• Todo es fotorreportaje en la vida, y algunos pueden acercarse más al arte, dijo Graciela Iturbide en el Centro de Artes San Agustín, en Oaxaca, en noviembre pasadoFoto Yazmín Ortega Cortés
Ciudad de México.- Qué bueno
que ahora un fotógrafo de la talla de Héctor García resulte también periodista.
Héctor, hijo de María y Héctor García, es mi ahijado y, en privado lo llamamos
Pinkike. Alto, ágil y delgado, acompañó a su padre y desde muy niño supo
utilizar una cámara. Ahora, en la Revista R, de Reforma, entrevista a Graciela
Iturbide que contesta gustosa a sus preguntas de conocedor y le informa que fue
achichincle de Manuel Álvarez Bravo, trabajó y hasta vivió a su lado en una
casa cercana en el barrio Coyoacán.
Graciela (Premio Hasselblad
2009, el Nobel de la fotografía) le explicó a Pinkike lo que es un instante:
puede ser de amor, un instante donde ves algo que te sorprende y tu cámara lo
logra atrapar. Un instante también es cuando ves tus contactos y eliges el
adecuado.
En Etla, Oaxaca, tuve el
privilegio de entrevistarla, el domingo 5 de noviembre pasado, antes de que el
público viera su primera gran retrospectiva en la antigua fábrica de hilados y
tejidos La Soledad, ahora Centro de las Artes San Agustín, gracias a Toledo, un
edificio blanco con un espacio realmente excepcional para albergar toda la obra
de Graciela, de 1994 hasta la fecha.
Entre sus primeras respuestas
Graciela explicó ante un público devoto que todo es fotorreportaje en la vida,
y ciertos fotorreportajes pueden acercarse más al arte. Señaló entre el público
a una joven mujer que la escuchaba con los ojos muy abiertos: “Aquí está
Cristina García Rodero, fotógrafa española a quien agradezco mucho que haya
venido, ya que tiene un libro España oculta, el cual es una maravilla porque
nos hace asomarnos a una España en la que todavía existen algunas costumbres
para nosotros desconocidas”. Graciela también señaló al italiano Ernesto Bazán,
quien vivió años en Cuba e hizo fotorreportajes de calidad. Además de los
extranjeros, veo aquí a Antonio Turok y a Lucero González.
“La fotografía es muy
subjetiva; yo fotografié Juchitán a mi manera. Una amiga me dijo: ‘Eso no es
Juchitán’. ‘Claro que no, es MI Juchitán’, le respondí. El público también va a
hacer su interpretación. Yo no trato de darles la verdad e imponerles: ‘Así es
Juchitán, así es Chiapas, así es Italia’, porque trabajé mucho en Italia.
Fotografío lo que yo misma aprehendo.
“Me acaban de tomar una foto
para la portada de una revista: ‘¿Esa soy yo? ¡Qué horrible!’ La entrevista es
maravillosa, pero les pedí: ‘¿Por qué no les doy yo un retrato?’ No. A mí me
cuesta mucho trabajo cuando me fotografían, imagino que cuando yo retrato a
otra gente les pasa lo mismo.
La fotografía para mí es
sorpresa. Si yo me sorprendo con algo, lo tomo, ya sea un paisaje, un hombre,
una mujer, un niño. En el momento en que el corazón me late, aprieto el
gatillo, muchas veces con muy buena suerte, otras no tanto.
–Graciela, me parece que en
Juchitán te sirvió muchísimo fotografiar a los Muxes que hacían lo que les
pedías…
–Sí, claro. Creo que hubo una
complicidad. No es que yo les pidiera hacer esto o lo otro, muchas de las fotos
se ven posadas porque ellas así lo pidieron. Por ejemplo, Magnolia me pidió:
Ay, mi amor, ¿me tomas una foto?, y respondí: Pero por supuesto. Él se estuvo
arreglando y peinando. Generalmente no me gusta tomar fotos posadas.
–Lees mucho, ¿Crees que una
fotografía se puede leer? Si te preguntara qué llevarte a un lugar donde vas a
estar encerrada sola durante meses ¿qué escogerías? ¿Una foto o un libro?
–Me llevaría un libro, porque los libros nos
alimentan a todos. Álvarez Bravo me dijo: “Graciela –yo siempre leí desde
pequeño– la literatura es muy importante para la fotografía, la música es muy
importante para la fotografía, el arte popular es muy importante para la
fotografía. En la lectura, como en la
fotografía, constantemente estás cambiando de tema. Ahorita, por ejemplo, me
gusta mucho leer historia prehispánica de México; Nezahualcóyotl y al mismo
tiempo Hernán Cortés, ambos de José Luis Martínez. Son libros que me enseñan.
“Aquí en Oaxaca, en un pueblo
llamado San Martín, hace muchos años me tocó ver una danza con dos Malinches,
una vestida de española y otra de mexicana, ambas con Moctezuma. ‘¿Por qué dos
Malinches?’, pregunté, y me respondieron: ‘La española es la que nos engañó y
la mexicana es la que está con nosotros’. Me pareció maravilloso que en el
concepto del pueblo de México hubiera la Malintzin, porque no es Malinche, que
no engaña y sigue vestida de mexicana, y la otra que tampoco creo que engañó,
pero es española. Malintzin me encanta porque fue una mujer abierta,
inteligente, cometería algunos errores, por supuesto, pero también fue nuestra
intérprete.”
