• Con autorización del sello Cal y Arena publicamos el capítulo Otra misiva a un joven artista, incluido en el nuevo título del escritor mexicano Armando González Torres
CIUDAD DE MÉXICO.-Estimado aspirante:
una pulsión te consume, tienes la tentación irresistible de escribir y hasta
has pensado que podría ser una profesión valiosa. Si te piden razones para la
rara elección vocacional, acaso tendrás que acudir a motivos confusos, como esa
sensación de pasmo y revelación que experimentas ante determinados textos o,
tal vez, tus razones sean más concretas y mundanas, pues piensas que escribir
brinda prestigio social, abundantes reflectores y sex-appeal.
En todo caso, debes sopesar
con toda sinceridad la naturaleza de tu llamado, pues eso te ahorrará mucho
tiempo y conflictos. Si aspiras al ascenso en el mundo literario, apenas tienes
que leer y escribir: mejor utiliza tu olfato y competencias sociales; amplía tu
círculo de influencias en todos los ámbitos (recuerda que la prominencia
política o económica también es intercambiable en el medio literario); acude a
tertulias, ofrece fiestas y cocteles; acércate a escritores influyentes,
editores, críticos y agentes literarios; no dejes que nadie se te escape sin
halagarlo, imponerle un manuscrito o solicitarle un favor; participa en mesas y
presentaciones siempre con palabra ligera y elogiosa; lee periódicos y cultiva
temas de actualidad e interés; multiplica, más que tus obras, tu presencia;
satura y circula, y nunca te detengas en anacrónicas consideraciones de calidad
o congruencia, pues para triunfar no importa que te lean, sino que te
identifiquen.
Si, por desgracia, el motivo
de tu vocación es menos práctico y, por ejemplo, escribirías pese a la falta de
reconocimiento y satisfacciones inmediatas, si concibes la escritura como una
advocación personal, o hasta una enajenación, entonces, pobre de ti, debes
desarrollar otras destrezas.
En su juguetón libro, La creatividad literaria
(Barcelona, editorial Ariel, 2013), José Antonio Marina y Álvaro Pombo indagan
(en diálogo con grandes creadores y preceptistas como Valéry, Rilke, Proust o
Eliot) en los temas de la vocación, la inspiración y la concreción literaria.
Para este dueto, la
creatividad proviene tanto del entrenamiento persistente como de una suerte de
gracia, tanto de lo rutinario de la técnica, como de lo insólito de la
inspiración.
El enfoque creativo es una
cualidad especial, pero puede aprenderse y hay una parte operativa que resulta
fundamental. Crear es un hábito, aunque siempre renovado, que se compone de la
ensoñación dirigida, la corrección consciente y hasta la errata afortunada.
Cierto, el oficio literario es
indispensable, pero no suficiente y, acaso, una vez hecha la debida gimnasia,
la gracia se digne, o no, a aparecerse. En todo caso, ya el oficio te brinda
una base y, si no te visita jamás el genio, por lo menos podrás articular de
mejor manera tus percepciones, reflexiones y emociones.
De modo que, sin desdeñar a la
musa, acaso debas encomendarte a ese ente sistemático, nada afrodisiaco, que
laboriosamente va forjando sus obras en la acumulación, la selección y la
decantación.