• Que la construcción de una nueva línea del Metro o de otro aeropuerto hayan estado en el centro de la polémica, no es un problema de la arquitectura, afirma Norten
CIUDAD DE MÉXICO.- Que la
construcción de una nueva línea del Metro o de otro aeropuerto para la Ciudad
de México hayan estado en el centro de la polémica, no es un problema de la
arquitectura, afirma Enrique Norten. “Los problemas del aeropuerto, de la Línea
12, no fueron de arquitectura; sin defender ninguna de las posiciones, creo que
el del aeropuerto fue un problema de otra índole, nadie ha cuestionado para
bien o para mal la calidad de la arquitectura que se había propuesto, es un
problema de urbanismo, de política, probablemente de ecología, pero no
esencialmente de arquitectura”, dice.
Norten, uno de los más
destacados arquitectos mexicanos en el mundo, mantiene su despacho (TEN
Arquitectos) entre la capital azteca y Nueva York. Ocupado en una intensa vida
académica, trabaja al mismo tiempo distintos proyectos que erige por todas
partes. Hoy sumará un premio a su carrera: en una ceremonia en el Museo Tamayo
Arte Contemporáneo recibirá la Medalla Bellas Artes que otorga el INBA a los
más distinguidos creadores mexicanos.
El arquitecto lamenta, en lo
personal, que se haya frustrado la construcción de un nuevo aeropuerto para la
ciudad: “Creo que había mejores salidas. Yo hubiera querido tener un gran
aeropuerto en un futuro cercano, independientemente de la calidad de la
propuesta que se consideró; lamento evidentemente la pérdida económica de los
mexicanos”, dice en entrevista.
La visión de Norten acerca de
la arquitectura trasciende la simple construcción de obra nueva. Su idea sobre
la disciplina se fue formando desde sus años de estudio en los 60: hoy también
es un activo conferencista y académico, y opina que la enorme tradición
cultural y constructiva de este país forjó una sensibilidad especial en el
mexicano para apreciar la arquitectura. La mirada, piensa, se amplió por
aquellos años cuando comenzó a formarse.
Empecé exactamente la carrera
en 1972. Los 70 son mis años de formación y México era un país muy diferente,
muy cerrado, que veía casi siempre hacia adentro y nunca afuera, con límites muy
bien establecidos y donde había dos grandes discusiones: una que tenía que ver
siempre con nuestro pasado prehispánico y otro con nuestro pasado popular, y en
ese momento la arquitectura que se hacía, o la que era validada, tenía que ver
con esas dos condiciones”, señala.
Como en otras disciplinas, la
arquitectura buscaba el “mexicanismo”, pero las condiciones cambiaron rápido:
“Muy pronto eso fue destruido cuando México comenzó a ser global; a mí me toca
salir del país, formarme fuera (Norten se inició en la Universidad
Iberoamericana, luego hizo una maestría en la Universidad de Cornell) y empecé
a dialogar con el resto del mundo, algo que mis predecesores veían con
reticencia”. Norten recuerda que la labor fue reconocer que la globalización
había llegado y las ideas y pensamientos fluían de otra manera.
El reto era combinar esa
visión con el vocabulario nacional, con la tradición que la arquitectura
mexicana arrastra. Hoy por hoy, piensa, su obra puede identificarse como
mexicana, a pesar de ser universal.
—¿En dónde se identifica ese
rasgo?, se le pregunta: “Creo que en las luces, en las proporciones, en los
ritmos, en muchas condiciones que son intrínsecas de la arquitectura y que van
mucho más allá de esa superficialidad, que es la envolvente misma de un
objeto”, responde.
La manera de concebir la
arquitectura de Norten ya incluye discusiones sobre el bienestar de la
sociedad, el espacio público o la configuración de las urbes. Cree que una
ciudad, antes que levantar edificios magníficos que se conviertan en destinos,
necesita trabajar en una articulación de todos sus elementos, donde el espacio
público es esencial.
La ciudad está hecha, en igual
condición de importancia, de masa y de vacío; muchos siguen viendo la
arquitectura como la creación de objetos. Nuestras ciudades no deberían ser, o
no quieren ser, una acumulación de objetos independientes sino de objetos
articulados por ese vacío que llamamos ‘espacio público’, pero éste no es el
residuo de lo construido, es la esencia de las ciudades; y los objetos
construidos, la masa, de alguna manera tiene que articular ese vacío”,
concluye.