· Lo conveniente y lo inconveniente; lo bueno y lo malo de la Ley de seguridad interior · Reflexiones y pensamientos, poemas, de y en navidad y año nuevo; El aguinaldo
En estos días tan
significativos de diciembre-como es la navidad y el año nuevo-me había
propuesto relajadamente olvidarme u omitir temporalmente esos temas pesadones
que se dan y siguen dando en el ámbito político, electoral, también de la
inseguridad nacional, etc. y presentarles, selectos lectores, muy seleccionados
pensamientos y reflexiones, poesía, ad hoc a estas fechas (algunos propios
inclusive) pero debido a estas recientes definiciones de los poderes
legislativo y ejecutivo, (que en su momento también el judicial), en torno al
gran y trascendente tema de La Ley de Seguridad Interior emitida ya por los dos
primeros poderes, me obligo a tener que tratarlo brevemente, muy en síntesis y
conclusiones resumidas para no quemar espacio, aunque después lo trate más a
fondo. Me referiré pues a lo de mi primer sumario: “Lo conveniente y lo
inconveniente; lo bueno y lo malo de la Ley de seguridad interior; tema que ya
inicié en una primera parte cuando estaba todavía el “estira y afloje” entre
las Ongs internacionales, fuerzas vivas, y parte de la sociedad expresaron su
rechazo a la militarización porque, dicen, perpetúa la violencia que se
pretende revertir. Desde marzo de 2017, organizaciones sociales de México
comenzaron la campaña “SeguridadSinGuerra”, para expresar su rechazo contra la
Ley de Seguridad Interior.
Hoy vAsí pues y por
eso hoy voy a presentarles, selectos lectores, este tema en función del primer sumario que coloqué: “Pros y contras de la Ley de
seguridad interior; a favor, EPN y legisladores; en contra, ONGS
internacionales; CNDH, partidos y parte de la ciudadanía”.
Voy a comenzar sobre el principal impulsor de esta
iniciativa, el presidente Enrique Peña Nieto, donde y cuando argumenta que la
Ley de Seguridad Interior es necesaria. Sí, recién iniciada la discusión sobre la
iniciativa priista para regular la actuación de las fuerzas armadas en labores
de seguridad pública fuera discutida por el Congreso esta Ley, Peña señaló que
su aprobación es una "imperiosa necesidad". Señaló también que los
retos de seguridad pública exigen objetividad, pues si bien la actuación de los
militares se sustenta en su lealtad y disciplina, hace falta un marco jurídico
adecuado que regule su actuación. “La actuación del Ejército y la Armada, en
apoyo a la seguridad local, se sustenta en su lealtad, su disciplina y su apego
a los valores y principios militares; sin embargo, esto no es suficiente, hace
falta un marco jurídico adecuado que regule la actuación de soldados, pilotos y
marinos en tareas de seguridad pública”, indicó. “Confío en que el Congreso de
la Unión atenderá con la urgencia que hoy se requiere esta importante
iniciativa que brindará mayor certidumbre a las Fuerzas Armadas y a la sociedad
mexicana”, agregó.
SIN EMBARGO EN CONTRARIO, ONGS
INTERNACIONALES, Y FUERZAS VIVAS, LA RECHAZAN
ONG internacionales expresaron
su rechazo a la militarización porque, dicen, perpetúa la violencia que se
pretende revertir. Desde marzo de 2017, organizaciones sociales de México
comenzaron la campaña “SeguridadSinGuerra”, para expresar su rechazo contra la
Ley de Seguridad Interior.
Once organizaciones
internacionales de defensa de derechos humanos, entre ellas Amnistía
Internacional, expresaron su “preocupación ante el avance de la Ley de Seguridad
Interior o de las reformas legales que tendrían un efecto de
militarización similar al que plantea”; también la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), han criticado la Ley de
Seguridad Interior de México, la cual fue aprobada por la Cámara de Diputados
del país, y está en debate en la cámara de senadores. Según alertan estas organizaciones,
la intervención del ejército de México en los asuntos de seguridad interior que
ampara esta normativa, podría suponer una grave
violación a los derechos humanos de los mexicanos. En un
comunicado, las organizaciones informaron que “durante décadas han documentado
las afectaciones a los derechos humanos como consecuencia del despliegue de
militares en las calles y el uso sostenido de la fuerza pública en la lucha
contra la delincuencia organizada en el país (…) así como la impunidad que
prevalece en la mayoría de estos casos”. Ante esta situación, urgieron al Congreso mexicano
a rechazar “una ley que levanta serias y fundadas preocupaciones y a hacer
valer a nivel interno el compromiso con los derechos humanos que México
defiende férreamente ante la comunidad internacional”.
