• Los diputados. • El circo.
De frente a un pueblo angustiado por esa
violencia que se ha venido desatando por las corruptelas y la falta de
estrategias gubernamentales, y la agobiante crisis que ha sido provocada por
aquellos grandes consorcios que tienen que ver con largas cadenas de sorianas,
de leyes, de oxxos, de liverpules y demás, (lo que está haciendo al rico
más rico y al pobre más pobre) y que todo en su conjunto le ha partido en
toda la madre a todo lo que huele a pueblo, han sido los propios ciudadanos
quienes en estos momentos les han colgado muchos santitos y les han dado
diversos calificativos a las actuaciones de las diputadas y los diputados que
hoy ocupan un lugar en el Congreso del Estado.
En efecto.
Los hay quienes han dado en llamar descaro o
atrevimiento. Y le añaden que allí, al interior del Congreso, ha habido desde
osadía, desvergüenza y desfachatez, hasta vedetismo. Sin descartar ese terrible
desaseo, que incluso, chorreando desvergüenza, descaro, y desfachatez; hasta
cinismo y deshonestidad, traspasa los muros del congreso.
Otros dicen que se trata de un bien orquestado
distractor, por muchas razones. Entre otras, “para seguir haciendo nada”. Sin
descartar aquellos trescientos treinta y tantos mil pesos que de las propias
narices de los diputados, simplemente “se esfumaron”. (Donde por cierto la
limpieza le corresponde hacerla al Órgano de Fiscalización Superior del Estado
de Baja California Sur o la Auditoria Superior, porque se trata de dinero del
pueblo). Y la pregunta obligada salta a la vista: ¿por qué no han procedido?
Lo cierto de todo, es que han sido ellas y ellos
mismos, las diputadas y los diputados quienes se han encargado de
dar paso a la desconfianza. Y –por consecuencia-- han sido los responsables de
abrir la puerta a una gran Crisis de Credibilidad. Toda vez que, si
Rigoberto Murillo asegura que hubo falsificación de su firma, entonces es el
propio diputado, --quien sin decirlo--, está asegurando que allí sí hay un
delito que perseguir.
Luego entonces, ¿por qué no se procede? ¿Por qué
no se actúa y se castiga a quienes han caído en ese crimen? Pero
lamentablemente contra ellas y ellos no podremos. Tienen fuero. Son intocables.
¡Maldita sea…!
Sin embargo, tomando en cuenta la vieja
sentencia de que al pueblo hay que darle pan y circo, me pronuncio porque mi
calificativo no sea la de pan. Pero sí precisamente la de un circo.
Así es. Y Lo peor de todo es que, a las
claras se observa que la obra circense que nos están ofreciendo esos arlequines
y payasos desde el Congreso del Estado apenas va en su primer acto. Es decir,
como pueblo nos falta aún tragarnos muchas mentiras, muchas mañosadas,
muchas triquiñuelas que seguramente se estarán orquestando desde allí.
Pero hay que tragárnoslas. Aunque se nos atoren
en el pescuezo y nos provoquen vómito.
Y desgraciadamente esto apenas empieza. Es
decir, falta mucho. Porque no podemos ni debemos olvidar que la obra circense
es de tres actos.
Y aquí se destaca la actuación de Los
Trapecistas.
Aquellos hombres y mujeres que tienen valentía y
arrojo, y que desde la inmensidad de las alturas son capaces de bajarle a usted
–ciudadano-- el cielo y las estrellas; no a cada momento. Sino cuando requieran
de su voto. Lo demás vale madre, son puras marometas. Y son tan diestros,
que algunos lo hacen sin malla de protección. Ya después, --con el tiempo--,
saben que así de dolorosa es la caída.
También Los Malabaristas.
Aquellos que aparte de estar dotados de
capacidades histriónicas, son avezados con las pelotas y los bolos; muy
experimentados con las argollas. Y muy listos con sus manos y sus pies para
manejar el fuego, aunque se queman por cualquier cosa. Y, por sobre todas
las cosas, saben levantar perfectamente un dedo.
Por supuesto que hay marionetas.
Aquellos pequeños personajes sin voz propia. Que
no tienen capacidad para moverse solos. Que no pueden actuar por sí mismos; Y
es desde allá, tras bambalinas, donde los grotescos dedos mueven los hilos.
Precisamente porque son incapaces de tomar decisiones por ellos mismos.
Claro. No pueden faltar los payasos.
Aquellos de zapatos grandes que allí van dando
tropiezo tras tropiezo. Ingenuos y tontos. De cara pintada para ocultar el
rostro. De gran nariz roja, y que solo hacen reír a los niños. Porque para
muchos de nosotros son solo unos estúpidos.
Y aquí no se pueden omitir a Los magos.
Aquellos que esconden la mano. Y bajo la
manga nos traen muchas sorpresas. Desde una paloma, un conejo y muchas cosas
más. Que son duchos para el escapismo y que siempre nos quieren ver la cara de
pendejos.
Vamos, en este caso hoy que nos ocupa, conocen
muy bien lo que es la opacidad en el manejo financiero, son muy expertos en el
manejo a discreción de los recursos. Simplemente porque el dinero no es
de ellos.
En fin. Algo habrán de decir al respecto todas y
todos los diputados. Sin descartar a Ramiro Ruiz Flores y Rigoberto Murillo
Aguilar desde allá del interior. Lo mismo que José Luis Ayala Yamuni desde acá,
del exterior.
“¡Bravo…!” Diría mi pueblo, y yo estoy con
él. “¡Un fuerte aplauso para todas las diputadas y los diputados por esa gran y
cómica actuación!”.
Sobre todo, porque en ocasiones nos hacen reír
con sus payasadas, con sus estupideces, con sus pendejadas.
Cuestión de tiempo.