Cada 10 de mayo el panteón municipal recibe a cientos de visitantes que van a celebrar el Día de las Madres en el lugar donde yacen los restos de sus seres queridos
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La Paz, Baja California Sur.- El Día de la Madres se convierte en una celebración prácticamente religiosa para los mexicanos. Con devoción todas las familias en Baja California Sur se dedican a consentir y agradecer por la figura y el símbolo que representa en la sociedad mexicana la mujer que da vida.
En el marco de esta celebración no sólo los hogares se visten de fiesta, sino también los espacios en donde yacen los restos de aquellas que fueron madres y que aún no son olvidadas por los suyos.
Una fiesta nostálgica, donde converge la alegría y la añoranza, se desarrolla desde tempranas horas en el panteón municipal Jardines del Recuerdo. Ante la banda sonora del clásico de Alberto Aguilera, “Amor Eterno”, los visitantes marchaban con escobas, jarras de agua y flores para celebrar al lado de sus madres.
“Tengo 5 años viniendo desde Culiacán a ver a mi madre. Todos los años aquí estoy, sin falta”, compartió Guadalupe Castro, quien acudió desde tempranas horas a Jardines del Recuerdo.
El sol subía y los puestos de venta de flores se atiborraban. Claro, la ofrenda más valorada en este día no puede faltar.
“De a 50 pesos el ramito”, gritaba una vendedora que ofrecía un arreglo de flores blancas acobijadas con galantería amarilla y violeta.
“Un precio accesible para aquellos que no tenemos mucho dinero, pero que no nos olvidamos de nuestras madres en este día”, decía sonriente un cliente que hizo su respectiva parada en el puesto de venta antes de entrar al panteón.
Con 20 años dedicados a la venta de flores, Carmen Benítez de Pérez puede catalogarse como una experta en la materia. Aunque todos los días se encuentra en Jardines del Recuerdo, el Día de las Madres deja buenas ganancias para ella.
“Nos va muy bien. Hoy vendí 300 arreglos a 50 pesos y no son ni las 11 de la mañana. Yo todos los días estoy aquí, desde hace 20 años. Ofrezco mis flores para ganarme la vida, es mucho mejor que andar pidiendo en las calles”, compartió su experiencia Carmen Benítez.
La última morada, aquella a la que todos le tememos, que se reviste de cemento y una cruz no se ve tan lúgubre ni intimidante, cuando se viste del rojo de las rosas, del amarillo de los girasoles y del blanco del clavel.
Quienes se dedican a la música arribaron al mausoleo para ofrecer sus piezas musicales a los visitantes. El “Puño de Tierra”, la “Cruz de Madera” y las tradicionales “Mañanitas” son los clásicos más solicitados, según el Grupo Clandestino.
Por 100 pesos, los 4 integrantes de la agrupación musical ofrecen la catarsis mientras los visitantes tienen un encuentro con sus seres queridos, como cada 10 de mayo. En un día como este, los músicos son contratados por al menos unas 15 personas.
La marcha hacia las partes más profundas del panteón municipal continúa. Con gorra para evitar el castigo del sol, con agua para engañar a la deshidratación y con lentes para disimular las lágrimas, pero continúa.
Algunos comparten alimento en familia sobre las tumbas, otros simplemente las limpian. Alguien se sienta y llora, varios platican con el sepulcro y ríen.
“Mi mamá murió hace 13 años, en mi casa somos 5 hermanos y el Día de las Madres venimos porque venimos, eso nunca lo dejamos pasar”, comentó Gloria Catillejos, quien acudía acompañada de sus hijos.
“Es un día de tristeza, pero también de alegría. Usted entiende, ¿no? Sólo quien sabe lo que es perder a la madre sabe lo que significa venir cada 10 de mayo”, expresó Sandra Agúndez, quien iba arribando al mausoleo.
Al final un 10 de mayo en el panteón nos recuerda parte de la realidad de la creencia del mexicano: la muerte es sólo otra aventura, que es incapaz de dividir la devoción que existe ante el símbolo que representa “la madre” en la sociedad sudcaliforniana.