El sacrificio en la antigua Tenochtitlán no fue exclusivo de guerreros capturados en batalla, tampoco era un privilegio formar parte del rito y para nada, se trató de una práctica tan frecuente como los conquistadores españoles quisieron hacer creer
CIUDAD DE MÉXICO.
El sacrificio en la antigua Tenochtitlán no fue exclusivo de guerreros capturados en batalla, tampoco era un privilegio formar parte del rito y para nada, se trató de una práctica tan frecuente como los conquistadores españoles quisieron hacer creer.
Normalmente se creía que todas las víctimas sacrificiales eran guerreros, lo que hemos estado viendo es que no. Hay muchas mujeres y niños, hay individuos que antes de ser sacrificados vivieron en Tenochtitlán varios años, es gente que vivió en la ciudad. Creemos que las víctimas se iban a componer, sí, de cautivos de guerra pero no exclusivamente, también hubo individuos tributados y otros que fueron comprados como esclavos en los mercados, entre ellos mujeres”, dice la arqueóloga Ximena Chávez Balderas.
Si bien había jóvenes entre los 15 y los 20 años que eran sacrificados, la mayor parte de las víctimas estaban entre los 20 y los 30 años y muy pocos rebasaban ese rango. Los niños por su parte, eran ofrecidos en ritos asociados con la petición de lluvia y generalmente se seleccionaba a los enfermos aunque la elección de un hombre o una mujer para ser entregado en sacrificio dependía del tipo de ceremonia: “las fuentes nos dicen que la persona que representaba a Tezcatlipoca tenía que ser físicamente perfecto”.
Tema controvertido, el sacrificio sigue siendo “una práctica muy difícil de comprender por su naturaleza aniquiladora”. Un nuevo estudio sin embargo, abona profundamente en su conocimiento. Chávez Balderas publica Sacrificio humano y tratamientos postsacrificiales en el Templo Mayor de Tenochtitlán(Secretaría de Cultura/INAH, 2017), el resultado de un exhaustivo análisis de los retos de 99 individuos que han sido localizados en torno al centro ceremonial de la antigua ciudad azteca.
En torno al sacrificio, explica, “tenemos fundamentalmente dos posturas extremas: aquellos que creen que el sacrificio no existió, entre ellos también hay investigadores, y aquellos que piensan que el sacrificio era tan común como los españoles lo mencionan”. Esta última idea sirvió sobre todo para defender la esclavitud de los indios una vez consumada la conquista y para justificar un nivel inferior de civilidad que volvía urgente llevar a cabo la evangelización.
Con el tiempo se quedan estas dos ideas encontradas, la evidencia arqueológica nos permite comprender que el sacrificio era una práctica que estaba entre los mexicas, que estaba arraigada como lo estaba en cualquier otro pueblo de Mesoamérica, pero no en los números que dijeron cronistas como Fray Diego de Durán o como el conquistador (Andrés de) Tapia”. Tan sólo, dice Chávez, en torno al Templo Mayor se han encontrado los restos de unos 150 individuos que corresponden a todas las etapas constructivas del centro ceremonial.
Para tratar de entender más el sacrificio azteca, Ximena Chávez distingue dos tipos de restos óseos: los llamados entierros funerarios que se realizaban con motivo de la muerte de un individuo, donde la muerte motiva el ritual y generalmente hay presencia de incineración y los entierros no funerarios, donde el individuo trasciende a una ofrenda más, “su muerte va a ser ofrecida a los dioses, es un ofrecimiento de vida, implica hacer a alguien sagrado o volverlo un medio de comunicación con lo sagrado”.
Los especímenes de este último tipo, son los que interesan a la investigadora. Chávez tuvo oportunidad de organizar una colección de 99 restos de individuos que fueron identificados como sacrificados, los volvió a inventariar y dejó listo un programa de conservación preventiva. Al mismo tiempo, ella y otros expertos realizaron estudios históricos, osteológicos, de isotopía y ADN, entre otros; algunos de los resultados han sido incluidos en el estudio de la arqueóloga.
Chávez identifica en su trabajo siete maneras diferentes de sacrificio: el flechamiento, la lapidación, el despeñamiento, la inanición y el degüello, el rayamiento y la extracción de corazón. Esta última, dice la investigadora, es la práctica que con mayor frecuencia se asocia al sacrificio azteca, pero hasta ahora, las evidencias arqueológicas no han permitido comprobarlo.
La extracción de corazón es el tratamiento que según las fuentes históricas, era el más común en las víctimas, sin embargo, nosotros tenemos pocos casos, tenemos dos casos en individuos humanos y dos en jaguares, la razón es porque el tratamiento póstumo que se le daba a los muertos era la decapitación, de tal forma que solamente las cabezas quedaban en el recinto sagrado y los cuerpos se llevaban al calpulli, a los barrios, o podían tirarse en el lago, en el remolino de Pantitlán, que era considerado un lugar sagrado, no tenemos los cuerpos de las víctimas”.
Las evidencias señalan que una vez que un hombre era sacrificado por medio de cualquier práctica, también acababa siendo decapitado y su cabeza depositada en una ofrenda. Este trabajo, dice Chávez, debió haber sido realizado por un especialista, “que debía tener la preparación no sólo para llevar a cabo las maniobras en términos anatómicos, sino que tenía que tener una preparación espiritual, porque implicaba manejar una cantidad de energía muy grande que se creía que se liberaba con esta práctica, estamos ante especialistas, sacerdotes que tienen conocimiento anatómico y esto lo sabemos porque en los restos se observan estrategias encaminadas a hacer estas maniobras más sencillas”.
Un ejemplo, dice, es que gracias a los estudios de Gregory Pererira se sabe que en Teotihuacán, por lo menos mil años antes que en Tenochtitlán, se llevaba a cabo la decapitación de víctimas con el cuerpo boca abajo; “en el Templo Mayor vemos una técnica diferente: el individuo está más bien boca arriba, quieren localizar el disco intervertebral que es más suave por su naturaleza cartilaginosa, lo seccionan y con eso hacen que la maniobra sea más rápida. No hay instrumentos de metal que permitan la decapitación de tajo, pero ellos van haciendo esta maniobra de corte, no cortan hueso sino cartílago, conocen bien la anatomía del cuello, estamos ante sacerdotes preparados”.
¿Antes del sacrificio realmente era un privilegio formar parte del rito? “Pensar que era un privilegio es una idea más bien occidental, era un privilegio en el sentido de que muchas de las personas que morían lo hacían representando a los dioses durante toda la veintena, ese tiempo los trataban como al dios, les enseñaban a tocar música, les daban de comer, vivían una vida de dioses, al cabo de lo cual eran sacrificados, eran los recipientes de los dioses pero eso no quiere decir que no fueran al sacrificio con miedo, o que fueran felices, eso no lo sabemos, pero es de dudarse, los cronistas indican que muchos iban bajo el influjo de alguna bebida”.
¿Qué otro tratamiento se daba al cuerpo sacrificado? “Algunos cuerpos se colocarían en las ofrendas y no se les hacía ningún otro tratamiento de descarno, de limpieza ni nada, sino que después de obtener la cabeza se les llevaba a los depósitos rituales”.