• En su presente edición, la Bienal FEMSA se traslada de su punto de origen; llega a una nueva urbe con un ambicioso programa curatorial bajo el brazo
ZACATECAS.- La Bienal FEMSA
entendió que debía salir de Monterrey. En su edición XIII, el programa
artístico ha invadido y contagiado a la ciudad de Zacatecas de arte
contemporáneo. Espacios públicos como plazas, mercados e incluso el famoso
cerro de la Bufa; también templos, teatros y museos se han convertido en
estaciones de un largo circuito artístico enriquecido con la tradición plástica
de la ciudad y con el nuevo impulso que la creación contemporánea está
viviendo.
Bajo el título Nunca fuimos
contemporáneos, la Bienal ha desplegado en la urbe minera un programa de largo
alcance que incluye la participación de al menos un centenar de artistas
internacionales, nacionales y locales. No se trata sólo de exposiciones,
intervenciones o instalaciones, sino de un entramado curatorial, que integra
algunas publicaciones y un programa pedagógico, con el que se quiere contagiar
a la comunidad artística y al público en torno al arte.
Con Zacatecas la Bienal quiso
renovarse; sus organizadores reflexionaron sobre la postura que estaba teniendo
en Monterrey, en donde algunos sólo la veían ya como una exposición: el formato
anterior, por ejemplo, consistió en un certamen al que los artistas mandaban su
obra y toda la selección se realizaba en el estudio, sin correlación con otros
artistas ni discusiones o análisis. Ahora, en lugar de ser sólo un evento
museográfico o un concurso, la novedad es que se preparó un programa curatorial
que abarca 18 meses.
La Bienal se planteó “aportar
y estimular” a una comunidad específica con la mediación del arte
contemporáneo. Zacatecas era ideal: antes se hizo un sondeo de otras urbes,
pero ésta tenía una fuerte concentración de museos, riqueza cultural y
geográficamente se pudo armar un circuito que puede completarse caminando. En
este formato, “el estímulo y el beneficio es mucho mayor, porque estás actuando
con una localidad específica y estimulando un diálogo con la comunidad”, dice
la directora de la Bienal, Gabriela Correa.
COMISIONES
Mientras se recorre la
colección de máscaras del Museo Rafael Coronel, el sonido de una banda acompaña
al visitante; se trata del tema Me voy a aceptar, que La Auténtica de Jerez
grabó con el artista Mario García Torres. Una parte de la letra salió de un
poema de otro jerezano: Ramón López Velarde; la canción que desde hace un mes
se transmite en varias estaciones de radio locales pretende establecer una
discusión en torno a la migración.
En otro espacio del mismo
museo se erige una fuente de cantera rosa, igual a las que abundan por toda la
capital zacatecana. Ésta se llama Fuente de azogue y es autoría de Plinio
Ávila, artista local que ha cambiado los chorros de agua por mercurio líquido.
La pieza plantea una crítica a la boyante, pero también contaminante y abusiva
industria minera de Zacatecas.
Los dos trabajos son
comisiones de la Bienal y forman parte de la primera de cinco plataformas que
integran el programa del encuentro artístico en su nueva versión: la que se
refiere a las colaboraciones museológicas con montajes, exploraciones de obra y
acervos, diálogos entre colecciones institucionales y comisión de obra. Pero
García Torres y Ávila no son los únicos artistas. El despliegue incluye 23
proyectos comisionados que se distribuyen en las 13 sedes zacatecanas que
conforman el circuito.
En Zacatecas, dice Correa,
“encontramos un ambiente rico, vasto, son muchas generaciones de arte, mucha
producción de gráfica, escultura, pintura, arte contemporáneo, instalaciones,
pero evidentemente los foros están más enfocados en la plástica”. Esa tradición
también quiere ser aprovechada por la Bienal: en el Museo de Arte Abstracto
Manuel Felguérez, por ejemplo, se inauguró la exposición Geometría sin fin, que
pone en juego la Colección FEMSA con la obra de tres comisionados: Verónica
Gerber, Felipe Mujica y Christian Camacho.
La segunda vertiente de esta
Bienal son las intervenciones en espacios públicos. Aquí se ha encargado obra a
Antonio Bravo, quien trabajó en el cerro de la Bufa; Diego Pérez García, que
instaló nueve esculturas en un lote baldío; Rita Ponce de León, quien intervino
la Plazuela del Moral, y el Colectivo Ocupa que intervino 22 lámparas en el
Mercado Jesús González Ortega. Se incluye un programa público que consistirá en
un encuentro que se realizará el 16 y 17 de noviembre próximo, un programa
editorial y un programa pedagógico que incluye seminarios teóricos y talleres
con curadores, historiadores y académicos.
La Bienal parece haber
encontrado su camino y en el trazo participaron Willy Kautz, como director
artístico, y Daniel Garza Usabiaga como curador. “Ya estamos buscando la siguiente
sede, aún no podemos decirlo, pero se está haciendo una investigación de
lugares”, afirma Correa.