, pero lo que pasa es que la tragedia está cubierta por entretenimiento. Y eso es bien cabrón.