El escritor chileno, aún dolido porque su país no irá al Mundial de Rusia 2018, trae a México su libro Elogio del Maracanazo, una reunión de cuentos en torno al futbol
CIUDAD DE MÉXICO.
Cuando el chileno Víctor Hugo Ortega pronuncia la palabra fútbol lo hace así, como sudamericano, acentuando la primera vocal. Pero eso no cambia su condición de hincha; la diferencia con el mexicano a la hora de referirse al balompié es sólo ortográfica, su pasión por el deporte alcanza los mismos niveles.
Creo que no hay ningún otro deporte que sea tan popular y eso permite una correspondencia a la memoria histórica por parte del hincha. Ustedes recuerdan muy bien lo que pasaba con México 86, los chilenos recordamos muy bien lo que pasaba con Chile en 62; uno va ajustando este deporte a sus propias historias familiares: al abuelo, a la madre. Pasan los años y los familiares ya no están, pero esa memoria futbolera queda. Hay una cosa emotiva que tiene el futbol difícil de encontrar en otros deportes”, dice.
El chileno es un hincha de hueso colorado, de esos que son capaces de llorar de alegría o de tristeza viendo ganar o perder a su equipo, de los que tienen metidas hasta la médula las hazañas de sus héroes sobre la cancha. Al fin y al cabo, aun cuando ahora pueda parecer un cliché, “el futbol es como la vida” y, como tal, protagoniza y propicia miles de historias. Ortega tiene las suyas.
Librosampleados, el escritor llega a México por primera vez con Elogio del Maracanazo, una recopilación de relatos que, aunque no suceden a nivel de cancha, tienen al futbol como protagonista. “El futbol —dice Ortega en entrevista— tiene una larga tradición en términos literarios; escritores y cineastas de la estirpe de Borges o Pasolini en Italia han tenido comentarios; Borges lo odiaba, Pasolini lo respetaba y creo que eso tiene que ver con la popularidad del futbol más allá de que también hay una literatura ligada al tenis o al box”.
Los nueve cuentos del libro no dejan duda acerca de la pasión de Ortega por ese deporte y revelan cierto aire autobiográfico: el cuento que da título a la recopilación es el relato ficcionado de un viaje que el mismo autor hizo junto a un amigo a un pequeño poblado uruguayo, con la sola intención de encontrarse con Alcides Ghiggia, el célebre anotador del segundo gol que le dio el triunfo a la selección charrúa en 1950 frente a la poderosa escuadra de Brasil, nada más y nada menos que en el recinto sagrado del Maracaná.
El fútbol es un deporte que tiene muchos parangones que pasan en la vida: el hecho de jugarse de manera colectiva, de que el arquero o el delantero puedan pasar de ser villanos a héroes en un segundo. A José Saramago no le gustaba el futbol, porque en su origen marxista lo veía como algo muy lejano a él; sin embargo, es la propia selección de Portugal la que le hace un homenaje a él en el marco de un Mundial. El futbol tiene ese tipo de ironías”, cuenta.
Pero aun cuando a Ortega le interesa mucho lo que sucede en la cancha, sus relatos se ocupan poco de lo que pasa sobre el césped. El futbol, explica, se asocia a su memoria histórica y a los momentos que compartió con su familia: “Viene siendo eso al final: un punto de contacto con mi familia, con la que en algún momento no podía hablar de otra cosa más que de fútbol”. En los relatos del chileno tiene más importancia el sentimiento que provoca en el hincha la dupla Zamorano-Salas, que la hechura misma de sus proezas.
En ese sentido, se trata de relatos sobre todo situacionales, jamás manufacturados de forma convencional, con principio, desarrollo y final. “Mis cuentos son más situaciones de una historia, pensando en una trama clara y determinada; son así, creo, por gran influencia del cine, como un cortometraje que podría tratarse del día entero de un estudiante, pero que se ocupa sólo de cinco minutos: cuando va al baño, cuando va a la biblioteca, cuando va camino al bus.
Yo creo que mis cuentos son momentos y los momentos a veces se esfuman rápido, como cuando estás con una chica, con una oportunidad de jugar a la lotería o como un partido que se acabó. Así se terminan. Mis cuentos terminan de repente”, considera.
Ortega agrega un componente más a sus historias: al tratarse de situaciones fuera de la cancha (la tribuna, la parada del camión o cualquier poblado apartado de Chile) hay una presencia permanente del habla popular chilena. “Quería rescatar el habla popular, por eso es que tiene muchas palabrotas y fue tema de discusión con el editor, ¿qué cosa cambiar, qué cosa poner en mexicano? Finalmente decidimos poner un glosario, pero creo que no podía escribir acerca de un contexto popular con un lenguaje que no es popular”.
Y enfatiza: “Los libros que más me gustan son los más reales; cuando hay diálogo me gusta que sean como realmente se habla, igual que en el cine hay directores que filman escenas en lugares marginales y pareciera que los personajes son doctorados. Quise rescatar esa forma. Además es un libro de oído, porque soy muy chismoso, siempre me han interesado mucho las formas del habla que en Chile son muy curiosas por la fusión que tenemos entre los mapuches y los españoles”.
Ortega se decanta por Maradona antes que por Pelé y prefiere a Ronaldo sobre Messi. No puede ocultar su frustración después de la eliminación de Chile para participar en el Mundial de Rusia 2018, pero así es el juego, también incluye la derrota. “Cuántas veces hemos perdido y nos dura poco la experiencia postderrota. Creo que ahora tenemos que entender que la disciplina es el mejor elemento que tiene que haber cuando se está haciendo una actividad como este deporte. Ahora hay un debate, pero, ¿qué importa más?, ¿que (Arturo) Vidal juegue bien dentro de la cancha, aunque se lo pase tomando fuera de ella? Al final creo que todo seguirá igual y, ¿qué vamos a decir si Vidal sigue haciendo goles dentro de la cancha?”. Otra vez el fútbol vuelve a imitar cínicamente la vida.
Pero también vuelve a conectar a dos hinchadas. “México y Chile tienen muchas cosas en común. Ustedes también son de llegar al cuarto partido, a veces inmerecidamente y pareciera que van a pasar los años y estamos condenados a que nos siga pasando eso, pero más allá de los triunfos y las derrotas (y aquel 7-0), México siempre causa simpatías, uno siempre quiere que gane México cuando ya no está Chile, cosa que no pasa con Argentina o incluso con Brasil”.