Una propuesta escénica mezcla performance, música y tradición sin imponerse límites, en franca sintonía con la danza contemporánea
CIUDAD DE MÉXICO.
¿En qué piensa usted cuando oye hablar de danza folclórica? Seguramente de inmediato llegan a su cabeza nociones de la identidad mexicana y de originalidad indígena. “Durante mucho tiempo ha habido una mentalidad muy cerrada en cuanto a la creación de la danza folclórica, porque de lo contrario implica transgredir ciertos códigos, para muchos es como una falta de respeto”, dice la directora y actriz Fernanda Ruiz.
Junto con la compañía Colibrí y Venado Arte Escénico, Ruiz da la vuelta a esa tradición purista que, dice, ha persistido en la danza folclórica. Todos los miércoles dirige el espectáculo multimedia Sombras de luna, una propuesta interdisciplinaria que mezcla el performance, la música y la danza tradicional, pero sin imponerse límites y en franca sintonía con la danza contemporánea.
La danza folclórica durante muchos años fue bastante hermética, lo que algunos en el gremio llaman puristas, y es muy complicado entrar al tema, porque la danza, una vez que se saca de su contexto y se sube a un escenario, deja de ser danza puramente tradicional; nadie es dueño de la verdad en cuanto a la danza y las músicas tradicionales de México, porque ya están sacadas de su contexto. La danza pura la alcanzamos a ver solamente en donde se lleva a cabo y bajo el contexto en el que se lleva a cabo”, dice la directora.
Sombras de luna fue creado por los propios ejecutantes, todos egresados de la Escuela Nacional de Danza Folklórica del INBA y también creyentes de que la danza folclórica ha estado demasiado ceñida a la tradición. Se basa en la tradición oral de los pueblos mexicanos, es un espectáculo, que, a través del lenguaje corporal, la música y elementos de gran arraigo, transporta al público al pasado para compartir la sabiduría que está detrás de una limpia, un hechizo, un amarre, el llamado toloache y hasta detrás de sus nahuales.
La danza en México, la que no es festiva, seguramente no tiene nada que ver con el disfrute de las personas, tiene que ver más con una ofrenda con una condición espiritual, con ciertos actos y creencias, y eso es algo que muchas veces es complicado llevarlo al escenario y equivocadamente muchos grupos de danza folclórica creen que lo pueden lograr o que pueden transmitir lo que se lleva a cabo en un pueblo en el escenario. Son contextos totalmente diferentes y como ballet folclórico no me parece válido que se tome una postura de sabedor de la verdad”, agrega Ruiz.
En este espectáculo retomamos las historias más representativas, nos dimos cuenta de que en muchos lugares se piensa o se cree lo mismo sobre determinados seres; son siete episodios, siete brujas como las que se comen a los niños, las brujas que se ven a lo lejos como bolas de fuego, los nahuales o seres que se convierten en animales. Apelamos a la conjunción de distintas disciplinas para crear una idea general”.
En el espectáculo están juntos la danza, el performance, el multimedia que “se juntan como una especie de rompecabezas, al final lo que hacemos es difuminar las líneas que separan a una de otra para que entre todas cuentan una historia y, si falta una, no se puede contar la historia”, dice.
En Sombras de luna intervienen 14 bailarines y cinco músicos en escena, y se retoman figuras emblemáticas como María Sabina, chamana del pueblo indígena mazateco de Oaxaca.