Durante el homenaje que se realizó al artista en Bellas Artes, Ximena Cuevas aseguró que Beatriz del Carmen Bazán se quedará con todos sus bienes
CIUDAD DE MÉXICO.
El destino de las cenizas de José Luis Cuevas (1931-2017) será un misterio. Como misterio es el motivo y las condiciones de su muerte ocurrida la tarde del lunes. Las tres hijas del artista plástico –Ximena, Mariana y María José– desconocen qué sucedió con él los últimos días, semanas, incluso años. La última vez que lo vieron fue en 2013, después de que estuvo hospitalizado diez días, y ellas demandaron ante un juez de lo familiar un régimen de visitas que no consiguieron.
Ayer toda esa historia quedó en el pasado. Cuevas, principal representante de la generación de la Ruptura, recibió el último adiós en el Palacio de Bellas Artes. Sus restos hechos cenizas. Amigos y familiares se sorprendieron de no poder despedirse del artista en cuerpo presente. Pues no pasaron ni 24 horas de su muerte cuando su viuda Beatriz del Carmen Bazán decidió cremarlo. Ella estuvo en silencio total. Saludó a algunas amigas, pero aún no terminaba oficialmente el homenaje cuando abandonó el recinto.
Esa mujer (Beatriz del Carmen) ya no existe para mí. La viuda es la heredera de todo, nosotras, sus hijas, tenemos lo que más vale, su sangre”, dijo Ximena Cuevas recién terminó la ceremonia.
Sólo dos horas se honró al pintor Premio Nacional de Bellas Artes 1981. Y mientras la ceremonia se realizaba en el vestíbulo del palacio de mármol, afuera parecía que no ocurría nada. De hecho, el museo permaneció abierto y turistas con boleto en mano se topaban con una ceremonia fúnebre.
Ceremonia que por un momento se convirtió en queja. Fue el poeta Homero Aridjis el único que levantó la voz para reclamar la ausencia de Cuevas los últimos años. Reclamar la falta de información sobre su estado de salud, y ahora la decisión individual de cremar sus restos. Acusó, incluso, que el pintor de 86 años vivió secuestrado. Los aplausos sonaron al unísono de quienes apoyan a las hijas de Cuevas.
Cuando Carlota enloqueció en México, dijeron que le habían dado toloache. Entonces José Luis llegó miserable a esa línea de locura. Es un misterio, pero para mí estos últimos años han sido patéticos, pues que una mente brillante con gran sentido del humor, sentido de la amistad de pronto se desvaneció, será un misterio”, dijo Aridjis.
Por la mañana, vía telefónica, Ximena Cuevas contó a Excélsior que hace dos semanas acudió a la casa de su padre a visitarlo. Sólo pudo gritarle por la ventana que lo amaba, pero nadie respondió. Ni siquiera supo si su padre se enteró de esa visita. El mismo reclamo lo hizo el arquitecto Fernando González Gortázar, quien dijo que hace años no hablaba con el artista a pesar de tener una amistad cercana. Sus números telefónicos, dijo, cambiaron sin avisarle.
A las 15:30 horas, la carroza fúnebre salió de la funeraria J. García López, en San Jerónimo, con las cenizas de Cuevas. Una hora después llegó a la explanada del Palacio de Bellas Artes, donde lo esperaban familiares y algunos amigos. Pocos. Entre ellos el artista Brian Nissen, el fotógrafo Rogelio Cuéllar, el arquitecto Fernando González Gortázar, Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes, la actriz Patricia Reyes Spíndola, y funcionarios culturales. Del público general apenas una decena cuando la carroza estaba por entrar, se fueron sumando curiosos.
Con aplausos y porras se recibieron las cenizas que se postraron en un nicho rodeado de coronas florales. Detrás los murales de los tres grandes: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco. Esos contra los que Cuevas se rebeló. Contra los que protestó. Con los que marcó distancia en pro de un arte no nacionalista. Ayer posaron en el mismo escenario.
La primera guardia de honor la realizaron Beatriz del Carmen Bazán, María Cristina García Cepeda, secretaria de Cultura federal; Lidia Camacho, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes, y Eduardo Vázquez Martín, secretario de cultura de la Ciudad de México. Aplausos de nuevo.
De inmediato se acercaron las tres hijas para formar la segunda guardia. Con una rosa blanca en la mano, se despidieron de su padre. Y entre el público se escuchó: “No están solas, vivan las Cuevas”. Con aplausos y porras las festejaron. En un intento de hacer solemne la ceremonia, el cuarteto Ramos interpretaba melodías clásicas, pero fue la emoción de ovacionar al artista la que dominó la despedida, que ya de por sí se tornaba caótica ante la polémica familiar.
Comunidad artística señores y señoras. Estamos aquí para decirle hasta siempre a José Luis Cuevas. Con sus pinceles, lápices e instrumentos abrió caminos para su generación y construyó puentes. Voz, imagen e idea de la ruptura, Cuevas abrazó su tiempo un poco más lejos. Puso los lobos más allá de las fronteras”, dijo García Cepeda, la primera en tomar el micrófono.
Le siguió González Gortázar, quien recordó a Cuevas como una mente brillante, de humor, afecto a la amistad, de pensamiento crítico, que lo mismo retrató en paisajes urbanos abstractos, que retaros de prostitutas, cadáveres o internos de hospitales siquiátricos.
Pero también lo describió como un hombre polémico, a quien siempre le preocupó el paso del tiempo en sí mismo.
Y así es como Ximena Cuevas, la única hija que habló con la prensa, quiere que se recuerde a su padre. Como un hombre de gran creatividad, mayor exponente del arte mexicano del siglo XX.
Tengo un orgullo gigantesco de ser hija de José Luis Cuevas, es uno de los artista más importantes de este país, es un orgullo tener la sangre de un hombre creativo, divertido”, afirmó Ximena, quien también es artista.