• Cumple tres lustros de itinerar la obra Cosmic Things, que actualmente se exhibe en el museo Guggenheim de Bilbao
CIUDAD DE MÉXICO.- Damián
Ortega (Ciudad de México, 1967) piensa la escultura no como un objeto estático,
sino como un evento. Algo que adquiere energía propia y sucede en un largo
presente. “Un mundo atómico activo”, señala el artista. Así se entiende que la
instalación Cosmic Things (Cosa cósmica), una de las obras más representativas
de su producción, se mantenga en el circuito expositivo a nivel mundial después
de 15 años de su creación. “Las cosas no son, están siendo, y son parte de
lecturas inesperadas”, advierte Ortega.
La pieza –un auto Volkswagen
modelo 1989 desarmado y suspendido del techo por cables– fue producida
originalmente en el Instituto de Arte Contemporáneo de Filadelfia en 2002, y
luego en 2003 se llevó a la 50ª Bienal de Venecia, enmarcada en la exhibición
Lo cotidiano alterado, curada por Gabriel Orozco. Ahora la instalación celebra
su “larga vida” en el Museo Guggenheim de Bilbao, en la colectiva El arte y el
espacio, integrada por más de un centenar de trabajos de artistas
internacionales en una relectura de la historia de la abstracción en las
últimas seis décadas.
“Sigue teniendo el elemento
que me interesaba al inicio que era este espacio de dignidad o trabajo de
descubrimiento de todo el sistema operativo de un objeto cotidiano, mostrarlo y
entenderlo como un gran sistema político, o un sistema ideológico, y
reconociendo los fragmentos como esenciales. Entonces sí creo que se ha vuelto
casi un clásico con una larga vida”, comenta en entrevista.
Con esta pieza, Ortega
cuestiona la relación entre un objeto y el espacio fijo en el que se coloca
para poner en duda nuestra percepción. En Bilbao, la instalación responde al
concepto de la atomización, la expansión de la materia, lo intersticial y lo
mínimo del entorno. Se reflexiona entonces que los objetos son sólidos sólo en
apariencia, pues están compuestos por innumerables partículas indivisibles o
átomos, separados entre sí por el vacío.
“Me gusta la idea de que una
escultura no es sólo un objeto, sino un evento, las cosas están siendo, las
cosas tiene una vida interior un mundo molecular atómico que está en activo, se
está desplazando y genera energía y tensión y, por otro lado, los objetos
tienen esta carga política, esta parte de lecturas inesperadas por cualquier
persona que se acerca. Entonces es interesante ver cómo no es un evento
permanente, sino que está siendo en continuo”.
Cosmic Things deconstruye no
sólo un auto popular, sino la propia percepción de la cotidianidad de un
objeto, y exhibe todas las piezas de su interior como si se tratara de una
autopsia. Ortega explica que la deconstrucción de objetos, una práctica
recurrente en la década de los 90, sirve para alterar sus funciones, y
otorgarles una nueva experiencia a partir de un significado estético.
La instalación es parte de The
Beetle Trilogy, que inició con Cosmic Thing (2002), luego presentó el
performance Moby Dick (2004), para concluir con el video Escarabajo (2005). En
estas obras, el artista aborda la relación entre el hombre y la máquina.
“Es interesante esta obra
porque creo que sigue funcionando por una cuestión de curiosidad que atrae a
gente que no está involucrada en el arte, y eso significa que puede incluir a
cualquiera que se acerque a verla. Con el tiempo será más distante la parte
anecdótica sobre su origen, que fue Volkswagen, cómo fueron sus últimos días y
empezó a ser un objeto obsoleto”, refiere de la pieza que se ha expuesto en
Hangar Bicocca, en Milán, y en Malmö Konsthall, en Suecia,
Aquí es donde la instalación
–que pertenece a la colección del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles–
encaja en el guión curatorial del Guggenheim de Bilbao. La muestra parte de una
colaboración en 1969 entre el escultor vasco Eduardo Chillida y el filósofo
alemán Martín Heidegger, que dio como resultado la edición del libro El arte y
el espacio, y así en el trayecto se contemplan distintas maneras en que la obra
de arte “se adueña del espacio” y el espacio “atraviesa la obra de arte”. Lo
mismo explora la correlación entre espacios y volúmenes, y las conexiones que
se establecen entre las obras y las fuerzas que las estructuran, como gravedad,
luminosidad o equilibrio.
El trayecto inicia con
pioneros del arte contemporáneo como Fontana, Oteiza y Naum Gabo donde ser
refiere a la renovación del lenguaje de la abstracción que se produciría entre
mediados y finales de los años 60. Destaca la obra de Eva Hesse y de la
brasileña Anna María Maiolino, quienes entablan diálogo con Gordon Matta-Clark
y Lawrence Weiner. Y así se discute lo mismo el vacío en sus acepciones
filosóficas y materiales, que el viaje como un tránsito matérico en obras de
Olafur Eliasson, David Lamelas y Nobuo Sekine.
“El espacio es uno de los
puntos más álgidos, más usados y
trabajados en la historia de la escultura. El espacio, el vacío, el volumen son
elementos presentes en toda la producción artística y se hablaba mucho de la
transición de la escultura tradicional, concebida casi como una estatua, a la
escultura que ocupa un espacio donde ya hay una consciencia del material y el
espacio.
“Ahí empieza haber la
consciencia de los límites de una escultura y se entiende más como todo el
espacio que ocupa en una sala de exhibición, en la ciudad, el espacio
histórico, el espacio imaginario; así vuelve una extensión que lleva a la
reflexión de la instalación contemporánea”, reflexiona Ortega quien juega con
la escala de lo material, desde lo molecular hasta lo cósmico, para preguntar
por el entorno que ocupa el objeto.