• En el libro La renovada muerte. Antología del noir mexicano, F.G. Haghenbeck reunió a algunas de las mejores plumas mexicanas de la novela policiaca actual
CIUDAD DE MÉXICO.-La novela
negra examina la descomposición de un país que diseca y disecciona como si se
tratara de un cadáver sobre la plancha forense, en donde cada relato explora
las causas de su defunción, afirma el escritor F.G. Haghenbeck (Ciudad de
México, 1965), compilador de La renovada muerte. Antología del noir mexicano.
Publicado por la editorial
Grijalbo, el volumen es una especie de atlas con los mejores relatos del género
policiaco de la segunda mitad del siglo XX, que van de Élmer Mendoza, Pedro
Ángel Palou y Liliana Blum, hasta Bernardo Fernández, Orfa Alarcón y Eduardo
Antonio Parra, entre otros, quienes han reposicionado este género literario en
el panorama narrativo de México.
Haghenbeck reconoce, en
entrevista, que a principios del siglo XXI existió una caída del género negro
en México, mientras la novela histórica vivía un repunte estrepitoso.
Ahí hubo eventos que
propiciaron esa caída, como el ambiente político, la llegada de una falsa
alternancia y la desilusión social, así como un fenómeno adverso del mundo. Y
mientras el mercado internacional volteaba los ojos a un alud nórdico de
novelas policiacas como las de Stieg Larsson o Henning Mankell, la narrativa se
obsesionó por los libros de índole histórica”, explica.
¿En verdad considera que los
factores sociales influyeron en la caída del género negro?, se le cuestiona a
Haghenbeck. “Yo creo que así fue, porque en algunas otras partes del mundo y de
América Latina, como Argentina y Colombia, sí había una escuela, por así
decirlo, y se ejercía este género, mientras que en México se dejó de escribir
después del neopoliciaco que iniciaron Paco Ignacio Taibo II, Rafael Ramírez
Heredia y Juan Hernández Luna. Fueron varios factores los que dejaron un hueco,
pero llegado el siglo XXI tuvo un nuevo auge, con una nueva manera de
apropiarse del género y de ofrecer distintas caretas o maneras de escribirlo”.
A esto se suma otro motivo,
asegura el compilador. “El hecho de que en 2010 estábamos leyendo mucha novela
histórica. De pronto hubo un boom de novela histórica que ha sido un tema
recurrente en la literatura mexicana, particularmente por el tema del
bicentenario (de la Independencia). Sin embargo, hubo voces importantes que se
mantuvieron, como Élmer Mendoza, un lobo solitario que andaba por la libre y
escribía sin importarle este hecho”.
¿Cómo definiría la novela
negra del siglo XXI? “La veo muy fuerte, pero habría que resaltar las voces
femeninas. Yo creo que las autoras son quienes llevan la batuta y son las que
están diciendo por dónde va la cosa. Claro que tenemos autores potentes, pero
las autoras mantienen una gran fuerza en todos los géneros literarios”.
Así que para esta antología,
apunta, partió de creadores que se asumen como escritores de novela negra,
“porque aunque hay escritores que, por la realidad de nuestro país, abordan el
tema del crimen y de la violencia en sus letras, no se asumen como tal”.
¿Por qué es importante
examinar a ese cadáver que está en la plancha del forense? “Porque cuando se
habla de un muerto se nos olvida que tiene padres, hijos, pareja, personas que
tenían vida y ahí entra la literatura, para darle voz a los otros. Recordemos
que en la parte periodística de pronto se reporta una cifra, pero en la novela
se trata de abordar las distintas facetas de los involucrados, no sólo de las
víctimas, sino también del victimario y de todos los involucrados”.
BORRAN LAS BARRERAS
Haghenbeck destaca que la
realidad violenta de México ha convocado a un sinnúmero de autores que quieren
reflejar lo que están viviendo.
Somos un espejo y reflejamos
lo que está viviendo la sociedad y tenemos que escribir de esa problemática.
Tenemos que hacerlo. No podíamos voltear la cara y decir que en México no
pasaba nada. Desde luego, con los índices de violencia comenzaron a circular
más libros que tenían que coincidir con ese tema y que, casualmente, si podemos
ver a los autores que aparecen en la antología, la mayoría son del norte del
país, porque realmente hay una gran literatura de género en dicha geografía.
Aunque es cierto que la exploración va muy de la mano con ciudades complicadas
o conflictuadas como Hermosillo, Tijuana, Ciudad Juárez, Culiacán, Sinaloa, de
donde se desprenden autores importantes, y ha quedado un poco más lejos la
Ciudad de México. Digamos que ahora nos hemos pasado al norte”.
¿Existe alguna peculiaridad de
la novela negra creada en México respecto del resto del mundo? “Yo creo que una
de las características más importantes del género en México es el humor.
Considero que todavía manejamos muy bien el juego entre el humor y la
violencia, como puedes apreciar en la obra de Martín Solares o de BEF.
El otro punto es la mezcla de
géneros al punto en que se borran las barreras y así encontramos obras de
género negro histórico, de terror como lo que hace Bernardo Esquinca o de true
crime con género negro, como lo hace Liliana Blum. Así que cada vez es más
difícil ponerle un sello”, reconoce.
Y un tercer elemento, añade,
sería la denuncia social, dado que en el negro mexicano no importa tanto la
búsqueda de la justicia como la búsqueda de la verdad. “Y creo que tiene que
ver con nuestra realidad, porque en México andamos un poco ausentes de verdades
y estamos llenos de crímenes sin resolver, sea Ayotzinapa o Colosio; lo que
todos queremos es la verdad”, concluye.
Entre los relatos compilados
se encuentran Los maravillosos olores de la vida, de Paco Ignacio Taibo II;
Gris Toledo y su lindo Bebé, de Élmer Mendoza; El misterio de la vida, de Pedro
Ángel Palou; y Ni aunque te quites, de Iris García;
Además, Un problema de abasto,
de Imanol Caneyada; Plegarias silenciosas, de Eduardo Antonio Parra; Doctor
Fausto, de BEF, y Mi amigo Gaudencio, de Juan José Rodríguez; Carretera, de
Orfa Alarcón; El vicio del Sheriff, de Hilario Peña, y Día de visita, de
Vicente Alfonso, entre otros.