• La pianista Ana Gerhard compila en un libro-disco, que sirve para enseñar a apreciar la música, composiciones que han imitado los sonidos de diferentes bichos
CIDUAD DE MÉXICO.- Un enjambre
de abejorros atraviesa el claro de un bosque mientras dos grillos sostienen una
conversación al pie de un árbol. Más allá revolotea una plaga de moscas, una
pulga ejecuta varios saltos y una tarántula intenta inmovilizar a su presa con
una danza singular, antes de inyectar su veneno. Todo eso trascurre en el
libro-disco Bichos. Introducción a la música de concierto (Océano), de Ana
Gerhard.
La publicación, que cuenta con
un disco compacto, es ilustrada por Mauricio Gómez Morin y compila 20 obras de
música de concierto que recorren casi cinco siglos, es un primer acercamiento a
la música clásica para niños de cualquier edad.
En entrevista con Excélsior,
la también pianista y compiladora del libro, detalla que este volumen se incluyen
piezas como: El vuelo del abejorro, de Nicolai Rimsky-Kórzakov; Diario de una
mosca. Microcosmos 6 y Música nocturna. Al aire libre, de Béla Bartók; El
grillo, de Josquin Desprez y Tarantela. Sonidos bastardos, de Johann Kaspar
Mertz, por mencionar algunas.
Lo que busca esta colección es
acercar a los niños y al público en general a la música de concierto, porque
tengo la sensación de que en general provoca miedo y quizá muchos la consideran
como música para gente de mayor edad o para personas ricas, cultas y aburridas.
¡Pero no es así!”, explica la compiladora de la antología que ya circula en
librerías.
Éste es el cuarto volumen de
la serie Introducción a la música de concierto, que antes se ha enfocado en el
canto de las aves, los seres fantásticos y el agua.
La idea ha sido encontrar
temas cotidianos que llamen la atención de los niños y que les sean familiares.
Para que cuando captes su atención, al reconocer el sonido de un ave, de una
rana o de un insecto, ya puedes contarles que quien produce el sonido es un
violín, una flauta o un fagot. Digamos que es una forma más lúdica y directa de
llegar a la música clásica”, apunta.
El libro está diseñado para
ser hojeado mientras se escucha cada pieza, está acompañado de una biografía
mínima del compositor e información sobre el bicho en cuestión, así como el
instrumento utilizado por el compositor y un diccionario con términos que no
son del dominio público, para enriquecer la experiencia auditiva.
Lo que se busca no sólo es
provocar la curiosidad del niño, porque uno no imaginaría que estos bichos han
inspirado numerosas obras de arte, aunque son parte de nuestro entorno. Así que
la idea puede ser atractiva y se incluyen algunos detalles adicionales para
saber cómo es que estos creadores intentaron imitar, evocar o hacernos imaginar
a esos bichos”, comenta Gerhard.
Y aunque algunos sonidos son
fáciles de reconocer, como el zumbido en El vuelo del abejorro, hay otros que
pueden resultar inesperados, como el croar de las ranas, el desfile de los
saltamontes, el salto de la pulga o el reflejo de un bosque lleno de insectos.
UN MUNDO TRISTE
Para Ana Gerhard, la
importancia de acercar la música de concierto a los niños no sólo estriba en la
idea de acercar un conocimiento de forma directa, sino en estimularlos y
sensibilizarlos.
Porque está científicamente
demostrado que la audición de música clásica desarrolla el nivel de abstracción
y de concentración de los niños. Eso es algo muy importante que les puede
servir a lo largo de su vida y que vale la pena desarrollarlo desde temprana
edad”, detalla.
Yo no digo que dejen de
escuchar rock o música popular y comercial. ¡A mí también me encanta! Pero a
ésta siempre se tiene acceso y se llega directamente. En cambio, a la música
clásica no hay tanto acceso y se necesita un pequeño esfuerzo. Sin embargo, por
algo la música clásica lleva más de 500 años de evolución y es una música que
ha ido acumulando mucho conocimiento, mucho arte y sensibilidad”.
En el caso de este libro,
añade, sólo es un pequeño acercamiento que podría ayudar a los niños a
comprender cómo es que un artista expresa la idea de un bicho, un animalito que
pareciera irrelevante, pero habría que comprender cómo logró el artista
conjugar armonía, ritmo, el timbre y la melodía”, explica.
-¿Considera que la escuela no
impulsa lo suficiente la enseñanza musical? “Aunque es importantísima la
educación musical, en general de todas las humanidades, creo que en las
escuelas están más enfocadas en los resultados, más orientados en que los niños
sepan matemáticas y escriban sin faltas de ortografía”.
-¿Cuál sería su recomendación?
“Que traten de dedicarle más horas al tema de las artes, especialmente de la
música porque es un área a veces relegada o sacrificada por los profesores,
cuando a menudo toman esas horas para recuperar el trabajo de materias
atrasadas. Sabemos lo difícil que es aprender a tocar un instrumento. Eso
requiere tiempo. Pero la invitación es a sensibilizar a los niños para que
puedan escuchar este tipo de música”.
-¿Es una carencia de la
educación moderna? “Creo que en el mundo en general se ha favorecido más la
cuestión práctica y de resultados, de todo lo que les ayudará a conseguir
trabajo y a ganar dinero y sí se olvida la parte artística que, a final de
cuentas, es algo básico en la historia del ser humano”.
-¿Qué sugeriría a quienes
afirman que ésta es aburrida? “Les diría que abran bien los oídos y que se
quiten de tabúes y barreras, que escuchen a Vivaldi y a Beethoven, que no se
limiten… porque un mundo sin esta música sería mucho más triste”.
El volumen también incluye
Sensemayá y El renacuajo paseador, de Silvestre Revueltas; Siete mariposas: VI,
de Kaija Saariaho; Las mariposas, de François Couperin; La entrada de las
hormigas. El festín de la araña, de Albert Roussel; Concierto para violín Las
ranas”, de Georg Philipp Telemann; y Obertura. Las avispas de Ralph Vaughan
Williams, entre otras más.