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Hoy es lunes, 25 de noviembre de 2024

Balthus y el debate sobre acoso sexual

Madrid.- El artista polaco-francés Balthus, quien creía que las niñas eran ángeles de inocente pudor, buscó con algunas de sus piezas más subversivas sacudir la moral burguesa de la época y, sobre todo, desplegar la infinitud de la imaginación mediante obras en esencia realistas, pero que eran capaces de contar una y mil cosas a la vez.

Balthus y el debate sobre acoso sexual

 

En la época de la postverdad y la postcensura, Balthus es el centro de una campaña para impedir que se expongan sus creaciones, que algunos tildan de pedófilas, que fomentan la cosificación de los niños y hasta el voyerismo, sobre todo en Estados Unidos, algo que consideran insólito y ridículo en el viejo continente, donde su arte se sigue analizando y celebrando como una de las miradas más singulares, melancólicas y serenas de la segunda mitad del siglo XX.

 

En la Fundación Mapfre de Madrid, en coproducción con el Museo de Arte Moderno de París, ayer se inauguró ayer la exposición Derain: Balthus/Giacometti: una amistad entre artistas, que reúne obras de tres grandes creadores que rompieron moldes y provocaron con su visión irreverente e iconoclasta a la moral establecida, a la estrechez de la censura silenciosa de la burguesía de la época: Balthus, Giacometti y Derain.

 

Unas 200 obras documentan con profundidad estética y filosófica la relación de amistad entre André Derain (1880-1954), Balthus (Balthasar Klossowski) (1908-2001) y Alberto Giacometti (1901-1966).

 

Campaña de censura en Estados Unidos

 

En la apertura de la muestra se aludió a Balthus, respecto de la campaña en su contra iniciada en Estados Unidos, sobre todo por la exhibición en el Museo Metropolitano de Arte (MET, por sus siglas en inglés) de una sus obras más admiradas y bellas: Teresa soñando (1938), donde aparece una niña-adolescente recostada en una silla, con las piernas semiabiertas que dejan entrever su calzón y con los ojos cerrados en postura somnolienta y acompañada por un gato blanco que lame su comida en un plato colocado a un costado de la butaca donde está recostada Teresa. En esa obra unos ven la placidez más pura del sueño de una adolescente, quizá con esa vocación mística del artista que veía en las niñas de esa edad a ángeles de inocente pudor, las únicas criaturas que todavía pueden pasar por pequeños seres puros y sin edad.

 

Sin embargo otros, alentados por el movimiento contra el acoso a las mujeres surgido a raíz del escándalo del productor de Hollywood Harvey Weinstein, ven pedofilia, cosificación de los niños y voyerismo que no se debe exponer en las salas de un museo. El MET rechazó tajantemente esta petición, pero el debate sigue ahí, así como la campaña para censurar obras de Balthus.

 

En Madrid, la historiadora del arte Jacqueline Munck y Fabrice Hergott, director del Museo de Arte Moderno de París, dos de los máximos expertos de la obra del artista franco-polaco, reconocieron su sorpresa ante una petición tan “insólita y absurda, sobre todo porque dista mucho de la propia ejecución de los cuadros y de las intenciones estéticas del pintor.

 

Acotaron que Balthus dejó escrito en varios documentos personales, tanto de memorias como de reflexiones ensayísticas, que cuando pintó a las jóvenes con la falda subida o en posiciones sexuales lo hacía en gran medida para sacudir la moral de la burguesía y exponer con sentido del humor y crudeza la estrechez de la mirada de una sociedad acomodada y conservadora.

 

Munck, la curadora de la exposición inaugurada ayer en Madrid, explicó: “Cuadros de Balthus, como Los días felices, en el que aparece una niña durmiente con hombros y piernas al aire y con un joven avivando una chimenea, toda esa realidad que expone el artista está escenificada como si fuera una película. La protagonista del cuadro era una niña de 11 años que fue con su madre al estudio y que sorprendió a Balthus por su personalidad impúdica, por lo que se convirtió en su modelo perfecta para provocar a la moral burguesa. Pero en aquella habitación no había nadie, la escena está inventada y de hecho su madre estaba a un costado de la sala donde se pintaba el cuadro haciendo punto”.

 

Mientras, Fabrice Hergott añadió que todas las modelos de Bal-thus no eran más que autorretratos suyos en los que dejaba claro que el realismo no es lo que vemos. Así que en todas sus piezas supuestamente provocativas lo que hay en realidad es un pretexto para exponer otra de sus convicciones artísticas: el realismo como punto de partida para explicar la infinitud de la imaginación de la mirada, pero también para exponer con nitidez los prejuicios y los instintos más básicos.

 

Tres miradas esenciales

 

El director de la Fundación Mapfre, Pablo Jiménez Burillo, añadió al debate que si Balthus resulta escandaloso, les aconsejo que no vayan al Museo del Prado, porque se pueden asustar de verdad.

 

Además de celebrar que la exposición que se inauguró ayer sirva precisamente para reflexionar sobre estas tres miradas esenciales de la segunda mitad del siglo, de tres artistas que coincidieron en numerosos motivos de inspiración, entre ellos el tema clásico de la mujer acostada con el aspecto del sueño, en una síntesis de tradición y modernidad.

 

Las jóvenes pintadas, figuras dormidas o soñadoras –Derain, Nu au chat (Desnudo con gato); Bal-thus, Jeune fille endormie (Muchacha dormida)–, lánguidas o incluso extáticas –Balthus, Les Beaux Jours (Los días felices), se entregan con indolencia a la mirada del espectador.

 

En Balthus el tema del sueño abre la puerta de lo imaginario a la realidad, mientras en Giacometti la escultura-ideograma condensa la ondulación del cuerpo femenino y la suavidad de un paisaje apenas descubierto.

 

La exposición Derain/Bal-thus/Giacometti, montada en la Fundación Mapfre, en Madrid, concluirá el 6 de mayo.