Desde 1978 el cineasta francopolaco se convirtió en prófugo de la justicia de EU por la denuncia de violación de una chica de 13 años
CIUDAD DE MÉXICO.
Su vida parece la trama de una de sus películas más oscuras. Es más, contiene todos los elementos de intriga propios del género: un acto criminal, excesos, suspenso y una espectacular fuga concretada un día como hoy pero de hace 40 años, cuando abandonó para siempre Los Ángeles y se refugió en París.
La pesadilla de Roman Polanski comenzó el 15 de abril de 1977, cuando fue acusado formalmente de violación por los padres de Samantha Geimer, una chica de 13 años con la que sostuvo relaciones sexuales durante un sesión fotográfica el 10 de marzo de ese año en casa del actor Jack Nicholson en Santa Mónica, California, en la que abundó el alcohol y las drogas.
El cineasta de origen francopolaco, que ya era mundialmente conocido gracias a obras como Repulsión, Chinatown o El inquilino, se declaró inocente en primera instancia, pero más tarde, su defensa cambió la estrategia para declarase culpable por “corrupción de menor”.
En esos meses de angustia, el equipo de abogados de Polanski incluso llegó a un acuerdo con los demandantes para evitar un proceso público, pero el 19 de agosto, el juez Lawrence Rittenband lo condenó a tres meses de cárcel para ser sometido a “exámenes mentales”.
Los compromisos fílmicos del realizador postergaron la reclusión hasta el 17 de diciembre de 1977, cuando ingresa al hospital-prisión Chino cerca de Los Ángeles, que abandonaría 47 días después por órdenes de la justicia.
Contrario a lo que todos imaginaban, el problema estaba lejos de acabarse y al enterarse de que corría el riesgo de ser condenado a la pena máxima de 50 años, Polanski decide, el 31 de enero de 1978, hace 40 años, cruzar el Atlántico para refugiarse en París.
“Fue tal shock de saber que no había acabado después de salir de la cárcel. ¡Libre! Con tu hatillo (pequeños enseres) bajo el brazo, con el abogado esperándote fuera, de pie, en tu mente todo ha acabado.
Y luego el juez cambia de opinión. Y tengo que volver a prisión, y nadie sabe cuánto tiempo. Simplemente no podía pasar por eso”, declaró el realizador a la revista Vainity Fair en septiembre de 2013.
El 24 de febrero de 1978, el juez Paul Breckenridge se niega a pronunciar un veredicto en ausencia, con lo que Polanski se convierte en fugitivo de la justicia estadunidense, país al que intenta regresar por p r i mera vez en 1994, cuando le es negado el perdón por parte del procurador encargado del expediente criminal, Roger Gunson.
Antes de esa petición, el cineasta finiquitó el proceso civil pagando 225 mil dólares a Samantha Geimer, quien el primero de marzo de 2003 lo “perdona” públicamente al tiempo que reitera la violación de la que fue objeto.
“Él (Polanski) me hizo beber champaña y tomar Qaalude (metacualona). Y abusó de mí”, fueron las frías palabras de Geimer, quien con su pronunciamiento buscaba que el cineasta pudiera asistir a la ceremonia del Oscar del 23 de marzo de 2002, en la que fue nombrado, en ausencia, Mejor Director por El pianista.
El Oscar lo recibió una fría mañana de septiembre de ese mismo año en su casa de París de manos del actor Harrison Ford.
Pero lejos de rendirse, su defensa ha insistido para que el estado de California abandone los cargos contra su cliente, quien el 26 de septiembre de 2009 fue arrestado al llegar a Zúrich, Suiza, en cuyo festival se rendiría un tributo a su trayectoria.
En virtud de un acuerdo estadunidense-suizo, fue “puesto en detención provisoria con miras a la extradición” que había sido pedida en 2005.
Después de pagar una fianza de tres millones de euros, Roman Polanski, hoy de 84 años de edad, queda bajo arresto domiciliario en su chalet de Gstaad (Alpes suizos), donde es obligado a portar un dispositivo de seguridad y un brazalete electrónico.
En 2010 la solicitud de extradición hacia Estados Unidos fue rechazada por la ministra suiza de Justicia Eveline Widmer-Schulumpf.
“No sé si esos asuntos se solucionarán algún día.
“Como todo el mundo sabe, Samantha Geimer lleva más de 30 años pidiendo que esto acabe, pero los jueces que heredan el caso lo mantienen vivo.
“¿Quién sabe? Quizá algún día alguno de ellos decida dejar de hacerlo. Pero ya se sabe que son corruptos que se cubren unos a otros. Yo hice todo lo que estaba en mi mano para que el asunto terminara. Me declaré culpable, regresé a Estados Unidos y fui a prisión, pero la gente se olvida de eso”, explicó recientemente el realizador a Esquire en su edición española.
En esa misma charla sostenida con motivo del estreno de su más reciente thriller, Based on a True Story, basado en el libro homónimo de Delphine de Vigan y que se exhibió en el Festival de Cannes 2017, Polanski acepta que no ha sido fácil repasar su vida para la reedición de su autobiografía Roman by Polanski.
“Cuando escribes un relato de tu existencia tienes que ser exacto, y para eso tienes que escarbar en tus recuerdos. Pero lo que encuentro cuando rebusco en mis recuerdos no es agradable”.