• Es un cazador de historias que no cree en los intelectuales que ven un conflicto desde la distancia y lo rentabilizan en forma de libro
CIUDAD DE MÉXICO.- Arturo
Pérez-Reverte vive a diario con sus personajes y caminar con ellos en la cabeza
es lo que más disfruta; lo que come, mira, lee y se le ocurre tiene que ver con
las figuras que pueblan sus novelas. “Tengo una continua interacción. Son como
una compañía”, afirma el escritor español en entrevista con Excélsior.
Por esta razón, explica el
creador de la saga sobre el capitán Alatriste, de la que ha publicado siete
títulos entre 1996 y 2011, cuando termina una historia o cierra el ciclo de un
personaje se siente “triste, vacío”, porque le está diciendo adiós.
No sé cuándo finaliza el ciclo
de un personaje o cuándo se debe hacer una pausa. Creo que desarrollas una
intuición profesional. Escribo novelas desde hace 30 años y he adquirido cierta
sensibilidad o hábito de oficio. La experiencia, el instinto y el olfato te lo
da”, comenta quien acaba de publicar Sabotaje (Alfaguara), novela con la que
cierra la trilogía inspirada en el espía Lorenzo Falcó.
Creo que para Falcó tres
novelas son suficientes por el momento, aunque después no sé lo que haré.
Cerramos un ciclo para no saturar al lector ni al personaje. Pero Falcó no ha
muerto, no se ha ido. Es posible que vuelva. Aún quiero hacer un par de relatos
sobre él”, apunta.
El autor de Falcó y Eva, las
otras dos novelas que integran la saga que arrancó en 2016, describe al
protagonista como un tipo peligroso. “Es un hombre para quien la violencia es
una herramienta de trabajo, un profesional de la violencia. En el mundo hay
lobos y corderos y él es un lobo, un cazador. Es un héroe amoral, no tiene escrúpulos.
No me gustaría tenerlo de enemigo”, detalla.
Con este espía franquista,
quien fue reportero de guerra durante 21 años se volvió un experto en convertir
el horror en palabras. “Tengo una ventaja técnica a la hora de escribir novelas
sobre estos temas. Y es que no me han contado la violencia, el dolor y la
tortura. No es teoría. No lo he aprendido en los libros, en los cuadros ni en
el cine. Lo he visto y a veces he estado metido en el centro del caos y el
desastre.
He observado cómo torturan, matan
y violan a alguien sin poder hacer nada. He estado ahí como reportero. Cuando
cuento esto estoy hablando de recuerdos personales. Es mi memoria la que actúa.
Sé que hay sádicos, sicópatas e hijos de puta que ejercen la violencia porque
les produce satisfacción el dolor de los otros. Hay para quienes la violencia
es una herramienta de trabajo. Falcó es uno de ellos”, añade.
El autor nacido en 1951, que
posee más de 20 millones de lectores en todo el mundo, ubica ahora a este
personaje en la Francia de 1937. “Es un buen momento porque la Guerra Civil
española está en plena vorágine. La Segunda Guerra Mundial está a punto de
estallar. París está lleno de refugiados, espías, agentes. Es un lugar
palpitante y me apetecía mover mucho a Falcó”, cuenta.
Aquí, la misión del agente es
que el Guernica que está pintando Pablo Picasso no llegue a la Exposición
Universal, donde la República española pretende conseguir apoyo.
El miembro de la Real Academia
Española critica, de esta forma, a los intelectuales que se apropian de las
guerras. “Estuve tres años en los Balcanes, y varios meses en Sarajevo. He
visto a intelectuales franceses, españoles y norteamericanos, cuyos nombres no
voy a decir: llegan, están dos días, se toman fotos y regresan a contar en un
libro lo que pasa. Así que no sufren, no sudan, no sangran; pero sí lo
rentabilizan. Cuando un intelectual analiza un conflicto desde lejos, me
produce un saludable escepticismo, cuando no desprecio”.
EL MAR Y LA LECTURA
Pérez-Reverte, quien se define
como “un navegante-lector que accidentalmente escribe novelas”, aclara que
Falcó no es el único personaje que ha nacido de su pasión por la historia y el
periodismo; también está el capitán Alatriste.
Son muy distintos, aunque los
dos ejercen la violencia. Alatriste es un personaje que ha tenido fe; que ha
creído en la patria y en la bandera, y la vida lo ha despojado de eso. Es un
héroe moral, dolido, triste, porque está consciente de la amargura y el
fracaso. Falcó, por el contrario, es un héroe amoral, un hombre sin ningún tipo
de regla”, indica.
Además, ambos nacieron gracias
a esa capacidad de documentar que le da el periodismo. “Los peores defectos que
tengo se los debo a este oficio. Pero además me ha dado la capacidad rápida de
analizar y de estar siempre alerta, atento y luchando. Soy un cazador. Todo lo
que veo y me pasa, me da algo. No necesito escribirlo, no lo olvido”.
Quien ahora comparte su tiempo
entre la literatura, el mar y la navegación dice que sólo desea seguir haciendo
lo que hace. “Tengo el privilegio de que todo lo que quise hacer en la vida ya
lo he hecho. Pero todo me ha costado. Nadie me lo ha regalado. Tengo derecho a
tener lo que tengo y aspiro a seguir haciéndolo”.
Por lo pronto ha comenzado una
novela histórica. “Pero las obras no existen hasta que las terminas. Por eso
soy muy trabajador. Escribo ocho horas diarias. No soy un artista. Me siento a
escribir aunque no tenga ganas y siempre sale algo”.