· “Juez que dudando condena, merece pena.” · “Lleva tiempo limpiar la mugre”: AMLO
Hoy, me siento obligado a
empezar diciendo que: a pesar de ser el abogado que tiene la máxima autoridad
en un tribunal de justicia, quien luego de un análisis exhaustivo de las ideas
y las defensas de cada parte (demandada y demandante), un juez, tiene la
capacidad de juzgar libremente y dar penas o libertades según sea el caso.
Pero, lamentablemente, y
tomando como punto de partida aquellos innumerables hechos donde los medios
nacionales de comunicación nos ilustran que la delincuencia, entra al juzgado
por la puerta de enfrente y sale por la puerta de atrás, habría que aceptar
entonces que muchos de estos jueces han caído en la prevaricación, en la
ligereza y la irresponsabilidad.
Y por consecuencia, --al Ir en
contra de lo que dispone una ley, norma o principio--, han conculcado, y de
paso, han enlodado los sagrados principios de nuestra Carta Magna que los
rige. Y tras ello, han hecho de los juzgados los nidos de la justificación, de
la exculpación, de la simulación.
Voy al grano:
Hace quizás un par de días, en
su acostumbrada conferencia de prensa matutina, el presidente Andrés Manuel
López Obrador hizo referencia –por fin—a un tema delicado. Muy delicado en los
tiempos actuales: la liberación de supuestos delincuentes. Donde los
responsables directos de que estas lacras disfruten de libertad, han sido y son
los jueces.
Y el presidente sentenció que
exhibirá a todos aquellos jueces “a modo y al servicio de la delincuencia” que,
“bajo el anonimato” liberan a presuntos delincuentes, quienes. “Salen libres
burlándose de la autoridad”, dijo.
Y creo que en estos momentos,
cuando el hartazgo de la violencia ha provocado nauseas sociales, obligándola a
vomitar miedo, que casi a rebasado los perímetros de la razón, ese, pudiera
considerarse un tema álgido; y calificarse como una gran y acertada
decisión emanada de la presidencia.
¿Por qué?
Porque lamentablemente muchos
jueces --contrariando aquellos principios ya descritos--, han abierto de par en
par, las puertas a la ineficacia, a la extralimitación y a la brutalidad.
Sino es que al desorden, a la violencia y al vandalismo.
Y las han cerrado, con sendos
candados y fuertes eslabones, a la Justicia.
Es así, como, con sus
negativas actuaciones han conducido a la sociedad por los senderos de la
anarquía, a solo un paso de convertirla en troglodita; obligándola a
hacerse justicia por su propia mano. Y empujándola a la práctica de la ancestral
Ley del Talión. Aquella que era aplicada precisamente por la mano del hombre.
Ya que, si partimos del
beneficio de la duda, estamos obligados a percibir que muchos
jueces se han prestado al cohecho, y al subterfugio; y con sus insanas
actuaciones han llevado a la justicia por las oscuras brechas de la
sinrazón y el desorden.
Porque de acuerdo a ese mismo
beneficio de la duda, muchos de ellos –inmersos en la frivolidad y la
indiferencia--, han hecho del fiel de la balanza el recoveco del favoritismo y
el sotabanco de la parcialidad.