• En el “libro oleaje”, que parece ir y venir, un pequeño tomo que se despliega como un biombo, Anaïs le rinde un homenaje a su abuelo
CIUDAD DE MÉXICO.- Un “libro
oleaje”, que parece ir y venir, un pequeño tomo que se despliega como un
biombo, cuyas diversas tonalidades de azul evocan la profundidad del mar. Así
es el volumen artesanal La puerta blanca, “el más personal, el más cercano y
cálido” que ha confeccionado Anaïs Abreu D’Argence, con el que le rinde un
homenaje a su abuelo.
De descendencia francesa,
piloto aviador autodidacta, aunque practicó decenas de oficios, Arturo
D’Argence murió en 2012, a los 82 años. Le dio un infarto fulminante mientras abría
la puerta blanca para entrar a su casa en Cancún. Venía de nadar en el mar. Esa
mañana desayunó empanadas de camarón.
La poeta y editora cuenta que
al mes le escribió un poema breve que dejó reposar seis años. “Luego pensé
hacerle un homenaje con un libro sencillo, nada elaborado, que fluyera. Integré
al biombo como una forma musical de encuadernar, y al color azul para evocar la
dualidad que tienen las olas, que nunca sabes si van o vienen, o si su sonido
sube o baja”, comenta en entrevista.
Mi abuelo tuvo una buena vida.
Era de los que pensaba que trabajar era la forma más honrada de vivir. De él
aprendí la importancia de la vitalidad, su fuerte impulso de vida. Decía que no
se iba a preocupar por la muerte, que ella se preocupara por él. Y tuvo una
muerte hermosa. Se fue llegando a su casa. Mi abuela lo vio llegar e irse al
mismo tiempo”, recuerda.
La directora del sello La
Dïéresis dio vida a 50 números de La puerta blanca, un objeto que, agrega, ha
tenido buena recepción de los lectores por su sencillez y profundidad. “Es un
homenaje a mi abuelo y a los movimientos de la vida, que nos llevan en un ritmo
de oleaje hasta el final”.
Con esta propuesta, la
creadora cerró 2018 y, explica, para este año que comienza tiene buenos
proyectos, que espera publicar a pesar de la crisis que, vislumbra, enfrentarán
los sellos independientes pequeños.
Uno de los títulos que planean
editar es un poemario de la estadunidense Robin Myers (Nueva York, 1987), “que
es justo un homenaje que dedicó a su abuela”; otro es un libro infantil del que
todavía no puede dar detalles y, uno más, es el poema Beauty, de B.H. Fairchild
(1942).
Pero hay dos publicaciones más
costosas que, por lo mismo, preocupan a Abreu: un libro que reproducirá El
canto de Marcela, un capítulo de El Quijote de Cervantes, intervenido con
textos e imágenes de cinco mujeres ensayistas y artistas plásticas. “Es la
interpretación contemporánea de este canto feminista dentro de El Quijote”,
añade.
Y el segundo libro es una
recuperación de un título que publicó hace décadas la Secretaría de Hacienda,
pero que es poco conocido y quedó en el olvido. “Es un diálogo entre algunas
imágenes de Los cuadernos de la mierda, de Francisco Toledo, con poemas de
David Huerta. Será una selección diferente de lo que se editó. Es muy difícil
escoger las pinturas de los ocho cuadernos de Toledo. Pero estamos muy
entusiasmados de que se logre”, señala.
A la editora le preocupa ya no
contar con el apoyo para este tipo de títulos más ambiciosos, que les daba en
coedición, mediante convocatoria, la Dirección General de Publicaciones de la
Secretaría de Cultura federal, dependencia que se ha anunciado será integrada
al Fondo de Cultura Económica.
El libro nació de un poema
breve que “reposó” seis años.
Detalla que mediante este
sistema de coedición pudieron publicar Óyeme con los ojos en 2014, Laberinto
endecasílabo en 2015 y La gatomaquia en 2016. “El 2017 y 2018 inscribimos
propuestas a la convocatoria, pero no fueron seleccionadas. Nos dimos cuenta de
que cada vez se apoyaban más a editoriales que no siempre lo necesitaban, que
pueden trabajar sin respaldo público”.
La poeta no ve mal que las
autoridades culturales
reestructuren ciertas
dependencias, pero pide que no desaparezcan los estímulos y apoyos para los
sellos realmente independientes y los jóvenes artistas.
Es importante revisar que
estos apoyos lleguen a quien los necesita más, porque así se garantiza la
diversidad editorial. Sería desesperanzador si se pierde todo lo que se ha
conseguido”, concluye.