La autora mexicana, nieta del compositor de Huapango, charló con Excélsior sobre su libro de cuentos La sequía
CIUDAD DE MÉXICO.
La sequía (Cuadrivio, 2017), ópera prima de Elena Moncayo, reúne diez cuentos guiados por el tono y el ritmo poético. “A pesar de que vengo de familia de músicos, siempre quise encontrar mi propio camino en el arte. Conforme comencé a escribir entendí que la literatura también se compone con el oído y que se puede hacer música con las palabras, entonces siempre dejo que la musicalidad vaya guiando la narración de mis personajes”, afirma la autora.
Además de la composición estilística, las narraciones que conforman el libro se caracterizan por los claroscuros en la ambientación, así como la obsesión con la infancia, la iniciación y el viaje del personaje, los matices de la personalidad, la introspección, sin olvidar la acción dramática, la violencia y una cierta orfandad a la que son arrojados los protagonistas.
“En cada cuento todo parte de la vuelta al origen. El origen es casi siempre familiar. No necesariamente tiene que tener un conflicto familiar, sino con lo universal que se entiende como el origen, mis personajes deambulan entre la redención y la sentencia y esta parte del final desde la infancia.
Además de la vuelta al origen, en La sequía también están plasmadas mis propias obsesiones universales: la muerte, tiempo, el mal, el tedio… lo que buscaba era que los protagonistas cruzaran un umbral, sea sicológico o físico, y de ahí se me revelara la parte de su inconsciente y que ellos supieran qué hacer con eso, si cambiaban a partir de ahí o se redimían de alguna manera”, asegura Moncayo
La joven escritora mexicana afirma haber entablado un diálogo con autores como Juan Rulfo, Jesús Gardea y Josefina Vicens al momento de iniciar a crear La sequía. “En muchos de los cuentos hay un diálogo prestablecido con Rulfo, ya que con él es con quien dialogo diariamente, no sólo al escribir sino a la hora de vivir, pero también está Daniel Sada, Ponce y descubrí mucho a Clarice Lispector, me gustaba mucho su narrativa desde que leí su novela La pasión según G. H”.
De entre los cuentos recopilados destaca La sombra del río, La sequía, que da nombre al conjunto, Vano y El espejo. Cada cuento tuvo su tiempo de maduración. Todos fueron muy disfrutables de escribir, y se sufren, pero el que más revelaciones oscuras me trajo fue La sombra del río porque fue descubrir esas gigantescas sombras que tiene la humanidad”, declara la escritora mexicana.
Para Moncayo cada uno de los cuentos tuvo una revelación. Durante un proceso de un año en que tardó en escribir y pulir su libro, la autora es contundente al decir que las ensoñaciones por las que atravesó durante el tiempo de creación fueron determinantes al momento de edificar su obra.
“Sin duda, La sequía es una suma de toda la interlocución con estos autores, pero también la deconstrucción de mi propio mundo, un viaje a mi propia interioridad, a ese conocimiento, todo iniciación va del arrojo al abismo, entonces hice muchos ejercicios de autoexploración mental: deje que cada una de las voces tomara su lugar.
Entonces entendí que no importaba si era femenino o masculino el personaje, al final lo que busca es la redención. Todo está guiado por la intuición y por las emociones, la parte femenina que a todos no habita, y está combinado con la parte racional. Busqué un equilibrio vida y muerte, luz y sombra. Todos los personajes están en constante muerte y renacimiento, más allá de si son hombres y mujeres, es la sique en todos sus matices”, concluye la autora.