A ocho décadas de la fundación del TGP, Alberto Híjar valora su legado y alerta sobre la inminente extinción del legendario taller
CIUDAD DE MÉXICO.
Ninguno acabó multimillonario ni el Estado les dio edificios antiguos para sus museos”. Nadie, tampoco, “acompañó a los presidentes en sus giras o en sus comilonas y desayunos demagógicos”, dice el teórico y crítico de arte Alberto Híjar sobre la primera camada de artistas que en 1937 fundó el Taller de Gráfica Popular (TGP); grupo que, a pesar de su trascendencia, está en una situación “irrescatable” ocho décadas después de su fundación.
La mayoría del TGP no fueron militantes político; ciertamente había comunistas, eran de ese tipo de trabajadores de la cultura, desentendidos por la fama individual, todos con una forma de vida austera, modesta. Ese modo de vida de estar del lado de la justicia social, es lo que los congregó”, agrega Híjar.
Este año, el TGP está cumpliendo 80 años de vida y el crítico de arte opina que “ya no hay nada qué hacer” por esa camarilla de grabadores que subsiste en un viejo inmueble de la colonia Doctores, a la sombra del esplendor que alguna vez tuvo el grupo.
La lista de los primeros artistas del TGP es fulgurante: Leopoldo Méndez, Luis Arenal, Pablo O’Higgins, Alfredo Zalce, Raúl Anguiano, José Chávez Morado, Jean Charlot, Fanny Rabel, Mariana Yampolsky, Xavier Guerrero, Arturo García Bustos y Adolfo Mexiac, entre otros. Era 1937 y el país era gobernado por Lázaro Cárdenas, el TGP nació y creció a raíz del llamado que hizo la Internacional Comunista en sus VI y VII Congresos, para oponerse al crecimiento que el nazismo y el fascismo estaban teniendo.
Había que detener la inminente guerra mundial, defender a la URSS y apoyar al gobierno del Frente Popular de Cárdenas con un poderoso movimiento obrero y campesino”, agrega.
A esa primera convocatoria respondieron O’Higgins, Arenal y Méndez. El primer grupo habría de denominarse Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). Un año después, de ahí acabó desprendiéndose el TGP con una declaración de principios mínima de cinco puntos y trabajando con una máquina de impresión que, de acuerdo con la leyenda, fue utilizada en la Comuna de París, en 1871. “Había un acuerdo que convocaba a todos aquellos que estuvieran contra la guerra, por la paz, en apoyo de la orientación popular del gobierno de Cárdenas y de los movimientos populares, no se necesitaba ser comunista, cualquier gente de buena voluntad estaba de ese lado”.
La calidad del trabajo, una gran parte convertido en icono de movimientos y luchas sociales, y el ritmo con el que producían acabó distinguiendo al grupo. Híjar identifica otras aportaciones: se trata de una organización de frente amplio “como no ha habido otra en el mundo entero”; que implementó el taller como forma de trabajo, donde lo importante era el colectivo y no el autor: obras como el famoso grabado de apoyo a la Huelga de Nueva Rosita y Cloete, fue dibujado por Mexiac y esa misma noche, el dibujo fue grabado por Leopoldo Méndez, sin importar quien era el autor principal.
Era un colectivo con un sentido crítico y auto crítico para discutir las realizaciones de todos y así hacer crecer al colectivo y, a la par, crecer individualmente. La discusión política exigía trabajos rápidos, de ahí la preferencia por el linóleum. En el TGP importaba más la realización de las obras en apoyo a los movimientos populares contestatarios que la gloria individual”. Muchas obras se imprimían sin firma, se grababan en papeles baratos que se distribuían de manera gratuita o por muy bajo costo; Híjar dice que la influencia del grupo llegó a otras artes como el cine, la danza e incluso la arquitectura (pintando murales en escuelas) y a otras latitudes.
La primera división al interior del TGP, dice Híjar, sucedió con la fundación, en 1947, del Partido Popular por Vicente Lombardo Toledano. “Importantes miembros del TGP se van con Lombardo, Diego Rivera incluso hace propaganda para su candidatura presidencial, pero su apoyo dura poco y lo acaba llamando licenciado ‘Atoledando’; en esos bandazos hay una línea consistente en el TGP que mantiene la posición de apoyar las luchas populares, costara lo que costara”. Otro personaje resultó importante más tarde en la escisión: “un comunista traidor, Enrique Ramírez y Ramírez”.
Él pretendió insertar en el PRI una tendencia anti imperialista y nacionalista. Claro, un nacionalismo, demagógico y folclórico que se vale de muralistas acomodaticios para representar los logros, en los que siempre aparecen las figuras del Estado que patrocinan”. Varios integrantes del TGP sucumbieron y acabaron separándose. La gota que derramó el vaso fue un desayuno que la dirigencia del TGP organizó para el presidente Adolfo López Mateos, “mientras las cárceles estaban llenas de presos políticos, incluido Siqueiros. Eso da lugar a la separación del TGP, de los más importantes miembros de la primera y segunda generación y a la separación de militantes del Partido Comunista, la célula del Distrito Federal es expulsada en pleno”.
Ya con los más importantes integrantes fuera del grupo, en 1967 llega otra figura central, “muy vilipendiada”: Jesús Álvarez Amaya, quien acabó dirigiendo el TGP durante 30 años y, a decir de Híjar, “se convierte en un personaje que no permite ningún proyecto, ninguna propuesta que no fueran las que él aprobaba, siempre en los límites políticamente correctos para no perder el pequeño subsidio que recibe”. Después del fallecimiento de Álvarez Amaya, en 2010, el TGP subsiste en una casa vieja que se ubica en Dr. Villada 46, en la colonia Doctores. Ahí, dice Híjar, se siguen dando cursos e imprimiendo algunas copias de las obras más famosas del grupo, también se conservan un importante acervo de placas, libros y grabados. Pero, dice, “a mi manera de ver es irrescatable, no hay nada que hacer pero el acervo que tienen es muy importante y lamentablemente el INBA y la Secretaría de Cultura no muestran el menor interés por este tesoro nacional”.
Con apoyo de la Secretaría de Cultura capitalina, Híjar ha curado una exposición que muestra la historia del TGP en la Galería Abierta de las Rejas del Bosque de Chapultepec; la muestra ira después a un espacio del IPN, en Zacatenco y a Iztapalapa; en noviembre también se abrirá una exposición en el Monumento a la Revolución. El INBA por su parte, planea una muestra en el Museo Nacional de la Estampa, pero no existe ningún proyecto para rescatar el valioso acervo del Taller de Gráfica Popular.
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