Llena de violencia y desesperanza, nutrida por sueños y pesadillas, así es la prosa del autor rumano, que presenta en México su nuevo título
CIUDAD DE MÉXICO.
La literatura de Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) no sólo fue prohibida durante la dictadura de Nicolae Ceaucescu, sino que hoy es considerada una de las más potentes en lengua rumana. Esto ha colocado a su autor como uno de los más firmes aspirantes al Nobel de Literatura entre las letras europeas, con una prosa llena de violencia y desesperanza, nutrida por sueños y pesadillas, una telaraña que borda Morfeo mientras el autor duerme y más tarde plasma en una prosa corrosiva que da forma a un diario que escribe desde hace 45 años.
De esas páginas nació Solenoide, su más reciente novela traducida al español, la cual define como “un monumento onírico” en el que cuenta la historia de un escritor frustrado que padece y acepta la condición de vivir en un arrabal comunista, destrozado y adverso, del que no escapa para no abandonar a esos niños, mujeres y hombres que viven en la miseria, relato parcialmente autobiográfico influido por la obra de Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges y Franz Kafka, y en el que rechaza la salvación individual y abraza el infierno de la existencia.
Muchos de los motivos que utilizan mis libros parten de los sueños verdaderos. Más aún, en Solenoide hay decenas de sueños, los cuales analizo de alguna manera para hacer una especie de sicoanálisis. Aunque es cierto que todas mis narraciones provienen de ese diario que escribo desde hace más de cuatro décadas donde anoto todos los sueños que me visitan y más tarde anoto,” dice Cărtărescu a Excélsior, que se presentará en la 31 edición de la Feria Internacional de Guadalajara con una conferencia magistral este domingo.
Ese diario es esencial para mí y mi escritura”, añade el también autor de El Levante y Nostalgia. “Porque de alguna forma se convirtió en mi segunda piel y, en retrospectiva, es la cosa más importante que escribo. El diario es como el tronco de un árbol del cual salen ramas; esas ramas son mis libros, aunque recién publiqué ya los tres primeros volúmenes de mi diario y ya estoy preparo el cuarto”.
¿Es la poesía un sustrato en su narrativa?, se le cuestiona. “Sí porque la poesía es, al fin y al cabo, lo visionario de la literatura contemporánea. Además, creo que en la gran literatura podemos hallar un sustrato poético. Debo decir que no leo novelas por sus personajes o por las acciones que cuentan, sino por la parte poética que contienen. Un ejemplo es Carlos Fuentes, a quien considero primero un poeta por el hecho de que fue un escritor visionario”.
¿La poesía es la estructura que sostiene su ficción? “Digamos que es así desde hace dos siglos. Dostoievski, por ejemplo, vertió en sus novelas un gran sustrato poético y, desde entonces, quienes cuentan toda suerte de historias, escriben con la inteligencia y el alma del poeta. Por eso amo la literatura latinoamericana, que me influyó al punto en que algunos de sus autores se tornaron mis héroes”.
¿Se refiere al boom literario? “Ya mencionaba a Fuentes, quien me influyó muchísimo, pero también están Ernesto Sabato, Julio Cortázar, Borges, García Márquez, Vargas Llosa y otros latinoamericanos”.
¿Cómo se relaciona el boom con Solenoide? “Esta reciente novela es muy especial en mi obra, que es menos estética y más bien metafísica y ética. Digamos que, por primera vez, quise hablar sobre el mundo desde un punto de vista ético... y contestar al famosa dilema de Albert Camus, que intentaba distinguir entre lo solitario y lo solidario. En mi caso, al igual que Camus, elegí la solidaridad humana”.
No olvidemos que, a lo largo de la historia, el personaje central (profesor de bachillerato) tiene la posibilidad de salvarse del infierno de la existencia; sin embargo, se percata que no quiere salvarse solo, porque tiene vínculos de amor y solidaridad con sus semejantes, por lo cual la solidaridad le hace rechazar la posibilidad de la salvación individual”, añadió.
En Solenoide el protagonista es un escritor fracasado que está feliz de haber fracasado como escritor, y sostiene una pelea esencial con la literatura, “ese mundo lleno de clichés y de compromisos que, como puertas dibujadas en una pared, no se pueden atravesar nunca”, con lo cual Cărtărescu trazó una novela paraliteraria que gira en torno a la metafísica.
¿Qué simboliza ese profesor en nuestro tiempo? “Es mi biografía paralela, en la que cuestiono algo simple: ¿qué habría pasado si yo no hubiera escrito literatura? ¿Y si me hubiese quedado como un simple profesor de escuela, tal como lo fui durante diez años?”
¿Habría sido feliz? “Ésa es la tesis del libro. Seguramente habría sido más feliz, porque hubiera tenido la posibilidad de escribir el libro esencial, es decir, un libro escrito para mí, leído sólo por mí, el cual habría muerto conmigo. Me hubiera gustado ser ese lector genuino que no hace ninguna concesión... ni siquiera la concesión de publicar. Aunque es cierto que, para mí, escribir es una actividad esencial para sacarme de una catástrofe existencial o de una depresión catastrófica. Por eso nunca dejaré de escribir”.
¿Pero la literatura también salva? “El hecho de que esté aquí se lo debo enteramente a la literatura. Yo provengo de un ambiente paupérrimo en donde no existían los libros. Toda mi educación y mi experiencia se la debo a la literatura, porque pasé mi adolescencia leyendo ocho horas diarias. La literatura me salvó de manera esencial de lo sórdido de la existencia y me ofreció un punto luminoso para contemplar en medio de la tragedia”.
Para finalizar, Cărtărescu acepta que en la literatura existen distintos tipos de escritores. “Por ejemplo, autores contestatarios como Alexander Solzhenitsyn u otros más solitarios como Kafka. En mi caso, soy un escritor con personalidad cívica, un opinador que se implica de manera cívica y política”.