• El escritor tapatío presenta su libro el próximo 28 de noviembre en Cronopios
Ciudad de México.-
Publicistas, jefes, creativos y un sinfín de personajes pululan en el nuevo
libro de Rodolfo Orozco. Un trabajo que demoró más de año y medio y que, por
fin, verá la luz. Bajo el nombre de “Robaplanas”, una medida para anuncios en
periódicos, el libro retoma las obsesiones del escritor y las convierte en
ficción para ajustar cuentas con su oficio: la publicidad.
Editado por el sello tapatío
De lo imposible ediciones, “Robaplanas” llega de la mano del periódico “El
Pasado”, que retoma los cuentos de Orozco y los pone al servicio del papel. En
entrevista, Rodolfo cuenta el proceso de escritura del libro.
-¿Cómo comenzó el proyecto de
escritura de “Robaplanas”?
-Fue una mezcla de
frustración, necesidad y homenaje después de mi paso por distintas agencias de
publicidad. Como cuando dejas a una novia y haces un recuento de lo vivido.
El homenaje está en el guiño
que hago a las “Historias de cronopios y de famas” de Julio Cortázar
relacionando a los cuentas, jefes y creativos con los cronopios, famas y
esperanza que habitan la industria publicitaria, para describir algunas
postales de todo ese mundillo. Desde situaciones totalmente ñoñas a crítica
sobre su quehacer, pasando por un elemento indispensable: el juego que supone
trabajar como creativo en una agencia de publicidad.
-¿Cuál fue el impulso inicial
del libro?
-Todo empezó un año después de
mi último empleo en agencia allá por 2010, cuando ya tenía la estabilidad como
freelance y sentí la añoranza del pago cada quincena y de los horarios de 9 a 2
y de 4 a 7 más horas extras (que nunca me pagaban). Estaba leyendo “Papeles
inesperados” de Cortázar y, por alguna razón recordé “El baile de los famas”,
lo intervine con un baile de los jefes, para a partir de ahí entrelazar los
mundos, recreando tanto historias vividas como cosas que me contaron o que
llevé a la ficción total.
-¿Pensaste “Robaplanas” como
unidad o fue surgiendo cuento por cuento?
-Empezó como intervenciones a
los textos de Julio Cortázar que complementé con lo que produzco en el taller
Al gravitar rotando. El resultado es un especie de zapping entre momentos con
horario de oficina y de la vida cotidiana, en forma de relatos, críticas a la
industria y aforismos, que preferí llamar eslóganes literarios. La unidad final
del material a publicar la determinó el editor, al que sugerí una secuencia que
él fue hilvanado hasta lograr tanto el libro formal como el libro experimental.
Es decir, “Robaplanas” y “El pasado”, un periódico que en vez de noticias y
anuncios, trae los relatos y los aforismos ilustrados por amigos diseñadores
con los que he trabajado.
-Siendo un libro dedicado al
mundo de la publicidad, ¿qué tan complicado fue para ti separarte del ambiente
(como escritor) para escribir de él?
-Desde que empecé en la
publicidad me he visto como alguien que escribe, esa es la función principal
como creativo. En ese sentido, me resultó fácil pasar de hacer un guion para
radio o copy para una revista, a crear los relatos con la total libertad de no
tener que cumplir con el brief de un proyecto o lograr un objetivo de venta.
-¿Te sientes cómodo con el
resultado final?
-Totalmente. Aunque siempre
queda la astilla de que pudo ser mejor, que quizá no hablé de algún tema que
ahora me interese o que el tiempo me ha hecho evolucionar y seguramente ahora
observaría otros detalles.
Creo que más allá del
resultado, lo que realmente disfruté fue el proceso de trabajo, que se parece
mucho a la relación creativo-director creativo antes de lanzar una campaña.
Tuve que ceñirme como escritor a lo que el editor visualizaba como obra final.
Nos tomó al editor y a mí casi
un año y medio de trabajo, en donde tuve que reescribir siguiendo sus
indicaciones, llevar los relatos a un punto de vista más cercano que permitiría
al lector sentirse dentro de las acciones que se cuentan y sufrir cuando alguno
de las piezas las descartaba. Tal como me pasó a mí o como hice pasar a los
creativos que tuve a mi cargo.
-¿Cómo te gustaría que los
lectores recibieran tu libro?
Como una pequeña ventana a
alguna agencia de publicidad, a la que se pueden acercar para ver el bluff,
desmitificar la arrogancia y el glamour que se percibe desde fuera y darse
cuenta que no está tan lejos de ser un trabajo como cualquier otro, quizá con
un grado extra de ñoñería y deshumanización.
-¿Con cuál cuento te sientes
más identificado?
-“Los Cannes no son como los
pitan”, una fábula que ironiza con lo que localmente hacemos como publicistas
tapatíos: pretender que hacemos cosas de gran mundo; es decir, hacemos anuncios
para rosticerías de pollo que terminan en volantes pegados en los “depas”
fresas de la Americana, pensando que son tan geniales que pueden ganar un León
en Cannes, el máximo festival internacional publicitario.