• Adán Paredes (Ciudad de México, 1961), junto a una de sus obras, incluida en la muestra Anhelos extraviados, en el Museo de Arte de Sonora, que concluirá a finales de enero. Este año ha tenido intensa actividad, pues por una fortuna del destino montó cinco exposiciones y se acaba de publicar el libro Aramara (Punta Cometa Ediciones), en el que varios autores hacen recorrido por la obra reciente del artistaFoto cortesía del artista
Ciudad de México.- El barro no
sólo es el material con el que Adán Paredes (Ciudad de México, 1961) se ha
expresado en el arte, también le brinda una forma de ser que se ha convertido
en el eje de su vida, afirma en entrevista con La Jornada.
Este año, por una fortuna del
destino, a la par de presentar cinco exposiciones en igual número de recintos
en el país, se acaba de publicar su libro Aramara (Punta Cometa Ediciones), en
el cual autores como Jorge Manuel Herrera Tovar, René Bustamante, Alejandro
Ortiz González, Fernando Álvarez de Aguinaga y Laura Pomerantz hacen un recorrido
por la obra reciente de Paredes.
Es enloquecedor mirar una
pieza de Adán y, por más pequeña que sea, puede uno imaginarla como una mirada
aérea de los espacios habitados, de los sitios y rituales o espacios
ceremoniales o sagrados colectivos de civilizaciones ancestrales o futuras,
escribe el narrador Ramón Vera Herrera.
Una de las muestras que más
entusiasman al artista se presenta en el Museo de Arte de Sonora (Musas) y se
titula Anhelos extraviados (concluirá a finales de enero de 2018), dedicada a
los migrantes, formada por piezas como El último suspiro, que consiste en una
instalación de mil 200 pequeños cráneos de resina cristal que salen de unas
barcas y cuelgan del techo.
Es una metáfora para
reflexionar acerca de la última bocanada de aliento de los migrantes, que se
convierte en muerte, detalla el autor, quien narra que a tres kilómetros del
museo sonorense pasa rumbo al norte el tren conocido como La Bestia.
Antes de proponer las piezas
para la exposición, continúa, “me salí a ver a esas personas que están
intentando llegar a Estados Unidos; también leí el libro Los niños perdidos, de
Valeria Luiselli, en el que da cifras de la cantidad de pequeños que están
migrando, de las que a veces no tenemos conocimiento ni sabemos que hay niños viajando
solos desde Centroamérica. Luego coloqué a la entrada del museo un muro con 370
cráneos de barro y elaboré figuras de hombres, mujeres y niños migrantes,
algunos mutilados”.
El libro Aramara, explica el
artista, se tardó cinco años en publicar y aborda tres exposiciones
relacionadas con el mar. La primera es Naufragio de barro: rescate implícito,
que se presentó durante 11 meses en el patio de los lectores del Centro
Cultural Santo Domingo, en la capital de Oaxaca, estado donde Paredes radica desde
hace varios años.
En las páginas de ese volumen también se
documenta la muestra Bitácora de viaje, que se presentó en La Telaraña, espacio
que pertenecía al pintor Alejandro Santiago, fallecido en 2013, y Memoria
intervenida, que se alojó en los recintos abiertos de la iglesia de Santa Ana
Zegache, instalación compuesta por barcas de madera, flores de cempasúchil, velas, cuerdas y mapas, ambas en Oaxaca.