• En entrevista, reconoció que este género tuvo su carta de naturalización entre 1990 y 2000, cuando adquirió el gran boom actual
CIUDAD DE MÉXICO.- La
minificción es una casa de puertas abiertas, un rasgo de la inteligencia y una
cicatriz luminosa en la memoria del lector”, afirma el escritor Agustín
Monsreal (Mérida, 1941), autor de Minificciones. Antología personal, libro con
el que obtuvo el III Premio Iberoamericano de Minificción Juan José Arreola
2018.
En entrevista con Excélsior,
el autor de Los ángeles enfermos, Tercia de ases y Cuentos para no dormir esta
noche, reconoció que este género tuvo su carta de naturalización entre 1990 y
2000, cuando adquirió el gran boom actual y admitió en su seno al aforismo, la
greguería, la máxima, la viñeta y el sueño, cuya esencia lo distingue por
encerrar algunos rasgos de la condición humana con ironía, humor y crueldad.
Adelantó que a partir de hoy
estarán disponibles en línea —con varias mejoras y motores de búsqueda— todos
los números de la revista El Cuento, fundada y dirigida por Edmundo Valadés,
donde Monsreal fue miembro del consejo editorial en el sitio web:
http://www.elcuentorevistadeimaginacion.org
También adelantó que prepara
la publicación de Sirenidades, un libro con breves ficciones que abordan el
tema de la sirena; y La mujer de tu prójimo.
Sobre Minificciones. Antología
personal —publicado en coedición por Ficticia, el Seminario de Cultura Mexicana
y el Gobierno de la CDMX—, Monsreal detalló que para esta compilación hurgó
entre sus libros ya publicados y en manuscritos inéditos, para concentrar la
mayor parte de sus obsesiones, que van desde la ironía y la visión fatalista
del ser humano, hasta ese narrador intransigente y por momentos escatológico.
Explicó que una microficción
redonda es aquella que, en su contenido, intenta transmitir algo, de tal suerte
que cuando alguien la lee, no se pregunta ‘¿y esto qué?’, “sino que encuentra
ese texto breve que deja un breve recuerdo o una cicatriz luminosa en la
memoria del lector”.
Y para lograrlo, añadió,
“considero que se necesita de la máxima precisión, concisión y una muy definida
manera de contarla, dado que cada una necesita su propio lenguaje, estructura y
dimensión, ya que no es lo mismo escribir una minificción de siete palabras a
una de 35”.
Hay minificciones que sólo
contienen la voz de un personaje, apuntó, pero en otras ocasiones se junta el
personaje y una atmósfera que refleja su estado anímico, o se puede agregar una
característica lingüística para que adquiera mayor consolidación.
La minificción es un trabajo
creativo en el que todos los elementos que la compongan deben estar
perfectamente cerrados, porque se trata de un orbe que no permite la menor
fisura o puede echarse a perder el texto”, precisó.
Una clave para escribir una
minificción es tener siempre presente que este tipo de textos no dependen del
territorio temático que pisan, sino en descubrir el lugar exacto para
profundizar. “Una de las virtudes de este género es que trabaja a profundidad y
no en extensión; la idea es encontrar el terreno adecuado para provocar la
sonrisa, reflexión o el enojo del lector”, detalló.
Así que a veces la superficie
plana resulta excelente, pero en otros momentos necesita del terreno pedregoso
o arenoso.
Por último, aseguró que sí
existe una diferencia clara entre una minificción y un tuit o un estado de
Facebook. “La diferencia está en la condición humana, es decir, en el deseo y
la pasión, en ese rasgo personal que se manifiesta en el escrito. La diferencia
está que el escritor debe ser capaz de captar y atrapar a ese lector para
estremecerlo, sacudirlo e invitarlo a un instante de reflexión e imaginación”.