• Rodrigo Blanco Calderón gana la III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa con su obra: “The night”
Ciudad de Mexico.- La tercera
edición de la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa llegó a su fin. En la Sala 2
del Conjunto Santander de Artes Escénicas tuvo lugar el diálogo abierto entre
Sergio Ramírez, Mónica Lavín y Mario Vargas Llosa, novelista peruano-español
galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2010 y el Premio Cervantes en
1994.
El jurado del certamen
literario estuvo conformado por: Ramírez, como presidente; Carme Riera, Alonso
Cueto Caballero, Felipe Garrido, Juan Manuel Bonet y J.J. Armas Marcelo (como
secretario). Ramírez leyó el acta que concede el galardón a Rodrigo Blanco
Calderón por “The Night”: “Es una novela laberíntica”, expresa el documento.
Esta es su primera novela, calificada por el mismo texto como “polifónica,
construida como un juego de muñecas rusas”.
Juegos de palabras y el poeta
Darío Lancini forman parte de la trama, ubicada en Caracas. Los finalistas
fueron Gioconda Belli (por “Las fiebres de la memoria”), Gustavo Faverón
(“Vivir abajo”), Antonio Soler (“Sur”) y Manuel Vilas (“Ordesa”).
El ganador agradeció al
jurado: “Tener la oportunidad de que las cosas que escribimos puedan ser leídas
es un regalo invaluable”. Rodrigo Blanco saludó a los finalistas, para quienes
pidió un aplauso del público. De su libro, el venezolano dijo que no lo hubiera
escrito de no haber visto a su país “devastado por la dictadura, como la que
está actualmente”. “Ciertas sociedades inconscientemente se empujan hacia su
propia aniquilación”, agregó. Como exiliado, comentó: “Es una desgracia sin
precedentes la que está ocurriendo en mi país”. El autor dedicó el premio a
Venezuela.
Por su parte, Vargas Llosa
agradeció a Raúl Padilla por no dejar que la bienal desapareciera, al
“rescatarla” tras dos ediciones en Perú, donde ya era imposible continuar,
afirmó.
Mónica Lavín fue semifinalista
de la bienal, con su novela “Cuando te hablen de amor”. En la charla, Lavín
recordó que como adolescente leyó “Conversación en la catedral”, novela de
Vargas Llosa, por influencia de su padre: “Leer es apropiarse de los libros, y
de alguna manera de sus autores”, agregó.
La escritora mexicana preguntó
a Ramírez y Vargas Llosa sobre el papel de la novela. Mario se remontó a la
sesión matutina de la bienal, cuando la charla literaria le evocó la censura de
la novela en la Nueva España. El ganador del Nobel cuestionó las razones
desconocidas de la prohibición: “Quienes lo hicieron entendieron profundamente
la razón de la novela: las novelas generan un sentimiento de insatisfacción en
los lectores”.
La lectura, dijo, genera
sorpresa y aprendizaje: “Qué pobre es el mundo real comparado con el creado por
los escritores... Un mundo impregnado de ficción es un mundo más difícil de
engañar”.
El nicaragüense Sergio Ramírez
citó edictos de la época, con la novela como generadora de problemáticas: “Creo
que la novela es una necesidad hasta neuronal”, afirmó.
Lavín señaló una
característica de Sergio y Mario: pese a la imaginación, ambos han recurrido a
la historia. A lo que agregó: “Y la literatura misma ha llegado a influir en la
realidad”.
Vargas Llosa comentó sobre el
influjo que casi siempre es individual: “Quienes no leen tienen un control
pequeño y precario de su propia lengua. Nada enriquece el vocabulario como las
buenas lecturas”.
Ramírez tachó de pretencioso
pensar que una novela puede cambiar la realidad, al grado de una revolución:
“La novela tiene un papel crítico de enseñar cómo es la sociedad”. De la
historia del género, Sergio sugirió que la ficción ocupó el rol de las ciencias
sociales en otros siglos: “Las novelas eran a su vez tratados”. Al final,
Mónica solicitó a los escritores hablar sobre sus personajes femeninos. Vargas
Llosa habló de “La fiesta del chivo” y el contexto social de las mujeres en
República Dominicana durante la dictadura de Trujillo. Por su parte, Ramírez
habló de “La fugitiva”, también novela sobre la marginación femenina.