Diario El Independiente
Diario El Independiente

Noticias de BCS, México y el mundo.


Hoy es lunes, 25 de noviembre de 2024

El carmesí favorito en el Palacio de Bellas Artes

El palacio de mármol exhibe a partir de mañana una selección de obras maestras de autores como Vicent van Gogh, William Turner, Auguste Renoir, Paul Gauguin, Edouard Manet, Diego Velázquez y Tintoretto, que tuvieron como base el pigmento de origen mexicano

El carmesí favorito en el Palacio de Bellas Artes

CIUDAD DE MÉXICO.

Cuando Vicent van Gogh pedía a su hermano le comprara pinturas para trabajar, le hacía un encargo especial: carmín de las Indias. Es el pigmento rojo producido sólo en México desde época prehispánica. El esplendor del color, impreso en textiles indígenas, encantó al pintor holandés, y lo usó en al menos 40 de sus obras; entre ellas La recámara de Van Gogh en Arlés (1889), propiedad del Museo de Orsay, París.

También lo contiene La visita a la tumba (1850) de William Turner que conserva la Tate de Londres, y el retrato Madame Léon Clapisson (1883) de Auguste Renoir, de la colección del Instituto de Arte de Chicago. Son pinturas referenciales del impresionismo que comparten el rojo mexicano, ese que genera el insecto del nopal llamado grana cochinilla. El color que fue, por más de 300 años, el segundo producto de exportación de la Nueva España, a demanda de los artistas europeos: Tintoretto, Tiziano, Velázquez, Renoir, Van Gogh, y más.

Por primera vez estas tres obras están en México. Se presentarán en la exposición Rojo mexicano. La grana cochinilla en el arte, que es un mapa histórico sobre la importancia estética y comercial del pigmento entre el siglo XVI y XIX. Con 70 obras –49 de colecciones nacionales y 21 de internacionales–, la muestra es una investigación histórica, estética y científica sobre los usos de la cochinilla desde tiempos prehispánicos. Hace un recorrido a partir de los códices, los textiles milenarios, pasando por los retratos de la nobleza e incluso los religiosos, hasta llegar a las obras modernistas.

De las “joyas imperdibles” de la curaduría destaca también La deposición de Cristo(1550) de Tintoretto, de la Galería Nacional de Escocia. Lo mismo el Retrato del Arzobispo Fernando de Valdés (1645) de Diego Velázquez, un préstamo de la National Gallery de Londres, y Buenos días señor Gauguin (1889) de Paul Gauguin que viene del Museo Hammer de Los Ángeles.

Pero más allá de desplegar obras maestras, la exhibición atiende varias premisas. Primero, se confirma el origen mexicano de la grana cochinilla que historiadores de Perú demandaban. A través del lienzo encontrado en la Cueva del Gallo, en Morelos, que data del año 300 a. C., se confirma la pertenencia del pigmento a México. “Es el textil más antiguo que se tiene, y es la primera vez en una exposición”, advirtió el curador George Roque.

Segundo, la curaduría vincula el textil del siglo XVI con la pintura europea para demostrar que los artistas del viejo mundo, principalmente de Italia y España, se apropiaron del color mexicano para imitar en sus obras los tapetes, las mantas o los manteles que veían de manera cotidiana, y con la cochinilla entintaban sus producciones para replicar el esplendor de los telares.

“La cochinilla llega por el puerto de Sevilla desde los años 30 de los 1800 y para los 50 ya estaba en Escocia, Florencia y Venecia. Los pintores venecianos, que hay que recordar que Venecia era la cuna del textil, querían imitar ese resplandor de los colores y usan la cochinilla”, añadió Roque. Premisa que se comprueba con el óleo La deposición de Cristo que data de 1550 y se realizó en Escocia; su manto están pigmentado con el rojo intenso.

Y tras someter las piezas de la exhibición a estudios de reflectografía infrarroja en el Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y la Conservación del Patrimonio Cultural de la UNAM, se determinó que las impresionistas, a pesar de representar la modernidad y crearse en tiempos de la revolución industrial, conservan el pigmento natural prehispánico. Roque señaló que si bien para mediados del siglo XIX existían colores industriales más baratos y con mayor saturación como la anilina, los artistas prefirieron la cochinilla por su esplendor.

Es el caso de Van Gogh quien en su icónica La Recámara de Van Gogh en Arlésutilizó el rojo mexicano para impregnar de morados pálidos la puerta y la pared que contrastan con el amarillo de los muebles. Para el pintor este choque de tonalidades evoca la sensación de reposo, objetivo de su obra. Pero también lo usó Edouard Manet en Woman reading, Henri Matisse en The Young Sailor, Claude Monet en Lavacourt unde Snow, entre
otros.

El color fue tan codiciado entre los artistas europeos de la  época que incluso en una caja pigmentos de William Turner, que conserva la Tate de Londres, se encontró un frasco de este rojo mexicano, contó Roque.

Dividida en cuatro núcleos –Textil y artes plásticas; La cochinilla, el color del poder; La cochinilla, color del poder civil, y La cochinilla en el siglo XIX– la curaduría hace énfasis en el rojo mexicano como elemento de distinción entre la nobleza, incluso como símbolo de grandeza política y religiosa.

 Así el tono aparece en el Retrato del príncipe Charles Louis (1637) de Anton van Dyck, igual que en el manto de la Virgen de Guadalupe, autoría de Cristóbal Villalpando.

Radiografía científica

Para la exposición se realizó también un análisis científico del insecto de nopal. En la sala se exhibe el primer examen de ADN que se hizo a la grana cochinilla, donde se revela que éste tiene la mayor concentración de ácido carmínico que da el tono rojizo tan intenso. También se descubrió que el macho vive sólo tres días para la reproducción, y es la hembra la que aporta más pigmentación.

En una radiografía sobre la reproducción del insecto se da cuenta también que actualmente se cultiva en 15 estados del país, entre ellos Querétaro, Oaxaca y Tlaxcala. Y su uso no es exclusivo para el arte sino también está en la gastronomía, la farmacéutica y la industria textil que lo emplea por las posibilidades tonales; una gama que va del rojo al naranja, el vino y rosa.

“Los españoles no querían que se supiera el origen del color porque era un privilegio para la corona española tener el monopolio de la grana cochinilla”, recordó el curador.