• Ricardo Pérez Montfort publica el primer tomo de una biografía que echa luz en los orígenes de uno de los pilares de la historia mexicana del siglo XX
CIUDAD DE MÉXICO.- Auna figura
envuelta en el mito puede colgársele cualquier historia, incluso hasta un
crimen. Ese es el caso de la vieja versión periodística que imputa a Lázaro
Cárdenas (1895-1970) su participación directa en el asesinato de Venustiano
Carranza, el 21 de mayo de 1920. “Mi impresión es que Cárdenas está cerca de
ese fenómeno, pero no participa directamente”, dice el historiador Ricardo
Pérez Montfort (México, 1954), quien indaga minuciosamente en la vida del
militar y político en una nueva y extensa biografía de dos tomos, de los que ya
ha aparecido el primero.
Durante los años 50, en un
momento en que había toda una andanada en contra del general Cárdenas, se
publicó una serie de documentos apócrifos; el periodista (Roberto) Blanco
Moheno fue uno de los que publicó estos documentos en los que se trato de
involucrar a Cárdenas en el asesinato de Carranza”, cuenta el investigador del
CIESAS. Cárdenas jamás habría llegado al fatídico escenario de Tlaxcalantongo,
donde pereció a balazos el padre del constitucionalismo mexicano, ni habría
enviado a Rodolfo Herrero el telegrama con la orden de ejecutarlo.
Carranza iba camino a Veracruz
para instalar ahí su gobierno después de proclamado el Plan de Agua Prieta.
Cárdenas permanecía entre la huasteca veracruzana y tamaulipeca cuando recibió
órdenes de cuidar la avanzada del constitucionalista, pero, a decir de Pérez
Montfort, el expresidente no pudo ordenar su ejecución, pues no podía disponer
sobre las acciones militares a seguir: “Aún no puede mandar, está supeditado a
los jefes y él era un militar muy leal”. Además, las condiciones climáticas
durante mayo, un mes regularmente lluvioso en México, habrían evitado que
Cárdenas se acercara al lugar del asesinato.
Son épocas de aguas y Cárdenas
debe cruzar un río para acercarse a esa región; el río estaba crecido,
realmente su contingente no puede llegar al rumbo donde Herrero recibe a
Carranza, su participación directa en el asesinato de Carranza me genera una
duda monumental y luego de que veo los documentos que publica Moheno, me
parecen apócrifos; en el fondo creo que están tratando de imputarle a Cárdenas
una acción para desprestigiarlo”, dice.
Esos años previos a la
Presidencia de Cárdenas (1934-1940), los que van desde su nacimiento al momento
en que es elegido candidato del Partido Nacional Revolucionario (PNR,
antecedente del actual PRI) son aquellos en los que se detiene Pérez Montfort
en el primer tomo de su biografía. En Lázaro Cárdenas. Un mexicano del siglo XX
(Debate, 2018), el también profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la
UNAM escudriña en el periodo que forjó los ideales y el carácter del estadista,
así como en las circunstancias, amistades y lealtades que contribuyeron a la
escalada política del que fue el último militar en gobernar el país.
Cárdenas es un personaje que
tuvo una particular trascendencia para el México contemporáneo, particularmente
para el postrevolucionario, es una figura que rearticula el proyecto nacional a
partir de su Presidencia y, sin embargo, ese periodo ha sido muy estudiado y es
uno de sus periodos más espectaculares, pero poco se conoce cómo llega, cómo va
ascendiendo, militar, política y socialmente, cómo es ese trayecto previo. Yo
me quise concentrar y seguirlo casi paso por paso en esta primera etapa”,
explica el autor.
Una vez asesinado Carranza, a
Cárdenas corresponde escoltar a Herrero a la Ciudad de México para ser juzgado.
Pero hábilmente, el militar ya había elegido varios años antes el camino que lo
llevaría a trascender: el de los sonorenses, los ganadores de la Revolución.
“Cuando los problemas internos del constitucionalismo confrontan a (José María)
Maytorena con Plutrarco Elías Calles (quien lo había acusado de conspirar
contra Carranza), Cárdenas se vincula con Calles como su operador, es uno de
sus alfiles, de sus hombres de confianza; esto va a marcar su proceso”. A la
distancia, su carrera es una vía rápida al ascenso.
Además de Calles, Cárdenas se
vincula con Álvaro Obregón: “Convertirse en un hombre que es de todas las
confianzas de una figura fundamental del grupo sonorense, del gobernador de
Sonora, quizá del militar estrella del constitucionalismo que es Obregón, desde
luego lo marca y orienta hacia una carrera militar ascendente, de obediencia,
de entendimiento de los conflictos sociales entre grupos antagónicos para estar
claramente de lado de quienes se rebelan en contra del constitucionalismo, de
Carranza, y después de Agua Prieta, convertirse finalmente en los grandes
triunfadores del proceso revolucionario que son los sonorenses”.
INFANCIA MODESTA
Para adentrarse en la vida de
Lázaro Cárdenas, Pérez Montfort se remite a la tierra que lo vio nacer.
Meticulosamente recorre la historia de Jiquilpan, en Michoacán, terruño del
político y militar. Ahí, Cárdenas crece en una familia modesta, más cerca de la
penuria que del despilfarro, con un padre “autoritario” y una madre “piadosa”,
con una estirpe de hermanos de los que debe acabar haciéndose cargo. Ahí
también, como responsable de una imprenta, el destino lo lleva a huir de su
pueblo hacia la Tierra Caliente michoacana y unirse a los rebeldes contra
Victoriano Huerta; tenía 18 años.
De regreso a Jiquilpan, la
necesidad de sostener a la familia lo lleva a Guadalajara donde se vincula con
los constitucionalistas, quienes le llevaran al norte, con los ganadores de la
Revolución. “Cárdenas esta muy cerca de ellos desde 1915 hasta 1920 pero
también regresa con cierta frecuencia al solar materno, cuida de sus hermanos,
de su mamá, sigue con esa tensión entre su carrera militar y su carrera familiar”.
Ya convertido en militar respetado, de 1920 a 1928 le toca pacificar Michoacán
y el
Istmo de Tehuantepec, además
regresa a la zona de la huasteca donde se da cuenta de los conflictos entre
Calles y las compañías petroleras.
Son años en los que es un
operador, un personaje que va educándose políticamente, va viendo proyectos que
se están instrumentando en las distintas regiones de México y finalmente llega
a la gobernatura de Michoacán en 1928, siendo muy joven, con 33 años”. Ese
tiempo acaba por convertirlo en una figura importante de la élite política: “se
convierte en uno de los 10 militares más influyentes, llega a ser Secretario de
Gobernación en el gobierno de (Pascual) Ortiz Rubio, presidente del recién
creado PNR y Secretario de Defensa en la presidencia interina de Abelardo L.
Rodríguez, es un personaje que asciende de ser una especie de alfil político de
los sonorenses a un político particularmente influyente al inicio de la década
de los años 30”.
En el segundo tomo de su
biografía, Pérez Montfort se ocupará de la Presidencia de Cárdenas. Ese periodo
“espectacular”, como él lo llama, que acaba por encumbrar al militar en un
mito, venerado por muchos, pero en confrontación con otros. El investigador
dice que esa mitificación llega tras su presidencia: “A toda esta dimensión
mítica contribuye la historiografía oficial que reinvindica a todos los
Presidentes del país y que genera ese tipo de biografías del poder y lo
importante que han sido todos estos personajes en la construcción del México
actual. Esa puede ser una línea, pero también puede haber otras que están
interesadas con jalar agua a su molino y reinvindicarlos”, concluye.