· Un libro de la Fundación ICA, cuyo acervo fotográfico fue reconocido por la Unesco, permite descifrar el proceso de evolución urbana del país de 1930 a 1990
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Un libro de la Fundación ICA, cuyo acervo
fotográfico fue reconocido por la Unesco, permite descifrar el proceso de
evolución urbana del país de 1930 a 1990
CIUDAD DE MÉXICO.- Con cámaras
fotográficas de casi un metro de ancho adheridas al cuerpo de una avioneta, se
registró entre 1930 y 1990 el 80 por ciento del territorio nacional desde el
aire. Imágenes a vista de pájaro. Fotos que hicieron de guía para trazar sobre
papel los mapas del país actual. Registros visuales con usos científicos y
urbanos que a la distancia se convirtieron en la memoria de la transformación
física de México.
El material lo produjo la
Compañía Mexicana de Aerofoto fundada en 1930 por el piloto Luis Struck. En
seis décadas hizo, junto con un equipo de fotógrafos, ingenieros y
especialistas, un acervo de un millón de imágenes. De esta historia da cuenta
el libro Aerofoto (2017) que edita la Fundación ICA, responsable del archivo
desde 1965. Es una publicación que refiere al material visual del acervo, y a
la vez enfatiza en los procesos técnicos de inicios de siglo XX en la
fotografía y la aviación.
Los primeros registros se
hicieron con cámaras llamadas fotogramétricas que tenían un sistema automático
para disparar de manera sucesiva y enrollar la película mientras el avión
volaba. Éste tenía una ruta marcada que, por lo regular, era en línea recta.
Para crear los mapas, se hacían varios recorridos de una misma zona, y las
imágenes se armaban en una suerte de collage para luego tomar la imagen final.
“La Compañía Mexicana de
Aerofoto logra conjuntar dos técnicas de la modernidad, la fotografía y la
aviación; si pensamos que esta convergencia de técnicas se da en los años 20 y se sistematiza en México en 1934,
realmente cumple con una proeza de la modernidad del siglo XX”, señala Juan
José Kochen, gerente de Fundación ICA.
El origen de la foto aérea se
puede rastrear en la guerra. Fue una estrategia militar para señalar el
territorio enemigo en vistas amplias, no a nivel de banqueta sino desde la
altura. Fue en EU donde se apropió el proceso con fines de diseño de
urbanización y luego llegó a México. Ahora, refiere Kochen, hay artistas que
apuestan por esta manera de mirar desde el aire para encontrar una perspectiva
estética del territorio cotidiano.
“La aerofoto es un cambio de
escala importante en la mirada. Lo que hacía esto era planear a mayor escala,
un tema interesante es cómo desde el avión se podía acusar a los arquitectos
urbanistas por malos diseños, y ahora se puede ver cómo se transforma el
territorio, vemos la transformación de la Ciudad de México, su crecimiento y
los escasos espacios que han permanecido iguales.
“La fotografía también
permitió ensamblar mapas en su territorio desde la realidad; no mapas de
interpretación simbólica hechos a partir de un dibujo, sino una fotografía sin
subjetividad y eso cambió la mirada de la ciudad”, apuntó el arquitecto al
recordar que el acervo se integró en 2012 al Programa Memoria del Mundo de la
UNESCO.
Si bien los archivos se usan
en proyectos de construcción y de investigación de ingenieros, arquitectos y
geógrafos, la consulta es pública a través de su página web donde se encuentran
algunas de las imágenes ya digitalizadas. Un trabajo, admitió Kochen, aún
pendiente, pues sólo tienen el 12 por ciento en formato digital. La propuesta
con el libro y la digitalización paulatina es mantener fresca la memoria del
acervo y, sobre todo, entender los procesos tan complejos de inicios de siglo
XX.
“Mirar las fotografías es
hacer una línea del tiempo, mirar hacia atrás y entender que era la
posrevolución, los inicios de la modernidad en México, tiempos complejos”. Y si
las imágenes históricas sirven en un ejercicio de memoria, Kochen señala que
también dan cuenta de los avances tecnológicos y, en consecuencia, sus
aportaciones.
En el caso de la foto aérea,
ésta tuvo una fractura con la creación de los satélites que permitió tomas a
una distancia mayor. Y, en pleno siglo XXI, el uso del drone como medio de
transporte de pequeñas cámaras ha modernizado y popularizado la imagen desde el
aire. Ahora un fotógrafo profesional o aficionado puede hacer cualquier tipo de
fotos sin salir de su casa, y sin mayor regulación legal.
Para Kochen, la tecnología no
es perjudicial: “Son diferentes niveles de profundidad; la foto tradicional a
nivel de banqueta, la foto satelital, la que se hacía con aviones y la nueva
que se hace con drones permite mirar diferente. Puedes tener varios niveles de
profundidad y entendimiento de distintas capas de un territorio”.
Del norte al sur
El Fondo —que en 2016 recibió
el Premio al Mérito Archivístico otorgado por el Archivo General de la
Nacional— se divide en tres núcleos: Verticales (1930-1995), Mosaicos (1930-1995)
y Oblicuas (1932-1968). En suma, hace un recorrido por casi todo el país, desde
Monterrey hasta Campeche, pasando por la Ciudad de México, de la que se percibe
una mayor transformación.
El núcleo de Verticales es el
cuerpo principal de instantáneas tomadas con una cámara montada en una aeronave
paralela al territorio; con esta técnica se registró también zonas de
Nicaragua, El Salvador, Honduras y Bolivia. Se integra por dos mil 700 series
con más de 800 mil ítems.
El segundo núcleo lo integran
44 mil imágenes, las cuales de su tamaño original se reducían para generar una
especie de collage de las manchas urbanas, y así ocuparlas para cartografías,
trazos de caminos y puentes. Y la serie Oblicuas, con 19 mil 918 registros, son
imágenes tomadas desde un avión en un ángulo menor a 90 grados; con esta
técnica se tomaron zonas de EU. Esta sección del acervo es la que está
digitalizada en su totalidad; el resto del material está en la bóveda bajo
condiciones de conservación.
En este millón de negativos
sobre el país hay registros de lagos y lagunas —algunos desparecidos—, zonas
forestales, urbanas y el desarrollo de obras de ingeniería. En América Latina,
la Compañía realizó colaboraciones en levantamientos topográficos para la
represa de Alto Anchicayá en Colombia, levantamientos en República Dominicana y
Panamá. “La idea es impulsar que el acervo sea vivo, no sólo memoria colectiva
para investigación topográfica, sino que aprovechamos ese registro para no
cometer los mismos errores en la planeación urbana”.