La Paz, Baja California Sur.- Un plato de birria, una cerveza bien fría en medio del calor y los acordes de música sierreña, fueron parte del festejo del “Día del Albañil” organizado por la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC).

Al igual que en todo México, en La Paz, Baja California Sur (BCS) las cuadrillas dejaron descansar sus palas, ladrillos, carretillas, así como la grava y la arena, para celebrarse el pasado 3 de mayo.

No fue un día como todos los demás, eso seguro. A la fiesta también se unieron los “chalanes”, que ese día no cargaron costales de cemento, no acarrearon ningún bote ni recibieron órdenes del maestro de obra.

Celebraron en grande bajo las carpas que sus patrones colocaron en el campo “Luis Ramírez Reyes” de la unidad deportiva de la CMIC, en el vado de la colonia Fidepaz.

A eso de las 2 de la tarde, se dejó sentir el aroma de la carne que hervía dentro de las ollas, por lo que los cocineros comenzaron a correr de un lado a otro hacia las mesas metálicas con la inscripción “TECATE” para servir el platillo con una sopa fría y una “embarradita” de frijol.

Iniciaron los festejos con poco coloridos discursos de funcionarios, que se atrevían incluso a recitar las estadísticas oficiales promovidas por el gobierno, por liderazgo nacional en crecimiento del sector construcción.

Todo mientras los festejados comían, se pasaban el bocado con el fresco líquido amarillo y disfrutaban con sus colegas cada momento de descanso y relajación.

“Muchas veces pasa desapercibido el esfuerzo de los trabajadores”, reconoció el subsecretario de Obras Públicas de la Secretaría de Planeación Urbana, Infraestructura y Movilidad (Sepuim), Edgar Ávila Aguilar.

Pero aun así son una fuerza laboral de hasta 10 mil trabajadores, los que ejecutan las obras que benefician a todos los ciudadanos, mandadas desde el gobierno federal, estatal o municipal.

No solo se agasajó a los álbañiles, también disfrutaron carpinteros, yeseros y toda clase de profesionistas que aportan su talento al esfuerzo de edificar y contribuir al desarrollo regional.

Los gobiernos de los 3 niveles compraron obsequios, que se entregaron para la rifa entre los trabajadores. Electrodomésticos y televisiones, algún otro detalle más, con el fin de hacer patente el agradecimiento del gobierno por su noble labor.

Durante los discursos incluso el representante de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), Julio César Medellín, pidió evitar el exceso de alcohol a los festejados.

“Pásenla bien, no se vayan a emborrachar, porque después nos peleamos”, advirtió, arrancando las carcajadas del presídium y de las mesas cercanas.

Desfilaron por una barra roja varios barriles de cerveza mientras los servían en vasos rojos de plástico por un grupo de trabajadores, custodiados por al menos 6 elementos de la Policía Municipal, para evitar descontrol.

También se encontraba una botarga de “Buzz Lightyear”, como si se hubiera perdido del cajón de los juguetes de la historia de Disney, para llegar misteriosamente a tomarse la foto con los albañiles de La Paz.

No faltó un par de edecanes, enviadas por una empresa de materiales de construcción, que hicieron labor de bienvenida para los festejados. Entregaban boletos para canjear por cerveza y les permitieron tomarse “selfies”, la foto del recuerdo.

Había un niño con gotas de sudor esperando una bebida que no llegó, entre el tumulto su papá se reía de un buen chiste. También la esposa de un festejado volteaba desinteresada al otro lado, pero en su mayoría eran hombres, quienes disfrutaron el festejo.

“Échale pues mi compa, con una buena rola, porque la palomilla quiere bailar”, dijo el maestro de ceremonia antes de que comenzara su presentación el grupo sierreño “Accionar”.

Varios comenzaron a mover la cabeza y cantar las canciones, al ritmo de la guitarra, el bajosexto, el bajo eléctrico y la voz, que comenzaron a interpretar con habilidad la “Cruz de Madera”, original de los Cadetes de Linares, haciendo de esta sencilla reunión la más importante fiesta del año para sus festejados.

Un trabajador espontáneo de nombre Luis Enrique, de 48 años, comenzó a bailar sin pena alguna. Todo en medio de funcionarios del gobierno, empresarios, compañeros de trabajo, ingenieros, arquitectos y todo el que se acercara a ver.

No sería raro que el festejo se extendiera hasta entrada la noche, incluso es posible que al siguiente sábado la obra se parara, un merecido descanso a cambio de tantas largas jornadas de trabajo bajo el desconsiderado sol de Baja California Sur.

“Una cruz de madera de la más corriente/ esto es lo que pido cuando yo me muera/ yo no quiero lujos ni mesas de adobes/ no quiero una caja que valga millones”…

“Lo único que quiero es que canten canciones/ que se haga una gran fiesta la muerte de un pobre”…