EN PRIVADO Por Dionicio LARA •PAN-PRI Pecados capitales.
Para el PAN y el PRI no solamente son tiempos de
sembrar con la esperanza de levantar de nuevo buena cosecha; sino que son
tiempos de volver la vista atrás, para –con otros ojos-- ver lo realizado, y
buscar subsanar aquellos grandes y graves pecados capitales que –por culpa de
algunos, y de otros también--, pesan sobre ellos. Y todo lo cual tiene que ver
con la inmoralidad y la deshonestidad.
Hoy por hoy, --y tal vez con justa razón--,
ambas organizaciones partidistas, y precisamente desde la incómoda oposición
donde ahora se encuentran, realizan desesperados esfuerzos por lograr
nuevamente la confianza y la credibilidad de la gente; y así recuperar
espacios perdidos. Justamente después de haber enfrentado a un monstruo de mil
cabezas, al cual –como bien sabemos-- no pudieron derrotar a pesar de los
esfuerzos realizados.
Difícil tarea pues, la que les espera luego de
sentirse un tanto responsables de haberse cubierto con aquella gran acobija de
la inmoralidad. Tras haber hecho alarde de la impunidad y después de prohijar
la corrupción.
Y por el contrario, hoy, --según se advierte—
llevan a cabo el recuento de los daños, Y al hacerlo descubren que es
precisamente a ellos a quienes les toca barrer los escombros de aquellos casi
irreparables daños.
Como también a ellos les toca limpiar las
impurezas que dejaron la podredumbre y la perversidad. Y por consecuencia se
obligan a lavar el lodo de las inmundicias, resultado de aquellos
libertinajes. Les corresponde –también-- levantar los residuos de aquellas
corruptelas; y deberán recoger la basura producto de aquellas
perversiones. Por cuyos pecados capitales hoy acuden de rodillas al
confesionario del pueblo y le piden perdón; para después cumplir su penitencia.
Aun cuando después, vuelvan a pecar.
Sin duda alguna que ahora sí, desde allá, en la
acera de enfrente donde ahora se ubican estos partidos, --y ya sin esa
venda negra en los ojos que siempre cubre la insaciable ambición de los
políticos y su poder--, ahora sí, indudablemente que ellos observan con
más claridad, y hacen muy suyas las crisis económicas que sufre el
pueblo: sienten sus enfermedades, saben de su falta de trabajo, y lamentan
profundamente su frío, su hambre, su dolor y su desolación. Y Por ende,
se sienten obligados a permanecer a su lado y enarbolar las banderas de la
democracia y de la defensa del pueblo.
Y seguros estamos que desde allá mismo, desde el
final de la mirilla de la sociedad; desde la punta del dedo acusador del
pueblo: desde allá sentados en el banquillo de los acusados y casi casi en el
ostracismo de la oscuridad, ahora sí ambos partidos han de darse cuenta de la
marginación, han de saber del olvido, y de la inseguridad que al pueblo flagela
nada menos que por culpa del abuso, por culpa del dispendio, por culpa del
pillaje. Y también por culpa de esa nociva delincuencia, a veces maquillada, a
veces protegida, a veces tolerada. Y a veces anidada en las propias esferas del
poder.
En fin.
No olvidemos la vieja sentencia de que Toda
Acción Tiene una Reacción. Y hay ocasiones en que se pagan muy caro las
facturas. Y en este caso la infinidad de acciones han encontrado y están
encontrado las reacciones esperadas –en este último caso—de parte de quien,
y de quienes hoy ostentan el poder que, --dicho sea de paso— al menos
hasta el momento y bajo la tutela presidencial, han actuado con cautela y sobre
todo han procedido con mucha prudencia. Quizás, esperando otros tiempos, quizás
esperando realizar mayor profundidad en las investigaciones para así dar
mejores resultados.
Tampoco olvidemos que para estos, --para los que
hoy ostentan el poder-- apenas empieza a amanecer. Y por tanto disponen de todo
el tiempo por delante para checar, para analizar, para revisar, para exonerar,
y también para sentenciar, según sea el caso.
Ahora bien, ¿qué decir de la soberbia y la
arrogancia que algunas veces se anidó en curules, escaños, o instancias
oficiales para así poder ver al pueblo como Dios a los conejos? Porque siendo
honestos los hubo quienes desde arriba ya investidos de poder se sintieron
albos y cristalinos; diáfanos y límpido, puros y transparentes, y
–si se quiere- hasta inmaculados, perdiendo toda sensibilidad… y hasta el piso.
En síntesis, fueron muchos sexenios y muchos
años donde hubo tiempos de todo. Y lo saben ambos partidos. Tiempos de
desilusiones, de molestias, de desencantos, de decepciones y de frustraciones.
Porque ni el chantaje, ni el
soborno, ni la despensa, ni el unto y ni el carrusel, estuvieron exentos
en los procesos electorales. Como tampoco –claro está-- estuvo exenta la
violencia, el robo de urnas, el fraude, y la compra del voto.
Y todo ello a veces se dio con amenazas, a veces
con intimidaciones, a veces con amagos, a veces con
amedrentamientos, y en otras ocasiones con veladas o abiertas advertencias. Sin
descartar, apercibimientos, manipulaciones o represiones.
Pero hubo más. Mucho más.
Porque en algunos de estos casos, se registraron
hecho de cruentos y funestos resultados; como aquellos que tuvieron que
ver con las ráfagas, los asesinatos, las masacres, los descuartizados, los
secuestros y las violaciones. Donde imperó la impiedad y el dolor. Y si se
quiere la impunidad.
Y fue entonces cuando el miedo se coló por todas
las rendijas de mi pueblo. Y se acomodó en todos los rincones hasta apoderarse
de toda mi gente.
Muy cierto.
Más, tengamos fe en el fututo. Y confiemos en
que todo fue una pesadilla. Un mal sueño, del que ya despertamos.
Cuestión de tiempo.