–¿Y la Virgen de Guadalupe?
–Me gusta Guadalupe cuando es
Tonantzin, nuestra madrecita, y creo que todos los mexicanos son
guadalupanos.No dejo de admirar cómo Tonantzin se vuelve Guadalupe,nuestra
madrecita.
–Siempre me he preguntado,
Graciela, como pudiste tomar las fotos de la matanza de las cabritas en
Tehuacán (aunque también se hace en Puebla y en Oaxaca) para hacer el mole de
caderas que se come en octubre de cada año…
–Por la cámara, la cámara te
protege. Si yo hubiera ido sin cámara, no hubiera podido ni siquiera verlo.
Todo el ritual que hacen los indígenas es una herencia que proviene de sus
patrones que vinieron de Galicia. Por tradición, en la Mixteca, los patrones
–que son españoles– han contratado a indígenas que llevan a cabo esta fiesta.
Tú no has querido ver el libro de las cabritas porque te duele mucho, pero de
repente aparecen los niños acariciando a las cabritas. El periódico francés
Liberation me escribió: Mándanos una foto sobre la felicidad y mandé la foto de
esta niña feliz abrazando a una cabrita. Claro que cuando yo veo a una cabrita
con una lágrima aquí (señala su mejilla) y le están metiendo el cuchillo,
evidentemente me duele, pero me remite a una referencia de la Biblia, al
sacrificio de Isaac.
“Yo siento que la cámara me
protege. No podría ser fotógrafa de guerra jamás, ni por la más noble causa;
sin embargo, hice estas fotografías de las cabritas porque es una tradición en
México y porque toda la familia indígena participa para ganarse un poco de
dinero. Tengo fotos de la esposa, los hijos acariciando a la cabrita. En ese
tiempo leí mucho la Biblia, me inspiró, sobre todo el Cantar de los cantares,
muchas cosas de la vida real tienen que ver con el sacrificio de Isaac pero no
me creas tan mala, porque sí me dolió, a pesar de la cámara, tomar estas
fotografías.
–No te creo mala, a veces eres
demasiado buena; conmigo has sido solidaria a morir cuando me ayudaste a hacer
el libro de dibujos de Alberto Beltrán: escogiste el color naranja de la
portada, el de las guardas, gris, y hasta tomaste fotografías del segundo piso
del Periférico a medio construir, con sus varillas apuntando al cielo, a pesar
de que te habían operado de un pie… Siempre estás bien dispuesta hacia los
demás, no sé cuántas veces te he oído decir: ¡lo adoro! o ¡la adoro! de tal o
cual persona. Tu cámara es una continuación de tu espíritu, porque tomas a
hombres, mujeres, niños, plantas, objetos en su mejor momento, nunca en el
peor, como hizo José Guadalupe Posada.
Etla y su magnífico espacio de
grandes muros blancos dio a Graciela Iturbide su primera retrospectiva. Miles
de hombres y mujeres, y hasta de niños, se acercaron a ver lo que significa
ejercer un oficio con una capacidad amorosa y creativa que pocos hombres y
mujeres han tenido en México.
–¿Cuál consideras que es tu
fotografía más emblemática, en la que más te sentiste Graciela Iturbide?
–La verdad, la verdad, no me
he sentido en ninguna Graciela Iturbide; siempre trato de encontrar algo que
esté fuera de mí. Hay una, la fotografía de las iguanas, la de la diosa
juchiteca –como la han llamado– que ya se hizo hasta escultura en Juchitán y ha
recorrido el mundo como icono. En San Francisco, se pintó un mural con esa
foto, se bordan huipiles y se hacen figuritas de barro con ella. A esa
fotografía simplemente la he visto volar.
–También es un icono tu fotografía
de la Mujer Ángel, en el desierto de Sonora, que Monsiváis celebró hasta el
último instante de su vida. También los pájaros han sido una constante en tu
vida y es memorable la fotografía de la juchiteca que camina bajo un cielo de
pájaros.
–En India fotografié muchos
pájaros para un próximo trabajo. Álvarez Bravo tiene una foto muy bonita que
creo que tomó en Holanda, se llama Pájaro que canta en la rama.
Entre el público en Etla, un
admirador felicitó a Graciela por su apoyo a la propuesta del Congreso Nacional
Indígena y dijo que lo había emocionado mucho ver su nombre al igual que el del
maestro Toledo entre los miembros de la asociación civil Llegó la Hora del
Florecimiento de los Pueblos, por la cual se pudo dar apoyo a una candidatura
independiente, la de una mujer indígena, Marichuy, originaria de Jalisco, a la
Presidencia de la República. Graciela repuso: “Me siento muy feliz de haberla
apoyado, me da mucho gusto que la sociedad civil se preocupe, porque
desgraciadamente, en nuestro país todavía hay racismo y que una mujer indígena
pueda llegar es difícil, pero que sea nominada es maravilloso.
¿Tú qué piensas, Elenita?