• La poetisa destaca que en las religiones la conservación de los recuerdos es un pilar de la fe, la cual ha dado muestras artísticas; agradece felicitaciones por su cumpleaños
CIUDAD DE MÉXICO.- En su
cumpleaños número 50, la escritora y la poetisa Beatriz Gutiérrez Müller
participó como columnista invitada en el Semanario Católico Desde la Fe, que
edita la Arquidiócesis Primada de México.
La esposa del presidente Andrés
Manuel López Obrador, quien nació en la Ciudad de México el 13 de enero de
1969, publicó la columna “La importancia de recordar”, donde destaca que en
todas las religiones la preservación de los recuerdos es sinónimo de fe.
“En la tradición cristiana, y
en general, de las religiones, la conservación de los recuerdos es un pilar de
la fe. Si no hay memoria de los hechos pasados, ¿cómo se aquilata el
pretérito?, ¿cómo se interpreta el presente?
“Y, ¿cómo se preparan los
fieles para el futuro, de cara al final de los tiempos? ¿No fue la Torá dictada
para recordar la Alianza? ¿Los Evangelios, para traer a la memoria el
testimonio de Jesús? ¿No fue El Corán asimismo revelado para recitarlo, en
orden a la salvación?”, escribió.
La también titular del Consejo
Honorario de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de
México, añadió que la transmisión de la fe cristiana ha dado incontables
muestras de arte a lo largo de los siglos y “aseguró que el arte nos salva y
nos salvará porque el arte es paz y los artistas son diáconos de la belleza”.
Señaló que la lírica cristiana
es una de las más grandes aportaciones a la historia de la humanidad, ya que,
sin música ni poesía, más allá o más acá de Dios, el hombre no sabría
manifestar lo que su corazón siente.
Arte y fe no toman cada una su
camino: la creación humana que habla con Dios eleva su ingenio hasta lo más
alto.
“Los salmos (mizmor), por
poner un ejemplo, fueron versos para ser cantados y según los evangelistas,
incluso Jesús entonó y salmodió (Mt 26,30; Mc 14, 26-28): lira, flauta, shofar,
salterio, pandero, címbalos y la imprescindible voz humana comenzaron a ocupar
su lugar en la estética judaica.
“La lírica cristiana, al salir
de Israel para propagarse, debió combinar y asimilar nuevas voces,
interpretaciones e instrumentos. La música se enriqueció; ya no solo como un
acto de fe sino como una obra de arte, de confección humana, del hombre y de la
mujer, del don”, indicó.