• Miedo e incertidumbre; pero también valentía, esperanza y solidaridad. Estos son los sentimientos que ha experimentado la comunidad lésbico-gay en México durante las últimas cinco décadas
CIUDAD DE MÉXICO.- Miedo e
incertidumbre; pero también valentía, esperanza y solidaridad. Estos son los
sentimientos que ha experimentado la comunidad lésbico-gay en México durante
las últimas cinco décadas.
El periodista Braulio Peralta
(Tuxpan, 1953) cuenta en Otros nombres del arcoíris (Ediciones B) la historia
de las personas que integran el hoy denominado movimiento LGBTTTI (Lesbianas,
Gays, Bisexuales, Transgéneros, Travestis, Transexuales e Intersexuales) y la
forma en la que han vivido y expresado su erotismo desde 1971.
Todos éramos una cofradía de
amigos y enemigos. Hay que decirlo como es. Una cofradía de compañeros y
adversarios, porque la diversificación de lo gay tiene que ver con esas
siglas”, explica en entrevista. “Yo agrego la H antes de la L, porque me gusta
ver a los heterosexuales dentro de la diversidad sexual”, dice.
Tras años de participar y
estudiar este movimiento, el investigador concluye que los mexicanos no son una
sociedad equitativa ni democrática no sólo con los homosexuales, sino tampoco
con las mujeres, los niños, los indígenas, los campesinos o los sindicalizados.
Hay un problema muy grave en
México de crecimiento civil, de educación sexual, de sentido de ética y una
moral mal comprendida que hipócritamente disfraza la vida íntima de las personas
en pecado. Es absurdo”, destaca.
Ser gay u homosexual, ser
lesbiana, transexual, transgénero, travesti, queer, es una forma de vida como
cualquiera, que se debe respetar”, dice quien reflexiona, en los artículos que
integran el volumen, sobre los temas que afectan y han marcado a este sector de
la población.
Es un libro emotivo, casi
visceral. Desde luego que está documentado. Nada de lo que digo es ficción.
Está escrito con toda la intención de romperle el corazón a la gente, de abrir
un poco esa coraza de prejuicios y entrar al terreno de la ética y la equidad”.
El también editor niega que
sea un trabajo desde el activismo: “es una investigación periodística con la
intención de abrir conciencias sobre el machismo en México, la homofobia, los
crímenes de odio y la comprensión del tema del VIH-Sida”.
Añade que es casi su
testamento periodístico sobre el movimiento LGBTTTI, y el último título que
dedica al tema. “He hecho libros sobre el poeta Octavio Paz, sobre el arte, la
visión española del V Centenario del descubrimiento de América. Sigue otro
sobre las adicciones. Me encanta estar en los márgenes, observando a mi
sociedad cómo crece o cómo se ensaña con aquello que desconoce”.
El autor de Los nombres del
arco iris (2006) y El clóset de cristal (2017), los otros dos títulos que ha
dedicado a la comunidad gay, refiere que 1971 fue un año clave para este
movimiento: se creó el Frente de Liberación Gay, encabezado por la directora
escénica Nancy Cárdenas y el escritor Carlos Monsiváis.
Detalla que la primera
aparición pública en México de un contingente gay en la calle fue en 1978, el
25 de julio, en la sede de la Embajada de Cuba. “Alrededor de 27 gays, con el
nombre de Frente Homosexual de Acción Revolucionaria, comandados por Juan Jacobo
Hernández, se reunieron para apoyar la revolución de un Fidel Castro que era
homófobo. Esto también implica decir que el nacimiento de los movimientos
homosexuales viene desde la izquierda”, aclara.
Peralta evoca de manera
especial la marcha del 2 de octubre de 1978, cuando tres grupos de esta
comunidad conmemoraron el décimo aniversario del Movimiento Estudiantil del 68,
porque fue la primera que observó.
“Yo estaba ahí, pero era lo
que llamaban ‘banquetera’, es decir, quedarse al lado, sobre la banqueta, sólo
viendo. Tenía 15 años de edad. Me acerqué al movimiento muy joven, por eso fui
testigo de su evolución y sus logros”.
IDENTIDAD GAY
El comunicólogo analiza la
historia de la comunidad LGBTTTI por décadas. “En los años 60 de la pasada
centuria surgieron los movimientos feministas, hippies, antisiquiátricos y
estudiantiles; y los gays estaban insertos en eso, pero en la oscuridad, no
daban el rostro”.
“Los 70 fue realmente el
despertar: nacen los grupos de homosexuales. Sin dejar de trabajar con los
movimientos mencionados, se separan y crean su propia autoridad moral o
idiosincrasia gay”, señala.
“En los 80 fue terrible
–prosigue– porque cuando creíamos que ya habíamos conquistado la calle y
empezado a luchar por nuestros derechos apareció el Sida. Se murieron muchos
amigos, no sólo dentro del movimiento gay, sino el sobrino, la tía, el padre,
la madre y hasta el abuelo. La familia se dio cuenta de su hipocresía”.
Peralta recuerda la decepción
y la desesperación que se experimentaba, porque no había atención médica. “Y
todos los grupos gay se abocaron a ayudar a bien morir a la gente que estaba
contagiada”.
El escritor aclara que los 90
no fueron del movimiento gay, sino de la sociedad civil, de los heterosexuales.
“En esta década hubo comprensión de los políticos de la Ciudad de México, se
legisló a favor del aborto y del matrimonio entre homosexuales”.
Y el siglo XXI llegó con
muchos derechos para este sector. “Pero fue hasta 2015, cuando el presidente
Enrique Peña Nieto junta a la comunidad homosexual, la invita a Los Pinos, se
salta a la izquierda y manda a legislar desde la Constitución el matrimonio
igualitario, la adopción de hijos y los cambios de nombre. Lo que están
haciendo ahora los gays es exigir que se respeten las leyes”, indica.
Sin embargo, Braulio Peralta
advierte que falta mucho por hacer. “Sigue habiendo crímenes. Son más famosas
las muertas de Ciudad Juárez, que los asesinatos de travestis en Chiapas. El
número de víctimas no ha bajado. Ya estamos en la Constitución y en algunos
Códigos Civiles. Hay 13 estados que aceptan el matrimonio igualitario, pero
faltan otros 19”.
Dice que, en estos momentos,
la comunidad gay empieza a participar en política. “Aunque yo siempre he dicho
que no por ser gay eres buen político y que un buen político no necesariamente
debe ser gay para apoyar al movimiento”, indica.
El autor piensa que, además de
todos estos logros, se deben intensificar las clases de educación sexual en las
escuelas para acabar de una vez por todas con los prejuicios. “Ya es tiempo que
los gays dejemos de luchar primero contra nosotros mismos, luego con nuestras
familias y la sociedad. Que se comprenda que es algo natural y nos dejen crecer
y desarrollarnos libremente”, concluye.