• El célebre grabador de 91 años charló con Excélsior acerca de cómo surgió Libertad de expresión, una de sus obras más conocidas, y cómo se convirtió en un símbolo de la revuelta estudiantil de 1968
CIUDAD DE MÉXICO.- Adolfo
Mexiac (1927) es el artista visual que hizo del grabado una forma de protesta,
el sobreviviente del Taller de Gráfica Popular (TGP) que, desde la
clandestinidad, usó la tinta para captar el alma del movimiento estudiantil de
1968.
En entrevista con Excélsior,
el creador michoacano, retirado en su casa de Cuernavaca, cuenta sus días en el
68 y revive el momento que le dio luz al grabado Libertad de
expresión, donde aparece un
indígena amordazado con cadenas, que se convirtió en la icónica imagen de
numerosos movimientos sociales.
Sé que, por desgracia, este
grabado es comercializado en Estados Unidos sin mi consentimiento, por lo que
buscaré apoyo en el Instituto Nacional del Derecho de Autor”, afirma.
Porque yo no hago ningún lío
cuando se trata de movimientos sociales, pero sí cuando lo están
comercializando. Tengo entendido que lo vende una institución gringa (cuyo
nombre se reserva), así que buscaré a derechos de autor para pelear eso, porque
ahí ya es negocio y no se trata de eso, sino de que se aproveche en las luchas
sociales”, aclara.
Dicho grabado nació en 1954,
cuando Mexiac supo del golpe de Estado en Guatemala —orquestado por Carlos
Castillo Armas con apoyo de EU—; y tras la destitución de Andrés Iduarte,
director de Bellas Artes, luego de que Arturo García Bustos colocó la bandera
del Partido Comunista sobre el féretro de Frida Kahlo.
Yo estaba en San Cristóbal de
las Casas, enviado por el Instituto Nacional Indigenista (INI) —donde también
colaboraba Juan Rulfo— y me encargaba de pintar cuadernillos en tzotzil y
tzeltal para enseñar español a los niños indígenas.
Pero aquel día tomé un pedazo
de linóleo e hice posar a un muchacho tzotzil, amordazado con un pañuelo; luego
cambié el pañuelo por cadenas e inmediatamente lo mandé al TGP y empezó a
distribuirse en la Feria del Libro que se realizaba en La Ciudadela”, recuerda
el discípulo de José Chávez Morado.
Catorce años después, uno de
sus estudiantes vio aquel grabado en el taller, le pidió permiso para tomarlo y
le imprimió la leyenda “¡Libertad de expresión!”, para convertirse en símbolo
de las marchas estudiantiles.
EL ASALTO
La historia comenzó el 30 de
julio de 1968, tras el famoso bazucazo en la Preparatoria 1, mientras Mexiac
daba clases en la Academia de San Carlos.
Aquel día los alumnos estaban
descontrolados y, tras confirmarse la incursión del Ejército, mis alumnos
tomaron el taller, trazaron sus propias obras y empezaron a imprimir y yo mismo
me incorporé a trabajar con los muchachos”.
Sin embargo, aquella obra sólo
duró hasta septiembre, recuerda el artista, cuando un grupo de soldados vestido
de civil intimidó a los estudiantes y asaltó el taller para llevarse material,
y partes del equipo para imprimir.
Dos semanas después vino un
segundo asalto y Mexiac cerró el espacio escolar y usó su propio taller para
apoyar a los estudiantes. “Ya no tenía objeto estar en la escuela, porque no
había seguridad y así en mi taller se producía propaganda”.
Las impresiones se hacían por
la noche, a marchas forzadas y discretamente. “Yo sólo les explicaba cómo
estirar la tinta e imprimir, pero al otro día los jóvenes sacaban las bolsas
con las impresiones. En una de esas noches, un joven vio aquel grabado del
indígena amordazado y me preguntó si podría tomarlo para el movimiento. Le dije
que sí. Le puso el logotipo de los Juegos Olímpicos y colocó aquella frase.
Pero como el grabado era más elaborado les propuse que lo imprimiéramos en otro
lugar y los llevé con los impresores del INI”.