• El artista y pintor sirio Najah Albukai durante una entrevista. Foto AFP
Yerres.- "Seguir dibujando es no querer entregar
las armas". Najah Albukai, un sirio refugiado en Francia, cuenta con
dibujos escalofriantes la pesadilla que vivió en una prisión cerca de Damasco.
Cuerpos escuálidos,
desfigurados por los golpes, miradas ojerosas, manos escondiendo los
genitales... Colgados en las paredes de su departamento, estremecedores dibujos
con tinta china muestran los abusos que este exprofesor de arte de 49 años vio
y vivió.
"En prisión, estás
suspendido entre la vida y la muerte. Son periodos apocalípticos. Tienes la
impresión de estar en una pesadilla", afirma Albukai en una entrevista con
la AFP.
Como muchos sirios de la
región de Daraya, un feudo rebelde cerca de Damasco, Najah Albukai fue
contagiado con la fiebre revolucionaria que se apoderó de Siria a inicios de
2011.
Él y su esposa se unieron
rápidamente a las manifestaciones pacíficas, reprimidas con mano de hierro por
las fuerzas leales al presidente Bashar al Asad.
En 2012, Albukai fue detenido
y encerrado en una prisión cerca de Damasco, manejada por los servicios de
inteligencia sirios.
"Interrogaban a varias
personas al mismo tiempo. Te interrogaban mientras que torturaban a otros junto
a ti", relata.
Las docenas de dibujos
expuestos en su apartamento en las afueras de París muestran todo el horror de
los abusos.
"Te ponían una silla
aquí, bajo el brazo", explica, señalando con el dedo un croquis aterrador
en la que un hombre está siendo torturado. "Después se apoyaban en la
silla, para que se levante, haciendo que el cuerpo del prisionero se torciera
por completo". "Si tenías suerte, vivías unas semanas".
Entre las palizas, Najah
pasaba la mayoría de su tiempo en una celda de cinco metros por tres en las que
se agolpan decenas de de prisioneros. Sus cuerpos heridos se frotaban entre si,
pasándose varias enfermedades.
"Un olor
nauseabundo"
Después de un mes de encierro
su esposa logró liberarlo, pagando a un juez para que abandonara los cargos en
su contra. Pero fue recapturado a finales de 2014 cuando intentó cruzar
clandestinamente la frontera con Líbano.
Fue enviado de vuelta a la
misma prisión, el centro 227, en donde se apilaban cuerpos de prisioneros
torturados, algunos de los cuales no tenían más de 10 años.
El centro 227 servía también
de morgue temporal para los prisioneros de otros centros de tortura. Los
detenidos, como Albukai, tenían que descargar los cuerpos mutilados que
llegaban en camiones.
"Esto es en las mañana,
cuando transportábamos los cadáveres", cuenta, mostrando otro dibujo.
"A menudo el olor de los prisioneros muertos desde hace dos días era
nauseabundo. Algunos tenían rastros de tortura (...) y la mayoría estaban
esqueléticos".
En un informe publicado en
2016, Amnistía Internacional estimó que 17 mil 723 personas murieron en
cárceles sirias entre marzo 2011 y diciembre 2015.
Albukai está convencido de que
sin su esposa, Abir, no habría sobrevivido. Esta profesora de francés, que
tenía un sueldo de 80 dólares por mes, vendió su auto y pidió ayuda a familia
que vivía en el extranjero para reunir los 20 mil dólares que le pedían para
liberar a su marido.
En octubre 2015 la pareja,
junto a su hija adolescente, lograron llegar a Líbano. La familia pidió asilo
en Francia, en donde Albukai está buscando trabajo y una casa de edición para
publicar sus dibujos.
"Quizás perdimos y la
revolución fracasó", admite. Pero "seguir dibujando es no querer
ceder, es no querer entregar las armas".
"Tengo la impresión de
que si ahora me pongo a dibujar flores o paisajes significaría que entregué las
armas".