• Liliana Pedroza es autora de Historia secreta del cuento mexicano: 1910-2017, obra publicada por la UANL
Ciudad de México.- Las
escritoras ‘‘han sido un grupo aparte que ha caminado en silencio, a la par de
las historias de la literatura”; no están incluidas en el canon porque sus
discursos narrativos son diferentes o apelan a otros temas, opina Liliana
Pedroza (Chihuahua, 1976), autora del catálogo Historia secreta del cuento
mexicano: 1910-2017, publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León
(UANL), en la colección Ensayo.
La investigadora, en
entrevista con La Jornada, sostiene que uno de los principales factores que han
invisibilizado a las narradoras son extraliterarios, como el socioeconómico,
pues la educación iba dirigida hacia los hombres. ‘‘Si las mujeres no tenían
acceso a la educación ni al ámbito público, ¿cómo iban a escribir y a ser
publicadas?”
Otro escollo ‘‘es la idea de
que los temas masculinizados son los temas universales, mientras los de la
familia, la crianza y la menstruación deben quedar restringidos a los diarios
personales, y si se publican sólo tendrán lectoras”.
También destaca los límites
impuestos por las políticas públicas de un país tan centralista como México,
donde apenas a principios de los 90 empezaron a crear institutos culturales en
los estados, que ha permitido, muy lentamente, que los escritores no tengan la
necesidad de venir a la capital para ser conocidos, reseñados y visibilizados.
En las décadas de los 60 y 70, ¿quién iba a dejar a una mujer venir sola a
empezar un camino literario?
Cataloga 512 relatos escritos
en más de un siglo
Historia secreta del cuento
mexicano: 1910-2017 cataloga 512 relatos creados en más de un siglo, por
autoras que han escrito por lo menos un libro en ese género.
‘‘No todas son buenas. No
tienen por qué serlo. Uno de los paradigmas que tenemos que romper es que las
mujeres necesitamos ser mucho mejores para ser tomadas en cuenta”, explica la
investigadora Liliana Pedroza.
La también escritora investigó
de 2003 a 2005 y con esa finalidad viajó por los 31 estados, ‘‘porque pensé que
uno de los grandes problemas de los catálogos anteriores era la centralización.
Mucha de la academia se centra en lo que hay en las mesas de librerías del
centro del país. Fui a cada entidad viendo cuáles eran las mujeres que habían
escrito”.
Refiere que ‘‘en los años 70
del siglo pasado, con la nueva ola feminista que hablaba sobre el divorcio, el
aborto, la planificación familiar, los espacios públicos, va propiciando que
las mujeres se empoderen, escriban, publiquen y hablen sobre sus temas’’.
Las grandes ausentes en la
tradición y la ruptura
Liliana Pedroza define que en
la literatura siempre ha existido la tradición y la ruptura, aunque
invariablemente han sido protagonizadas por hombres. Las mujeres han sido como
las grandes ausentes. Quizá en estudios de mayor profundidad podremos abordar
de qué manera el rompimiento del discurso heteropatriarcal es parte de una
vanguardia, al menos temática.
‘‘En los cánones que han
escrito los señores de la literatura, claro que no van a hablar de esto;
siempre lo van a tratar como un apartado.
‘‘Hay que preguntarse
–prosigue la experta– por qué ocurre esto con la literatura escrita por
mujeres, homosexuales e indígenas, mientras la literatura universal parece que
es creada por hombres blancos, heterosexuales.”
Según Pedroza, ‘‘desde hace
tres décadas las mujeres somos la tercera parte de la literatura mexicana y no
estamos debidamente representadas, ni en los jurados ni en los congresos ni en
las mesas de lectura. No estamos visibilizadas. Eso es lo que quiere arrojar
Historia secreta del cuento mexicano: 1910-2017 en relación con las prácticas
culturales”.
Esa restricción ‘‘nos ha
pegado a todos, incluso a los lectores ante la imposibilidad de conocer a Edith
Villavicencio, que está en La Paz, Baja California; es una escritora
excepcional, cuyo quehacer solamente es auspiciado por el municipio y no llega
hasta acá”, concluye.