EL PELIGRO DE LA LEY DE
SEGURIDAD INTERIOR
La Cámara de Diputados está
por discutir un par de iniciativas de algo llamado seguridad interior. Se trata
de un concepto que se inspira en las leyes patrióticas de los Estados Unidos,
que otorgan poderes ilimitados a las fuerzas de seguridad para combatir el
terrorismo. Con eso se vuelve permanente el exceso de facultades militares. En
México, el concepto proviene de la época en la que aún existían revueltas
locales armadas en regiones que requerían ser pacificadas por el Ejército.
Ahora, el concepto se quiere reutilizar para otorgar al Ejército atribuciones
para, en los hechos, participar en tareas de seguridad pública, para lo cual se
eliminan controles, se renuncia a todo tipo de transparencia en la información
y se abre la posibilidad de que las violaciones de derechos humanos crezcan aún
más. Se desliza la idea de que, en sus acciones de seguridad interior, como
sucede en las leyes patrióticas, se van a permitir ciertas violaciones a las
garantías civiles, porque son ”necesarias” para garantizar la seguridad de la
sociedad, ante peligros “mayores” a los que normalmente ponen en riesgo a los
individuos.
El dictamen que circula no
contempla la salida paulatina de los militares de las calles; por el contrario,
garantiza las condiciones para su permanencia, por lo que será todavía más
difícil la construcción de un sistema nacional policial. La ley no va a mejorar
la seguridad del país, eso sólo puede suceder con prevención del delito,
fuerzas de seguridad cercanas a las comunidades y enfocadas a reducir los
niveles de violencia y la investigación eficaz de los delitos. Todo eso no va a
suceder si el poder civil renuncia a esas responsabilidades en favor del poder
militar.
La ley se puede aprobar por
una razón incorrecta: el reconocer la labor del Ejército en las tareas de
seguridad. Es evidente que los miembros de las Fuerzas Armadas hacen un enorme
servicio al país, eso todos los reconocemos. Es también verdad que se les han
encomendado tareas que no están preparados para realizar, porque en realidad no
les corresponden. El resultado no ha sido bueno. Es imposible reducir la
violencia cuando el combate al crimen se le encarga al Ejército, entrenado para
maximizar el uso de la fuerza. El resultado son índices de letalidad similares
a los de las guerras; entonces se genera una espiral de violencia y contantes
afectaciones a la población en los operativos. El número de militares en las
calles generó, casi de manera inevitable, violaciones constantes a los derechos
humanos. En realidad, quienes sacaron al Ejército a las calles son los
responsables de poner a los militares en riesgo, porque los enviaron a una
misión imposible de cumplir con éxito.
La labor del Ejército tiene
que ser valorada y reconocida, pero también analizada de manera crítica y,
sobre todo, asignarle las tareas que pueden y deben realizar. Lo que tendríamos
que estar discutiendo es cómo retiramos, de manera ordenada y paulatina, a los
militares, les encargamos las tareas para las que fueron entrenados y
construimos un sistema policial nacional eficaz, transparente y bien evaluado.
En realidad, la ley de seguridad interior es el resultado del fracaso de la
estrategia de seguridad de este gobierno, que no solamente permitió el
crecimiento de los homicidios del país, sino que no avanzó en mejorar las
policías, algo que era su responsabilidad coordinar. Desgraciadamente no hay
atajos, mejorar la policía es un elemento esencial para reducir la violencia
crónica, con la ley de seguridad interior se evade esa responsabilidad y se
incurre en enormes riesgos.
Pocas veces una ley ha
generado un rechazo tan amplio por parte de organizaciones sociales, pero que
no se limita a ellas. Los cuestionamientos también provienen, por ejemplo, del
director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, del titular de
la Comisión Nacional de Derechos Humanos y del Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Derechos Humanos. Su aprobación sería un cambio de dirección en
la tendencia que ha tenido el Congreso mexicano de legislar para garantizar los
derechos de los ciudadanos, para ahora legislar para restringirlos. La
legislación en torno al papel del Ejército tendría que darse, necesariamente,
junto a la que se requiere para cambiar el modelo policial y el de procuración
de justicia. La idea de que se puede utilizar al Ejército cuando las
instituciones están en riesgo genera una ambigüedad extremadamente peligrosa.
Me parece que, en el fondo, la prisa por aprobar este dictamen responde a la
estrategia de utilizar el Ejército como arma electoral. Jugar la irresponsable
carta de mostrar un supuesto compromiso con la seguridad, con pasar una ley que
supuestamente quiere el Ejército, pero que no resolverá ninguno de nuestros
enormes problemas en la materia. Una salida para justificar los resultados con
respecto al enorme fracaso de las políticas de seguridad de Peña Nieto.