El galardonado cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu afirmó que es un homenaje a la crisis de migración que se vive en el planeta
CIUDAD DE MÉXICO.
Pocas personas pueden encontrar la virtud donde todos los demás solamente miran la tragedia.
Los migrantes son personas sumamente subversivas, porque exponen lo que está mal de un sistema.”
Las palabras pertenecen al cineasta Alejandro González Iñárritu, quien decidió erigirle a los migrantes un tributo con los mismos muros de metal que separan la frontera estadunidense de la mexicana, y empleando la tecnología más avanzada de realidad virtual, efectos especiales y 3D.
El resultado se titula Carne y arena (Virtualmente presente, físicamente invisible),instalación que ayer fue abierta para medios e invitados especiales en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, donde a partir del lunes próximo podrá ser visitada por mayores de 15 años con un costo de 300 pesos.
La experiencia, previamente presentada en el Festival de Cannes y en la Fondazione Prada de Milán, tiene como personajes centrales a un grupo de migrantes perdidos a su suerte en el desierto estadunidense, donde la peor de sus pesadillas se encarnará en forma de policías de la patrulla fronteriza.
Al final lo que vivirán las personas es una experiencia hiperrealista (o en carne propia) de las condiciones —y las consecuencias— a las que se enfrentan los migrantes no sólo mexicanos o latinaomericanos, sino de todo el mundo.
Los migrantes son lo más evidente de un sistema que se está pudriendo que nos está llevando a una especie de suicidio masivo.
“Son incómodos para el sistema político económico neoliberal que todo lo subordina a las utilidades, sin importar el costo, ya sea humano o del planeta”, explica el cineasta desde un salón con una vista privilegiada a la Plaza de la Tres Culturas de Tlatelolco, donde el pasado y presente de México ofrecen una muestra de sincretismo que sería difícil de resumir.
El Negro, como le dicen sus amigos, habla con soltura del problema migratorio, no solamente porque lo abordó previamente en Babel (2006) y Biutiful (2010), sino porque al final de cuentas es un inmigrante que desde hace años vive en Los Ángeles.
Somos inmigrantes de primera clase, como dice (el cineasta Alfonso) Cuarón, pero inmigrantes a final de cuentas. Aquí en Carne y Arena no hay partidos políticos, ni derechas ni izquierdas. Se trata de la realidad tal cual, reinterpretada por quienes la vivieron. Hay algo de periodismo, algo de documental, algo de cine y algo de teatro.
“Es una experiencia que tiene la posibilidad de entender al otro, de la compasión, que no es más que sentir con o sentir para, y eso creo que tiene un efecto muy positivo en el público, porque hemos perdido esa capacidad.”
Carne y Arena es una experiencia individual que tras ser despojado de algunas prendas y solicitar que se apague el teléfono celular, pone al visitante en medio de una enorme caja negra (un foro) para vestir algunos aditamentos que lo sumergen en la situación de atravesar un desierto.
Una vez colocados los lentes de realidad virtual y los audífonos, y tras recibir las últimas instrucciones —la más importante es no correr— el asistente presencia un cortometraje de siete minutos de duración, en el cual puede percibir a los personajes en tercera dimensión y vivir una de las experiencias más realistas de su vida.
“Era un experimento. No había nada que perder. Me parecía bien bonito empezar con mucha humildad a aprender la parte técnica y todo el trabajo que hice con los inmigrantes, con quienes hicimos talleres de teatro y buscamos los mecanismos para hacer algo que jamás había hecho.
Carne y Arena me implicó explorar otras cosas y la yuxtaposición de la tecnología con lo humano, y lo real. Es una ensalada curiosa de docuficciónrevisitada por las mismas personas que lo vivieron”, añade el director de Amores perros, Birdman y El renacido, que colaboró nuevamente con el director de fotografía Emmanuel Lubezki.
“Fueron muchos procesos, el de la filmación fue uno de ellos nada más.
Primero armamos una puesta en escena en una bodega con los migrantes, después filmamos con la cámara para aprender de la realidad del desierto, de la luz y luego la captura de movimiento (digitalización de los movimientos humanos).
“Ya con eso recreamos todo en el mundo virtual con la manipulación absoluta de los elementos”, detalló el ganador al premio al Mejor director en el Festival de Cannes en 2006 por Babel y del Oscar en 2016 por El renacido.
Carne y Arena es un homenaje a una crisis de la migración que estamos viviendo en todo el mundo”, precisó el cineasta, quien aseguró que todas sus preocupaciones las trata de canalizar a través de las obras que diseña.
“Es a partir de la plataforma de las ideas, de la tecnología, del arte y que podemos contar historias individuales, y es ahí donde se se gana la batalla inhumana que estamos viviendo.”